Homilía en la Misa previa al acto de graduación de los alumnos de los ciclos formativos en Educación Infantil, Dirección de Cocina y Cocina y Gastronomía en el Centro de Estudios Superiores “La Inmaculada”.
Fecha: 14/06/2019
(…) Me da mucha alegría celebrar esta
Eucaristía y celebrar esta graduación porque, aunque sólo aparezco de vez en
cuando (…), yo tengo una alegría muy grande del centro formativo de formación
profesional que ha nacido aquí y especialmente del de la cocina. Lo de la
cocina parece una cosa, espontáneamente, por la tradición de donde venimos, muy
poco relacionada con la fe, con el ser cristiano, que parecen todo valores,
cosas espirituales, en definitiva humo… No hay nada espiritual en lo humano que
no sea al mismo tiempo corporal. No estamos hechos de dos partes, una es alma y
otra es cuerpo. Somos alma en el cuerpo, y no somos capaces ni siquiera de
pensar sin palabras y las palabras las hemos aprendido oyéndolas, por tanto, a
través de los sentidos; y los sentidos son algo importantísimo en la vocación,
hasta tal punto que empieza a haber teorías educativas que dicen que nos educan
las liturgias de las que formamos parte, las liturgias en las que formamos
parte. Y el modo de comer, como el modo de vestir, pero más todavía el modo de
comer y la concepción de la comida es algo muy importante en la vida humana.
Y por supuesto, el Señor le dio el
papel que le correspondía que es muy grande. De hecho, al Señor no le acusaron,
o no le decían “es que es un asceta inimitable”; es verdad que comenzó su
ministerio con cuarenta días de ayuno y “después los ángeles le servían”, que
es un recuerdo en el lenguaje judío (…) es una indicación de decir “y ahí
comenzó de nuevo el Paraíso”. Porque, según las tradiciones orales judías, Adán
en el Paraíso estaba servido por ángeles, incluso eso dicen esas tradiciones
(…) que la caída de Satán y por lo que Satán se hizo enemigo del hombre es
porque tuvo envidia de Adán y de Eva, que eran más pequeños porque tenían cuerpo,
no eran espíritus puros y, sin embargo, Dios los quería más (…).
Hay un libro que se titula “Fe y
comida”, toda la relación que hay entre cristianismo y comida. Ya en la
tradición del Antiguo Testamento, cuando el Señor habla de las promesas del futuro,
no describe lo que nosotros llamamos “las praderas eternas”. Habla de “Yo
prepararé en aquel monte para vosotros un banquete de manjares suculentos y de
vinos generosos”. A Jesús se le acusa de comilón y borracho, amigo de
publicanos y pecadores. Y eso os aseguro que se discuta lo que se discuta los
historiadores sobre qué textos del Evangelio puedan reflejar exactamente las
palabras de Jesús, esas reflejan la de sus enemigos y no lo podían decir si no
es porque había algo de verdad. Efectivamente, hay muchas escenas de Jesús en
el Evangelio comiendo con publicanos y pecadores, y de cómo le recibió el
publicano Leví en su casa y estaban allí en un banquete y Jesús alude “un rey
que celebraba el banquete de su hijo”, “está en las Bodas de Caná” (…). Cuando
nosotros decimos en la Eucaristía “dichosos los invitados a la Cena del Señor”
(…), el texto original dice “dichosos los invitados al Banquete de bodas del
Cordero” (…), de nuevo el cielo se describe como un banquete de bodas. La
Eucaristía es un banquete de bodas, ciertamente, simbólico, misterioso, que
anticipa el Cielo, pero donde el Señor misteriosamente se nos da y se une con
nosotros para acompañarnos en el camino de la vida y se nos da como alimento.
