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“¡Cristo ha Resucitado!” está inscrito en nuestras vidas

Homilía en la Santa Misa del sábado de la semana de Pascua, el 18 de abril de 2020.

Fecha: 18/04/2020

Mis queridos hermanos (los que estáis aquí y los que nos seguís a través de las imágenes de televisión, que cada vez tengo yo conciencia de que se nos unen más amigos de muchas partes):

Los Evangelios de estos días, las Lecturas de estos días están llenos de cosas que uno quisiera comentar y que no puedo comentar porque no da tiempo, pero simplemente voy a deciros un detallito del de hoy. Es aquí donde dice que el Señor había expulsado de María Magdalena siete demonios. Y veréis, aún así fue la primera, después de la Virgen, a la que se aparece el Señor. ¿Qué significa eso? Una cosa que está muy claro a través de todo el Evangelio: para el Señor, nuestro pecado, nuestras torpezas, una forma de ser muy difícil, o que tiene muchos defectos, o que tiene muchas complicaciones, nunca es obstáculo. Para el Señor, nunca fue obstáculo el pecado. A los pecadores, incluida la mujer adúltera, incluida la samaritana que, veréis, había tenido cinco maridos y estaba viviendo con un hombre que no era su marido. Y el Señor no le reprocha eso. El Señor le abre su corazón y se convierte en una de las primeras misioneras del Evangelio. Zaqueo lo mismo. Zaqueo era seguramente un pecador, y un pecador grande, porque era un hombre de negocios; tener los impuestos de Jericó, que era una ciudad que hacía todo el paso del Jordán, era un chollo como negocio. Y lo mismo, se sube a aquel arbolillo por querer ver a Jesús, porque habría oído hablar de él y Jesús le dice: “Me voy a hospedar en tu casa”. Lo cual era un “escandalazo”, porque era un pecador y nadie entraba en casa de un pecador, o de un pagano, porque tenía después que purificarse; o como compartía la comida con alguien, era como un gesto de comunión (la comida en la tradición de Israel era siempre un gesto religioso), por lo tanto si uno había tenido comunión comiendo con un pecador, no podía después tener comunión con la comunidad israelita en la sinagoga. Al Señor eso, el pecado, nunca le echó para atrás. Sólo la hipocresía, sólo la falsedad, como la duplicidad de corazón. Y María Magdalena es un caso clarísimo de eso. Sencillamente, había echado siete demonios. El Señor no se arredra y viene hasta nosotros, y lo que quiere es que Le queramos, no porque necesite nuestro amor, sino porque nosotros, sabe Él bien, que necesitamos el Suyo, para vivir con esperanza y para vivir con alegría.

Yo sé que muchos de los que no están siguiendo, aparte de tener envidia de los que estáis aquí y podéis comulgar, sienten que es mucho tiempo sin poder recibir al Señor y que está muy bien el poder seguir la Misa por la televisión, pero la comunión espiritual no es lo mismo que comulgar físicamente y sufren. Entonces, para esos que sufren y son todo -yo pienso que yo sufriría también- quiero contar esta anécdota. Era una chica china que estaba estudiando en España español, y por circunstancias yo pude encontrarme con ella, y contó la siguiente historia: en la ciudad de donde ella venía en China, ella era católica, y había un hombre católico que tenía más de noventa años y había sido bautizado, le habían enseñado a rezar el rosario, no tenía rosario, había puesto unas piedrecillas en su casa para rezar el rosario. Cinco montoncitos de piedrecitas y rezaba el rosario. Sólo había oído una Misa en su vida. Fijaros que estamos hablando de antes de la revolución comunista, no de la revolución de Mao de los 60, sino de 1920, cuando llega el comunismo por primera vez a China. Había oído una Misa en su vida, nada más, y decía él: “Yo no he tenido nunca dudas de fe. Todos los días he rezado el rosario varias veces”. Me contaba la chica que hace unos años había venido un sacerdote católico a la ciudad, seguramente del interior de China, a la ciudad donde vivían, y celebraron la Misa y el hombre aquel vino. Y daba saltos de alegría ­­-dice-, a pesar de tener noventa y pico años, saltaba como si fuera un chiquillo y le preguntamos ¿por qué saltas? Y dijo: “Porque yo toda mi vida sólo he estado pidiendo a la Virgen dos cosas: poder oír otra misa antes de morirme y la conversión de China”. Dice: “Y por lo que salto no es por haber oído la misa, sino porque si la Virgen me ha escuchado la primera de las oraciones, estoy seguro de que me escuchará la segunda”. Señor, esos son nuestro pueblo, esos son hermanos nuestros. Y hace, hará tres o cuatro meses, pasó por aquí un sacerdote italiano, que es responsable de una página que se llama “Asia News”, que es una página que da noticias para toda la Iglesia de las cosas de Asia y es un gran experto en China. Y él decía que para el año 50 al ritmo que van las conversiones en China, a pesar de que la persecución está fuerte, sigue habiendo persecución en China, muy con mano izquierda, muy con guante blanco, pero muy fuerte, muy fuerte; pues, China sería el segundo país, en numero de cristianos, el segundo país cristiano del mundo. Porque no para de haber conversiones en todo momento. Con cristianos como ese hombre, que oyó una misa de niño y que sólo le pedía a la Virgen oír otra antes de morirse y la conversión de China, que no es poca cosa... Y dices, yo siento que esa persona es de mi familia, es de mi pueblo, no sé ni como se llama, pero le quiero. Seguramente, ya no vive, de esto hace dos o tres años, a lo mejor ya con la edad que tenía y ya había escuchado la segunda misa, ya podía morirse en paz. Pero, ¿qué pone de manifestó eso? Señor, estar contentos con lo que Tú nos das, porque de todas maneras Te vamos a tener a Ti, y si Te tenemos a Ti, no nos falta nada. Y nada es nada. En el Bautismo, Tú te has dado a nosotros para siempre. Que es un gozo poder celebrar la Eucaristía todos los días. Dios mío, cómo no lo voy a saber yo. Claro que es un gozo y un privilegio, y una responsabilidad muy grande, muy grande.

