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“Estamos en Tus manos, Señor”

Homilía en la Santa Misa del jueves 23 de abril de 2020, en la II semana de Cuaresma.

Fecha: 23/04/2020

Mis queridos hermanos:

Qué paz da el escuchar esta palabra del Evangelio: “El que Dios envió -esto es, Jesucristo- da el Espíritu sin medida”. Nos comunica Su vida de Hijo de Dios. Y no nos la comunica de una manera tacaña, pobretona, diciendo “te voy a dar esto poquito”, sino que nos da esa vida y nos da esa vida de hijos de Dios y esa libertad que lleva la libertad de ser hijos de Dios sin medida.

Me habéis oído decir muchas veces: “El amor de Dios es infinito. Dios es infinito”. Y eso significa, con respecto al amor de Dios, que todos podemos tomar… Fijaros que nosotros estamos hechos para un amor sin límite. Yo se lo he preguntado muchas veces a grupos de jóvenes, estando con ellos me dicen “la Iglesia no es partidaria del amor”. Y les digo: “No, la Iglesia es la partidaria del amor, lo que pasa es que también me tenéis que explicar vosotros qué tipo de amor queréis vosotros”. Y empiezo a preguntarles, me acuerdo de una situación concreta y les digo: “Vosotros o vosotras, ¿qué le diríais a un chico que te diga ‘te voy a querer mucho mientras seas joven’ o ‘te voy a querer mucho mientras tengas salud’ o ‘te voy a querer mucho si te portas bien conmigo’”. Nadie estamos hechos para un amor con medida. Necesitamos un amor sin medida. En cuanto ponemos un límite, recortamos, por algún lado, por el amor que sea… Y los chicos lo reconocían. Y decían: “Pues, eso es lo que enseña la Iglesia”. Cuando uno se da cuenta que el amor no se puede recortar y que recortar el amor es matarlo significa que estamos hechos para un amor sin medida. Y significa algo más, que es muy grande y muy bueno tomar conciencia de ello: que nosotros podemos tomar de Dios todo el amor que necesitemos y el amor de Dios no disminuye. Y eso es tomarse en serio que Dios es infinito y que Su amor es infinito.

Mientras que nosotros, incluso el más amante de los padres o de las madres, si queremos a unos hijos, siempre hay algún hijo que se siente la oveja negra de la familia, el patito feo o lo que sea, o siempre reclaman que quieren más a fulanito o fulanita que a mí. Y mira que los padres educan y tratan de querer a todos por igual y a cada uno, es el amor humano que más se parece al de Dios. Y normalmente tratan de querer a cada uno como cada uno necesita. Pero siempre nosotros tenemos un límite en nuestra posibilidad de amar. No queremos ningún límite en el amor que recibimos, porque estamos hechos para el amor infinito, estamos hechos para Dios. Pero luego en el amor que damos, casi siempre, casi siempre o siempre, ponemos un límite. “Hasta aquí”. No voy a decir ciertos tipos de límites, pero ponemos constantemente pequeños límites, y con esto empequeñecemos nuestro amor.

Poder decir “el Señor da el Espíritu sin medida”, nos da la vida divina sin medida, y todos podemos tomar todo lo que necesitamos sin que disminuya. Es como una fuente. Y eso es una comparación que hacía un Padre de la Iglesia. La Palabra de Dios es como una fuente, y no la entiendo yo la primera vez, pero dice: “No te preocupes (ni veinte veces que hayas leído, ni veinte veces que te metas o mil). El viajero que va con sed no quiere beberse toda la fuente, porque la próxima vez que tenga sed, ya no habrá fuente, así que no pasa nada que la fuente no se acabe y que no se pueda consumir toda”. Pues, eso nos pasa con Dios. Como Dios no tiene medida, nosotros podemos pedirLe y podemos beber y podemos acogernos a Su perdón.

