III Domingo de Pascua. Ciclo C
Fecha: 25/04/1971. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 633, 6-7
El evangelio de hoy relata la aparición de Jesús junto al lago de Tiberiades y la pesca milagrosa que la acompaño; como nosotros comentamos ya no hace muchos domingos, otra pesca milagrosa -la que sitúa San Lucas al comienzo del ministerio público de Jesús-, no lo haremos hoy con palabras nuestras, sino que tomaremos el comentario del ministerio público de Jesús-, no lo haremos hoy con palabras nuestras, sino que tomaremos el comentario del que S. Agustín hace en un sermón suyo sobre este evangelio. Subraya el santo la condición de aquellos a quienes el Señor ha escogido para ser los ministros de su Reino; he aquí sus palabras: «Al escoger el Señor Jesús la debilidad del mundo para confundir la fuerza y al reunir a su Iglesia de todo el universo, no comenzó por senadores o generales, sino por pescadores. Si estos hombres de los que son considerados, sean cuales fuesen, hubieran sido escogidos primero, a su valor lo habrían atribuido y no a la gracia de Dios.
El Apóstol San Pablo nuestra esta decisión secreta de Dios, este designio de nuestro Salvador cuando dice: Mirad a quiénes llama. Pues no hay entre nosotros, hermanos -son palabras del Apóstol-, ni muchos cambios según la carne, ni muchos notables. Pero Dios ha escogido lo débil del mundo para confundir la fuerza; ha elegido a los desconocidos y los despreciados de este mundo; a lo que no es, como si fuese, para reducir a la nada a lo que es, para que ninguna carne se gloríe en presencia del Señor. Y también el profeta dice: Que todo valle sea llenado y todo monte y cerro rebajado y el campo se extenderá como una planicie.
También hoy se llegan a la gracia de Dios de la misma forma notables y desconocidos, el sabio y el ignorante, el pobre y el rico. Para recibir esta gracia no vale más la soberbia que la bajeza de quien no sabe nada, de quien no posee nada, de quien no puede nada. ¿Y qué es lo que les dice? Seguidme y os haré pescadores de hombres. Si semejantes pescadores no nos hubieran precedido, ¿quién nos habría capturado? Hoy, sin embargo, bien grande ha de ser el orador para que pueda explicar convenientemente algo de lo que escribió el pescador.»
Después, San Agustín, comenta la triple pregunta del Salvador a Pedro: «Pensaba Pedro morir por Cristo cuando debía ser libertado por el Libertador; habiendo venido Cristo a dar su vida por sus ovejas, entre las cuales estaba Pedro. Ahora debemos armarnos con la verdadera fortaleza para recibir la muerte por el nombre del Señor, contando con su asistencia, sin presumir de falso valor a la vista de nuestros yerros. Ahora no debemos temer perder la vida, porque con la resurrección del Señor ha precedido el modelo de la otra. Ahora es, Pedro, cuando no debes tener miedo a la muerte, porque vive Aquel a quien tú llorabas muerto, y llevado de tu amor carnal, no querías que muriese por nosotros. Más antes pregunta el Señor lo que El ya sabía, si Pedro le amaba y tres veces le oye decir que le ama y otras tantas no le recomienda otra cosa que apacentar sus ovejas. La triple negación es compensada por la triple confesión para que la lengua no fuese menos esclava del amor que del temor y a fin de que no pareciese que la inminencia de la muerte le hizo decir más palabras que la presencia de la vida. Sea oficio del amor apacentar la grey del Señor, ya que fue indicio de temor haber negado al Pastor. »
F. Javier Martínez