Extracto de la homilía de Mons. Martínez en la Eucaristía de presentación y envío de los miembros de Proyecto Ángel, celebrada en la parroquia del Santo Ángel Custodio el día de los Ángeles Custodios, el 2 de octubre.
Fecha: 02/10/2018
Hay un motivo de alegría esta tarde muy especial, muy singular, que tiene que ver con criaturas que colaboran en el designio de Dios, en el amor de Dios, en el gusto por la vida que sucede cuando uno encuentra a Jesucristo. Comenzamos esta tarde, llenos de gratitud al Señor, el Proyecto Ángel, de la asociación de fieles Spei Mater, de la que ya muchos de los que estáis aquí conocéis Proyecto Raquel, algunos habéis participado en él o participáis en él, de una manera o de otra.
Proyecto Ángel está destinado
justamente, y hemos querido comenzarlo esta tarde y en esta parroquia, a
acompañar a mujeres que, teniendo dificultades por un tema o por otro -o que
están presionadas por el ambiente, o por las circunstancias familiares o
incluso económicos o de otro tipo-, quisieran tener a su hijo pero tienen
muchas dificultades para tenerlos. Y el apoyo que se les da a esas personas es un
apoyo precioso.
Yo sé que hay organizaciones que lo
hacen ya hace años en el mundo y en la Iglesia de Dios. Pero es muy bueno que
lo pueda hacer la Iglesia, porque no tenemos que avergonzarnos de eso ni
tenemos que hacerlo a escondidas. Lo hace la Iglesia a cara descubierta como
obra de la Iglesia, como vocación de la Iglesia de sostener y de ayudar. Cuántas
veces desde San Juan Pablo II, él lo decía constantemente: “El camino de
Jesucristo es el hombre”. Bueno, ya Pablo VI, en una de sus últimas palabras
cuando estaba a punto de morir, decía: “El hombre, el hombre, hay que salvar al
hombre, el hombre”. Juan Pablo II lo ha repetido hasta la saciedad: el camino
de Jesucristo ha sido acercarse a la humanidad concreta; no a la humanidad
abstracta, sino a la humanidad de este hombre, de esta mujer, de esta viuda de
Naim, de Jairo, hasta la humanidad de Judas. El último gesto del Señor para con
Judas fue darle un beso de salud. Y no reprochárselo ni siquiera, darle a
entender que sabía lo que estaba pasando pero acogió aquel beso.
Dios mío, en un contexto de un mundo
donde la humanidad se deteriora y se pierde de tantas maneras el que la Iglesia
ofrezca con generosidad, con gratuidad, ayuda a estas mujeres es un regalo que
el Señor nos hace. No es algo que nosotros hacemos por Dios. Nunca lo que
hacemos por el Señor son regalos, ni siquiera la consagración de la vida consagrada,
de la vida sacerdotal, que es algo tan precioso cuando es bien vivido (como
todas las vocaciones que el Señor da). Pero nunca es algo que nosotros hacemos
por Él, sino que es algo que Él hace por nosotros. Quienes habéis sentido en el
corazón esta llamada y este deseo a colaborar en este Proyecto sabed que os
hace el Señor un regalo inmenso y precioso. Acogedlo como el Señor nos acoge a
nosotros.
Comenzamos de una manera muy
modesta, sin grandes banderas desplegadas. Pero, os abro mi corazón, me da eso
mucha más seguridad y muchas más confianza que cuando hacemos las cosas de otra
forma. Las cosas de verdad nacen chiquititas, y así nacen bien. Y ya crecerán
con la ayuda del Señor. Esa ayuda es la que Le pedimos hoy. Que esto que hoy
empieza sea cuidado (…)
Por cierto, aprovecho la oportunidad
para saludar al padre provincial que ha querido acompañar también el día del
Santo Ángel, de los Misioneros del Padre Encarnado, que llevan esta parroquia.
Y Le pedimos al Señor sencillamente que Él haga crecer este embrioncito que hoy
empieza. El aborto es una de las muchas plagas que hay en nuestro mundo, pero
una de las más dramáticas. Y en nuestra sociedad, y no sólo en ciertos
ambientes marginales, sino muy cerca de nosotros. Todo lo que podamos hacer por
ayudar…y no hay mejor ayuda que el cariño, que el abrazo, que la compañía; la
compañía que sabe iluminar, que sabe sostener, que sabe iluminar en el momento
oportuno, que sabe sencillamente amar lo más parecido posible a como Dios nos
ama a nosotros. Para eso hemos recibido al Espíritu Santo: para que sea Él quien
ama en nosotros y, por lo tanto, que nuestro amor no sea a la medida de nuestra
sensibilidad, o de nuestras emociones, sino a la medida de Su Amor por
nosotros, porque es Él quien ama en nuestro nombre, es Él quien cuida en
nuestro cuidado, es Él quien va a estar enviando a sus ángeles para guiar a
algunas criaturas a lo largo de su camino de la vida.
Que el Señor os bendiga. Que el
Señor os colme y que multiplique la alegría y la grandeza de corazón.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
2 de octubre de 2018
Parroquia Santo Ángel Custodio
(Granada)