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“La actitud del cristiano es siempre una acción de gracias”

Homilía de Mons. Martínez en la Eucaristía de inicio de curso 2018-19 de la Facultad de Teología de Granada, celebrada en el monasterio La Cartuja.

Fecha: 10/10/2018

 

Muy querido Administrador diocesano de la Diócesis de Guadix-Baza;

muy querido padre Gonzalo, Rector de la Facultad de Teología;

queridos profesores, hermanos sacerdotes;

queridos alumnos, amigos de la Facultad:

 

Nos reunimos hoy en esta celebración de familia. La Eucaristía es siempre una celebración de familia. Y a veces, las solemnidades nos hacen olvidar que lo es, pero siempre tenemos necesidad de recordar que estamos reunidos como hermanos para recibir el don más grande. Porque la verdad es que en cada Eucaristía se renueva el Acontecimiento entero de Cristo, en el lenguaje sacramental, propio, tan específico, que lleva detrás de sí toda nuestra historia cristiana. Pero Cristo viene a nosotros como vino, en tiempos del Emperador Tiberio (…). Se entrega. Entrega Su Cuerpo y Su Sangre por nosotros como la entregó en el Gólgota y, a través del don de Su Cuerpo, nos comunica su Espíritu Santo como hizo en Pentecostés. Todo el Acontecimiento de Cristo, que es del que pende el significado de la historia humana y de la vida humana, se renueva en cada Eucaristía. Y poder renovarlo como hijos de Dios y orar con conciencia la oración que el Hijo de Dios nos ha hecho posible usar, orando de pie en presencia de nuestro Padre, sin tener que tirarnos por tierra o postrarnos humillados como criaturas ante Él, sino verdaderamente como hijos y como hermanos, es siempre un don de Dios; es siempre un signo.

 

Por eso, la actitud del cristiano es siempre eucarística, es siempre una acción de gracias. Hoy damos gracias. Damos gracias también por la circunstancia especial de que comienza un curso y comienza un curso en la Facultad de Teología. La mera existencia de la Facultad de Teología es un motivo de acción de gracias, y el hecho de comenzar un nuevo curso claro que es una acción de gracias.

 

Las lecturas son muy explícitas. Nos habla de justo la tienda de los tabernáculos, que era una tienda que tenía lugar más o menos después de la cosecha y el otoño de la sed del hombre y del que sacia la sed del hombre. Tener la posibilidad de adentrarse en la teología no es pasar unas materias, no es adquirir unos títulos. Es la posibilidad de sumergirse en esa fuente de la que brota el agua que mana hasta la vida eterna, por retomar la imagen misma del agua, pero de otro pasaje del Evangelio de San Juan, el encuentro con la samaritana. Ese agua que es inagotable, en la que todos podemos beber y que jamás se agotará.

 

Estimo un motivo de gratitud el comenzar un curso con esa conciencia de que nos da el Señor la posibilidad de recibir ese Espíritu con más plenitud, de beber de ese agua con más plenitud, y que ese Espíritu, que es siempre fuente de vida, vivifique nuestras vidas, vivifique nuestras personas, nuestro trabajo, nuestra misión, nuestra conciencia de quién somos, y para qué estamos en la vida y para qué está la Iglesia en el mundo, y nosotros como miembros de Cristo y miembros de Su Cuerpo que es la Iglesia.

 

Repito, eso es un motivo siempre de gratitud al Señor y al mismo tiempo de súplica. Por eso, invocamos al Espíritu Santo (…). Le pedimos que venga; que venga y que nos dé la vida, la vida nueva en Cristo.

 

La primera lectura hablaba de los dolores de parto de la Creación. Vivimos en un mundo extraordinariamente inestable. No son pocas las personas que empiezan a comparar nuestra situación en occidente, no en España ni mucho menos, sino en occidente, con la situación que precedió a la Primera Guerra Mundial; el riesgo de emergencia de nuevos fascismos (de muchas clases y de muchos colores); y la necesidad de un juicio que nazca del Acontecimiento de Cristo, sereno, lleno de esperanza, capaz de comunicar al mundo la alegría del Evangelio, en esta situación de pérdida de sentido y de vacío, que es justamente donde nacen las grandes tiranías y las dictaduras (donde nacieron también a lo largo del siglo XX).

 

Que no seamos simplemente arrastrados por la corriente, sino que podamos tener una referencia. ¿Y cuál es la referencia? Justamente, la fuente de agua viva, Jesucristo, el centro del Acontecimiento cristiano. El Hijo de Dios que no se avergüenza de abrazar al ser humano en su condición. Y en el mundo que estamos, ese ser humano tendrá las heridas que tenga. La imagen del Santo Padre es una imagen extraordinariamente feliz para describir nuestro mundo: la Iglesia es un “hospital de campaña”. Estamos en un mundo en guerra y, aunque no la vivamos aquí, explícitamente, pero la tenemos y las hemos tenido muy cerca (…).

