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El Buen Pastor y sus ovejas

IV Domingo de Pascua. Ciclo C

Fecha: 02/05/1971. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 634, 6-7



    Continuamos hoy comentando, con palabras de San Agustín, los enjundiosos pasajes de San Juan que la Iglesia propone para los evangelios del tiempo pascual. El de hoy, tomado de la alegoría del Buen Pastor, no lo es menos, a pesar de su brevedad. Al hablar de esta alegoría, dice San Agustín: “Hablando Nuestro Señor Jesucristo a sus ovejas, tanto a las presentes como a las futuras, a ellos y a nosotros, y a cuantos después de nosotros han de ser ovejas suyas, les enseña quién es el que les ha sido enviado. Pues todas oyen la voz que les dice: Yo soy el Buen Pastor.” ¿Cómo es Cristo Pastor? “Ya os advertí -dice el santo- y os recomendé vivamente que quienes sean capaces, lo entiendan, y quienes no lo entiendan, tenga fe en lo que no pueden entender. Cristo es muchas cosas por semejanza, que no son propiedades suyas. Y así, por semejanza, Cristo es roca, Cristo es puerta, Cristo es piedra angular; y es pastor, y es cordero y es león. Pero si entras a considerar las cosas como acostumbras a verlas, no es roca, porque no es duro ni insensible, no es puerta, porque no le hizo un carpintero; no es piedra angular acoplada por el constructor; no es pastor, porque no es custodio de ovejas de cuatro patas; no es cordero, porque no es animal.  Todo esto es por semejanza. ¿Cuál es lo suyo propio? En el Principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.”

    San Agustín sabe que Jesús y los evangelistas se han servido de imágenes para expresar el misterio de la persona de Jesús. En imagen, y de las más expresivas para un pueblo de pastores como el judío, el Verbo -el Hijo de Dios- es Pastor de los que creen en El. El es también la Puerta del redil y el propio redil es la Iglesia. En cuanto a las ovejas, son los que escuchan su voz y le siguen. A estas ovejas, dice Jesús que les da la vida eterna.

    Y comenta San Agustín: “Estos son los pastos.” En efecto, un poco antes el evangelista escribía: Y entrarán, y saldrán, y hallarán pastos. Hemos entrado en el redil cuando creímos, y al morir saldremos. Y así como hemos entrado por la puerta de la fe, así salgamos del cuerpo con la misma fe, para poder hallar los pastos. El pasto es la vida eterna, la que dice que ha de dar a sus ovejas. Allí la hierba no se seca, siempre está toda verde  y lozana. Hay una hierba que suele llamarse siempre viva; pues bien, sólo así es donde se encuentra.

    Y nadie las arrebatará de mi mano. ¿Qué podrán el  lobo, y el ladrón y el salteador? De esas ovejas, ni el lobo arrebata, ni el ladrón roba, ni el salteador mata. Seguro está el Señor de su número, pues sabe lo que dio por ellas. Por eso dice que nadie las arrebatará de su mano. Porque el padre, que se las dio, es mayor que todos, y nadie puede -ni lobo, ni ladrón, ni salteador- arrebatarlas de la mano de su Padre.
    Esta es nuestra gozosa seguridad, esta nuestra esperanza como ovejas de tan poderoso Pastor. Por eso exhortaba San Agustín a sus fieles: “Sed siempre vosotros ovejas. Ovejas son creyendo, siguiendo al pastor, no menospreciando al redentor, oyendo sus palabras, entrando por la puerta, saliendo y hallando pastos y gozando de la vida eterna. Y no como aquellos a los que dijo: Vosotros no sois de mis ovejas, porque sabía que no creían y que no alcanzarían la vida eterna como los que había rescatado por el precio de su sangre.


F. Javier Martínez

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