Yo recuerdo una mujer alemana que era hija de un capitán de las SS que había trabajado en un campo de concentración y ella tenía el recuerdo de su padre como un buen padre y un buen esposo, y no habían sabido nada de su verdadero trabajo hasta después. Y esa pobre mujer se echaba sobre sí las culpas del mundo entero y lo único que le daba paz era recordarle que la misericordia de Dios es un océano de misericordia, y uno podía tomar toda la misericordia de Dios… Yo me acuerdo siempre de una frase que dice uno de los Libros Sapienciales: “El universo entero es una mota de polvo en la palma de la mano del Señor”. Pero eso significa también que todo el mal del mundo, que nos hacemos unos a otros -mirad que somos capaces de hacer grandes males-, es como una mota de polvo en la inmensidad del amor de Dios. También significa que todo el amor del mundo es una mota de polvo en el amor infinito de Dios. Es un océano. Y yo puedo beber todo el rato del océano y el océano como que no lo nota, y la imagen del océano es una pobre imagen para representarse la infinitud, porque el océano, al fin y al cabo, es una cantidad de agua, por muy grande que sea, mientras que Dios está como en otro nivel. Como nuestra alma y nuestro cuerpo. El alma está en otro nivel que el del cuerpo: no se puede contar, no puedo localizarla… Está en todo mi cuerpo: en mis dedos está mi alma, en mis cejas está mi alma, no está en una parte de mí. Pues, Dios está en todas las cosas y desborda infinitamente el universo entero. “El universo entero, Señor, es una mota de polvo”.

El caso es que el Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en Su mano. Estamos en las manos de Cristo. Qué alegría. Estamos en las manos de Dios. Qué alegría. Estamos en ese amor infinito que jamás seremos capaces de agotar. La vida eterna la gente piensa que se acaba ya el vivir y estamos quietos… Qué va, si en la vida eterna tenemos toda la eternidad, para explorar la belleza insondable del amor de Dios. Es la belleza de este mundo, y nos seduce y nos atrae de tal manera, Dios mío, y no es más que una brizna, una millonésima de una brizna de la belleza de Tu Gloria. Tendremos la eternidad para sumergirnos en la Belleza de ese Amor, y siempre estaremos empezando. Nunca jamás habremos agotado… y será un gozo que no produce resaca, que no tiene el efecto de los pasteles que, cuando llevas siete, ya no puedes más y hasta dejan de gustarte. El amor y el amor verdadero no cansa nunca. Y el amor infinito de Dios no cansa nunca. Siempre estaremos con la conciencia de que queremos más y más hay, y no de que lo podremos poseer, porque el amor más bien es que somos poseídos por ese Amor infinito.

Qué gozo tan grande. Jesucristo no da el Espíritu con medida, sino sin medida, y todo, puesto que el Padre ama al Hijo, lo ha puesto todo en Su mano. Estamos en las manos Tuyas de Cristo. Hoy a mediodía tenía yo la noticia de la muerte de una mujer de aquí de Granada, Lolita -pediremos después por ella-, una mujer que estaba en los Amigos de San Nicolás y moviéndose con mucho garbo, y moviendo lo de las ayudas a San Nicolás y las subidas a la torre de San Nicolás, de las que han hecho posible que se empiece la restauración de San Nicolás, y los hijos conocían esa paz. Yo hablaba con uno de ellos a mediodía y eran testimonios de esa paz y hasta de una alegría, que decía: “Mi madre ya está con mi padre y allí nos esperan”. ¡Qué diferente es eso al horizonte vacío de esperanza en el que, por desgracia, vivimos tantas veces!

“El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en Su mano”. Estamos en Tus manos, Señor. Y Tú, que nos comunicas tu Espíritu sin medida, nos das la posibilidad de enfrentarlo todo sin perder la esperanza, sin perder la paz, sin perder la alegría, aun en medio del sufrimiento más grande. Sin perder la alegría. La alegría que ponemos por la esperanza en Ti. Llamamos a la fe, la esperanza y el amor virtudes teologales, porque no tienen por objeto cosas de este mundo, sino que tienen por objeto a Dios. Creemos en Dios, esperamos en Dios. Claro que pedimos que se acabe la pandemia. Claro que pedimos que las cosas le vayan bien; que no sean demasiados los que pierden trabajo y que sepamos ayudar a los que lo pierden, pero el objeto de nuestra esperanza es Dios, cuyo amor es infinito y no falla, y no nos abandona jamás.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

23 de abril de 2020
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral (Granada)

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