XI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C
Fecha: 13/06/1971. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 640, 6-7
Jesús pronunció sus palabras en circunstancias concretas, y aunque a veces en los evangelios se nos hayan transmitido fuera del marco en que fueron dichas, nada ayuda tanto a comprenderlas como el tratar de reconstruir en la media en que nos es posible, ese marco y esas circunstancias. El evangelio de la Misa de hoy es un magnifico ejemplo de esto: la pequeña parábola de los dos deudores cobra toda su vida al situarla en el contexto de le escena que le dio lugar, y se quedaría, por el contrario, desvaída, si el evangelista no nos hubiera relatado lo que había sucedido en casa de Simón el fariseo. Sin embargo, en esta escena hay una serie de pequeños detalles que fácilmente pasan desapercibidos en una lectura rápida. El conocerlos nos hará calar más hondo en la actitud y las palabras de Jesús.
La comida a la que es invitado Jesús no es una comida ordinaria; el evangelista dice que Jesús “se recostó”, lo cual era propio de los festines, no de las comidas corrientes en las que se comía sentado. Se trata, pues, de un banquete en honor de Jesús, probablemente de una comida de sábado. Y si recordamos que se consideraba como meritorio el invitar a una comida de sábado a maestros transeúntes, especialmente si habían predicado en la sinagoga, podemos pensar que a la historia precede una predicación de Jesús en la sinagoga. Esta predicación ha impresionado a todos, y explica el agradecimiento de la mujer.
Es, en efecto, un gran agradecimiento lo que expresa toda la actitud de la pecadora. Si el evangelista no nos dice el motivo de sus lágrimas, el besar los pies era, entre los judíos, el signo del más humilde agradecimiento: el que se tiene, por ejemplo, a quien nos ha salvado la vida. Por eso la mujer no duda en desvelar su cabeza y enjugar con sus cabellos sueltos las impetuosas lágrimas que han manchado los pies de Jesús a pesar de que para una mujer honrada el soltar sus cabellos en presencia de varones era un deshonor tal que podía ser causa de divorcio: evidentemente ella se ha olvidado de los que la rodean.
Hay una dificultad en el pasaje, y son las palabras de Jesús al explicar la parábola: palabras cuyo verdadero sentido no aparece en las traducciones corrientes: “Sus muchos pecados le son perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que poco se le perdona, poco ama”. ¿Qué quiere decir Jesús? Para comprenderlo hay que tener en cuenta que no el hebreo no el arameo tienen una palabra especial para expresar el agradecimiento: para hacerlo, hay que recurrir a los términos como “bendecir”, “amar” u otros similares: el “amor” a que se refiere Jesús es, como mostraba ya la actitud de la pecadora, precisamente eso: agradecimiento. Y agradecimiento porque Dios ha perdonado sus pecados. En efecto, la partícula “por que”, que une perdón y amor en la discutida frese, no traduce fielmente la expresión original, cuyo sentido sería, según los estudiosos, el siguiente: “Por eso te digo: Dios ha perdonado sus pecados, por muchos que sean; de ahí que nuestra tan gran agradecimiento; pero al que Dios ha perdonado poco, su agradecimiento es menor.”
La pequeña parábola de los dos deudores se corresponde así perfectamente con esta sentencia final. Sólo los que saben lo que es una gran deuda -viene a decir Jesús- saben lo que significa la bondad. Esta mujer, a pesar de la deuda de sus pecados, está más cerca de Dios que tú, porque ella tiene lo que a ti te falta: ese agradecimiento cuyo valor antes Dios tú desconoces, porque no sabes lo que significa ser perdonado.
F. Javier Martínez