Y luego hay otra cosa, lo que dicen aquí los apóstoles al Sanedrín es un tesoro y es como una roca para apoyarnos nosotros. Lo que vienen a decir es que nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído. Uno tiene miedo a las persecuciones cuando el cristianismo es una lista de creencias, o es una lista de valores, o cosas así, porque las creencias y los valores son un poquito como el humo, que se los lleva el viento. No. El Encuentro con Cristo tiene que ser una experiencia, y una experiencia que tenemos en este pueblo que hoy somos nosotros y vosotros. Pero somos los que somos y en comunión con nuestro Santo Padre, y en comunión con nuestros pastores y nuestros obispos, y ese pueblo camina a través de la historia y no hay nada, como en China, como el chinito de mi anécdota. Tengo que descubrirme y besar por donde pisa un hombre con esa fe. Pero, ¿cuál es el secreto? Que ellos habían visto y oído; que tenían experiencia. El cristianismo para ellos no eran creencias -las creencias se pueden intercambiar unas por otras-, era la experiencia. Igual que le pasaba al ciego de nacimiento. Le decían: “No es posible que un hombre haya curado nunca a un ciego de nacimiento”. Dice: “Yo no sé nada de eso, no entiendo nada de eso, ni de teología ni de nada, yo sólo entiendo que estaba ciego y ahora veo”. Lo mismo. En la medida en que nosotros, sea nuestra fe, nuestra vida cristiana, esa roca de saber que hemos estado ciegos y que vemos, de saber que hemos experimentado el cuidado del Señor, la Compañía del Señor, no podemos callar lo que hemos visto y oído. Y entonces, no hay nada que pueda detener la experiencia. Es verdad, los poderes han tratado siempre de callar, trataron de callar al ciego de nacimiento, aquí el Sanedrín trata de hacer callar a Pedro y a Juan. Los poderes han tratado siempre de hacer callar a la Iglesia. Un santo obispo, allá por el siglo VI, y el emperador era católico en aquella época, pero predicaba él la fe católica y el emperador no era del todo católico, pero, siendo católico el emperador, para que no pudiera predicar ni escribir, le cortaron las manos y la lengua. San Máximo “El Confesor”, en los comienzos del siglo VI.

Cuando uno tiene experiencia del Señor no hay autoridad humana, ni siquiera la de un emperador, que por lo menos pasaba por cristiano, o que él decía que era cristiano. Ningún poder humano puede detener el testimonio. Si nosotros no tratamos de convencer a nadie. Se convence con los racionamientos, con las ideas. Nosotros: “Id a todo el mundo y proclamad el Evangelio”. ¿Qué es el Evangelio? La Buena Noticia de la que hemos sido testigos y somos testigos, aunque seamos unas pocas pobres personas. Yo sólo con cantar aquí, recibir al Señor, estar junto a vosotros. Señor, si esta es Tu Iglesia, esta tarde aquí, en este lugar, aquí está todo. Tú te nos das y aquí está todo. Y con el don Tuyo, mueve nuestras vidas, hazlas florecer y volar.

Mis queridos hermanos, todos, todos, que el Señor está con nosotros. Cristo ha Resucitado y no tenemos nada que temer. Han pasado dos mil años. Qué sé yo qué pasará del Evangelio en Europa. Sé lo que pasó en el norte de África allá por el siglo VI. Sería una tristeza muy grande que en Europa disminuyéramos. Es una tristeza muy grande que disminuya la esperanza y la alegría, y la vida del amor, siempre, donde sea, pero es una alegría muy grande que esté creciendo en China, y en Vietnam, y en Malasia, y en lugares donde jamás habíamos pensando que crecería el cristianismo.

¡Cristo ha Resucitado! Y ese hecho lo llevamos inscrito en nuestras vidas. Como dicen Pedro y Juan, hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

18 de abril de 2020
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral (Granada)

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