(…)
Cada Eucaristía es una boda y es una
boda en la que se cumple la Alianza nueva y eterna que ha hecho el Señor en la
cruz con cada uno de nosotros, que se nos da como alimento para hacerse carne
de nuestra carne, y vida de nuestra vida, y uno con nosotros y acompañarnos en
el camino de la vida. Y eso a través de un gesto de comida, de un pan que nos
da. ¿Qué significaba ya en el tiempo de Jesús? La Comunión. ¿Por qué le
acusaban a Jesús de comer con publicanos y pecadores? Porque la comida era
siempre un gesto de comunión y si uno entraba a comer a casa de un pecador, no
podía ir a la sinagoga, tenía que purificarse y a veces durante tiempo, y mucho
tiempo, para poder volver a participar normalmente del culto judío (…)
Entrar a comer en casa de un pastor
o de un publicano era una ofensa y era una impureza legal en la que uno tenía
obligación depurificarse. Pero cuando hablamos de mujer pecadora nosotros en
seguida pensamos en una mujer de la calle, o en una mala mujer, o en una mujer
que ha roto su familia y que la ha destruido, cosas así… no tenía nada que ver.
La mentalidad judía era muy diferente a la nuestra. La mujer de un pastor, por
vivir con un pastor, era una persona que se había excluido para siempre de la
comunidad judía, nunca podría entrar en el templo ni en la sinagoga de por
vida. Y Jesús entraba y comía con ellos. Y esa fue una de las razones de su
muerte, que le llevaron a la muerte.
(…) Dios ha creado a todas las
criaturas de forma que tengamos que comer y que descomer. Y eso ya invita a una
reflexión sobre nuestra condición de criaturas. Significa que todos tenemos
necesidad de todo y todos vivimos de otros, porque lo que comemos son
productos, por otra parte, de la tierra. Y lo que descomemos sirve para hacer nuevos productos de la tierra que
servirán de alimento a otros en otro momento o en otro tiempo. Pero eso
significa que el ideal de autonomía del hombre moderno del siglo XIX para acá
es una memez, porque si pensáramos simplemente en el hecho de la comida, y eso
tiene implicaciones para la ecología y un montón de cosas, nadie somos
autónomos. Si Dios quisiera que fuésemos autónomos, nos habría creado como unas
capsulitas de cualquiera de las que se vende en las farmacias, cerradas en sí
mismas y que no tuviéramos necesidad de nada. Pero tenemos necesidad. Tenemos
necesidad de otras cosas. El hecho de comer significa esa necesidad y el comer
en común es una expresión de que además cumplimos en común esa necesidad, nos
ayudamos unos a otros y trasladamos eso que se expresa en el hecho físico de la
comida lo trasladamos a un nivel humano haciendo público, notorio, que tenemos
necesidad unos de otros, que no podemos vivir unos sin otros. Ojalá en la
enseñanza sobre la comida también sepamos descubrir una cultura de la comida en
la casa, que por lo menos un día a la semana que la comida sea un lugar (…). Un
libro americano de filosofía de la comida se titula “El trabajo del amor”. Yo
sé que los profesores sois profesionales de la cocina y cada vez se
profesionaliza más, como el arte también, pero es verdad que, en último
término, en el día a día, en nuestra vida cotidiana, el arte de la cocina es un
arte de amor, porque uno piensa en el disfrute de otros. Me parece una cosa
preciosa, simplemente.
Que el Señor nos ayude a través de
la cocina, o en cualquier caso, que comprendamos que la vida es para aprender a
querernos mejor unos a otros, porque todos tenemos necesidad unos de otros,
porque nadie somos autónomos ni lo seremos nunca, gracias a Dios. Y es muy
bonito ser consciente de ello: de que uno tiene siempre necesidad de los demás
y los demás tienen necesidad de uno.
Termino con una descripción de lo
que es la Iglesia si cayéramos en la cuenta de ello: un lugar en el que cada
persona es un regalo; donde cada uno somos un regalo para los demás. Esa sería
la Iglesia y ése sería un mundo según el designio de Dios y sería un mundo
precioso.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
14 de junio de 2019
Capilla Centro de Estudios
Superiores “La Inmaculada”
Granada