 

Al menos que nuestras vidas estén ancladas no en una ideología, no en una posición del abanico político (la que sea) de ningún tipo, sino en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Libertad con respecto a los grandes del mundo; libertad con respecto a las categorías en las que los hombres de nuestro tiempo viven y que nos consumen, nos devoran. Lo malo del consumismo es que acaba con nosotros mismo, es que nos consume a nosotros mismos; no es que consumimos mil cosas, es que terminamos nosotros, en primer lugar, viviendo sólo para producir y consumir, y todo lo que salga de ahí es poesía, es ideología, son creencias, son ideas, son valores, son cosas heteras y sin cuerpo. No. Anclados en Jesucristo con la conciencia de que tenemos algo que aportar a este mundo; lo único que el mundo no puede aportarse a sí mismo, que es la novedad del Espíritu Santo, la Fe, la Esperanza y la Caridad, la novedad de Cristo.

 

Tal vez nosotros tenemos que reaprender a vivir, porque veinte siglos de cristianismo nos llenan muchas veces de mucho oropel… tenemos que aprender a vivir en la sencillez del núcleo de la fe. Recuperar el núcleo de la fe como punto de partida.

 

Muchos de vosotros, Dios mío, sois consagrados, sois miembros de instituciones o de congregaciones religiosas. Habéis consagrado vuestra vida. Que el Señor nos conceda echar raíces en Cristo, ser capaces de una mirada de comunión a la Iglesia de nuestro tiempo, con un amor grande, porque es nuestro cuerpo. Ni sus males son ajenos a nosotros, ni sus bienes podríamos evitar que sean una alegría grande para nosotros, aunque no sean nuestros bienes. Los miembros del cuerpo se alegran de lo que es bueno en unos y otros, y sufren al mismo tiempo con los males de unos o de otros.

 

Que el Señor nos conceda esas raíces que nos permitan vivir la comunión de la Iglesia y colaborar en la misión hacia un mundo donde el cristiano… en el mundo del capitalismo global el cristianismo está llamado a ser de nuevo una pequeña levadura en un mundo que tiene muchas otras categorías, toda la entrada del inmenso continente asiático, en el panorama de nuestra vida cotidiana. Al comienzo de esta Eucaristía hemos tenido, contemplándonos, asombrados, varias personas claramente del sudeste asiático, o de la zona del Pacífico, donde la gente no sabe lo que es la Inmaculada, no sabe lo que es un Sagrario, no sabe lo que es la Virgen. A mi me han llegado a preguntar alguna vez qué significa la palabra Dios (…).

 

Tendremos que aprender a explicar la fe para quien no ha estado nunca expuesto a la fe. Y tienen por otra parte en su cultura muchísimas cosas de las que podemos aprender, muchísimas cosas. Cuántas cosas hay en la cultura china, japonesa, coreana, filipina, vietnamita, de las que tendríamos nosotros que aprender. Incluso a la hora de mirar los dramas de su propia historia. Nosotros no hemos sido capaces de mirar los nuestros todavía con serenidad suficiente.

 

No entendáis ese retorno al centro del que hablaba Balthasar (…) como un apartarse del mundo. San Juan Pablo II dijo en una de sus encíclicas sobre la Trinidad, creo que la del Espíritu Santo precisamente: Cuanto más nuestra perspectiva sea teocéntrica, (si es verdadera esa mirada al centro, al fuego de donde nace todo el Acontecimiento, toda la historia de la Salvación, todo el Acontecimiento cristiano), más nuestras vidas, transformadas por ese fuego, se convierten en parte de ese fuego que el Señor vino a prender a la tierra, y por lo tanto más capaces somos de dialogar con cualquier posición humana, con cualquier posición cultura, política, filosófica, la que sea; más abiertos nos hace a la realidad de los hombres tal como son, sin prejuicios ideológicos, sin juicios, sino sencillamente en la situación concreta, ofreciendo lo que la Iglesia puede ofrecer. Eso: Jesucristo, la novedad de Cristo y el Espíritu de Dios, en cualquier cultura, en cualquier situación.

 

Que el Señor nos haga más capaces de ello por su gracia. Y al año que viene podremos dar muchas más gracias que las que damos ahora, porque el Señor va haciendo una historia bella con todos nosotros. 

 

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

 

10 de octubre de 2018

Monasterio de La Cartuja

Eucaristía de inicio de curso 2018-19 de la Facultad de Teología de Granada

 

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