Homilía en la Eucaristía con motivo de la vigilia de la Inmaculada Concepción presidida por la Sagrada Imagen de Santa María de la Vega, Nuestra Señora de la Cabeza, Patrona de Churriana de la Vega.
Fecha: 07/12/2017
Queridísima
Iglesia del Señor, Esposa amada de Jesucristo, Pueblo santo de Dios;
queridos
sacerdotes concelebrantes;
presidente
y miembros de la Federación de Cofradías:
saludo muy
cariñosamente tanto al alcalde como a la agrupación de Churriana de la Vega,
que ha venido acompañando a su Imagen;
saludo también a la coral de
Churriana, que nos acompaña:
Dos pensamientos sencillos que nos
acompañen a esta celebración, para prepararnos a vivir la fiesta. Las fiestas
cristianas empiezan siempre en víspera. Hubo tarde, hubo mañana, día primero…
Desde el pueblo de Israel y la tradición de Israel los días comenzaban con la
caída de la tarde.
Comenzamos nuestra fiesta de la
Inmaculada. Una fiesta especialmente querida para Granada, porque gracias a la
Abadía del Sacromonte y al voto que hacían los estudiantes de la Abadía (no que
se proclamase el Dogma: los dogmas se proclaman cuando se puede reconocer que
esa verdad forma parte de la fe y forma parte desde los orígenes y desde la
tradición cristiana desde el primer momento y hay testimonio de ello), ellos
contribuyeron a que esa fe no fuese olvidada en un momento en que el mundo y la
cultura del mundo, en todas partes, subrayaban otra cosa.
¿Qué afirma la verdad de la
Inmaculada? Que la Virgen, que iba a ser la morada del Hijo de Dios, la madre
de Dios Encarnado, del hijo de Dios que venía a compartir nuestra condición
humana y venía a sembrar su vida divina en nuestra historia humana, fue purísima,
preservada por la Gracia desde el primer instante de su concepción.
Con eso se afirmaba algo muy grande
y muy necesario. Y es que todo lo que hacemos nosotros por Dios es siempre
respuesta. Que nunca somos nosotros los primeros. El Papa Francisco dice “el
Señor nos primerea siempre”. Se adelanta siempre a nosotros. Dios es siempre
respuesta. Y hay algo en la vida humana desde el primer momento que pone de
manifiesto eso. (…)
Afirmar eso, en el momento de la
historia en que se proclama el Dogma de la Inmaculada, recogiendo una tradición
que viene de los primeros siglos, era afirmar la primacía de Dios sobre la
criatura; y era afirmar, al mismo tiempo, la primacía de la Gracia, en la tarea
de la construcción del mundo y de la construcción de nuestra propia humanidad. Y
eso sucedía en un momento en que la filosofía y el pensamiento humano se
consideraban más capaces de hacer un mundo “de seres felices”. (…)
Estamos heridos por el pecado y en
esa herida nuestra a menos que venga alguien y nos saque, sucumbimos una y otra
vez. El Señor prometió la victoria del hombre. La victoria del hombre sobre la
serpiente la ha obtenido Dios. Celebrar a la Virgen es celebrar eso. Nosotros
no pensamos simplemente que la vida es una cuestión de lucha entre el bien y el
mal, y que si nos empeñamos mucho, vamos a conseguir ser lo suficientemente
buenos; y pensamos: si escuchamos las enseñanzas que Dios nos da, ya nos
empeñaremos mucho. Lo que la Inmaculada proclama es otra cosa. Lo que la
Inmaculada proclama es que nos precede la Gracia siempre y que lo primero que
tenemos que hacer es abrirnos a la Gracia. Lo que tenemos primero es que
pedirLe al Señor que no nos falte su Gracia. (…)
Ser cristianos, ¿qué es: unas pocas
enseñanzas que nos den fuerza para decir “ahora sí, vamos a luchar contra el
mal y vamos a conseguir ese mundo de paz”? No es eso. Celebrar la Inmaculada
significa celebrar, Señor, tu Gracia. Tu Misericordia es la que triunfa.
Nosotros sabemos que hay un triunfo y ese triunfo es para nosotros. Igual que
Eva era la madre de todos los vivientes, María es la madre de una humanidad
nueva. De una humanidad nueva en la que Dios ha sembrado su vida divina sin
apartar ni quitar nada de nuestra libertad. Acogiendo el don de Dios, la
humanidad nuestra, nuestros anhelos de paz, de vida, el horizonte de la vida
eterna
–el Cielo- es para nosotros. El Cielo es para nosotros. Pero el Cielo no lo
construimos nosotros construyendo nuestras torres de Babel, construyendo
nuestra imagen de una sociedad perfecta. El Cielo viene a nosotros. Vendrá en
la Navidad. Y viene a nosotros cuando acogemos la Gracia, y la Misericordia, y
el Amor de Dios, que transforma y transfigura nuestro corazón. (…)
Nosotros sabemos, Señor, que tu
Gracia no nos abandona. Y Tú estás con nosotros. Y estando con nosotros, no
podemos mas que vivir contentos, porque nuestra esperanza, nuestra certeza,
nuestra vida eres Tú y Tú nos has prometido tu compañía a tu pueblo. Y jamás dejas de cumplir tus
promesas.
Eso es lo que celebramos, Madre. Y
entonces, claro que tiene todo el sentido del mundo el venerarte, el cantarte,
el proclamarte y el procesionarte con solemnidad y con alegría. Con la alegría
de que la historia no está dejada sola a nuestras capacidades, gracias a Dios;
porque sabemos lo que dan de sí nuestras capacidades. La historia está puesta en las manos de una
misericordia, que es la fuente de nuestras capacidades y la plenitud de ellas,
y el horizonte entero de nuestra vida. (…)
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
7 de diciembre de 2017
S.I Catedral
Eucaristía en la Vigilia de la
Inmaculada Concepción