Homilía en la Santa Misa el jueves de la III semana de Pascua, el 30 de abril de 2020. Muy queridos hermanos y hermanas:
Fecha: 30/04/2020
Muy queridos hermanos y hermanas:
Jesucristo sigue afirmando en este discurso del pan de vida que Él es el pan de nuestra vida; que es, por así decir, el alimento necesario, la obra que Dios quiere, que creamos en Él y que, cuando accedemos a Él, hemos accedido a Dios, porque Él y el Padre son Uno. Él es el pan bajado del Cielo, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.
San Pablo dirá: “Todo ha sido creado por Él y para Él, y todo tiene en Él su consistencia”. Es uno de los pasajes más conocidos de la Carta a los Colosenses, un himno anterior a San Pablo que San Pablo recoge en la Carta. Todos hemos sido creados por Cristo y en Cristo tenemos nuestra consistencia. Es el alimento el que nos da normalmente la consistencia en la vida y, por lo tanto, nuestra consistencia es Jesucristo. Es la fuente de lo que somos, la fuente de nuestra vida. Y hemos sido creados por Él y para Él, para vivir para Cristo.
“Cristo murió por nosotros -dice en otro lugar San Pablo- para que nosotros no vivamos ya para nosotros mismos, sino para Él, que por nosotros murió y resucitó”. Vivir para Cristo es ser libre. Vivir para Cristo es poder vivir la plenitud de lo que somos. Y es Cristo quien, en cada momento, nos da el ser lo que somos. Cristo no nos roba nada. Si todo lo que somos nos lo ha dado él. Nos lo ha dado Él por amor, no porque Dios tuviera ninguna necesidad de nada nuestro. No porque le faltase algo, sino por puro amor, por pura gratuidad. Nos ha dado lo que somos. Nos da en este momento lo que somos. Cristo es nuestra fuente y es también nuestra plenitud. En ser de Cristo, nosotros alcanzamos la plenitud de lo que estamos llamados a ser y eso en cualquier estado de vida. Para poder vivir bien un matrimonio, hay que ser de Cristo. Para vivir bien la vocación sacerdotal, hay que ser de Cristo. Para poder vivir bien una consagración a Dios en la virginidad, hay que ser de Cristo. Porque si cualquiera de esas vocaciones se vive sin ser de Cristo, se vive mal, se vive a trompicones. Señor, Tú te has dado a nosotros, para eso, para que nosotros no vivamos ya para nosotros mismos, sino para Ti, que nos has creado y nos has redimido con Tu sangre, para que podamos ser plenamente nosotros mismos.
Y yo quiero empezar a acentuar una cosa que me parece que tiene que ver con lo que estamos viviendo. Estamos viviendo el drama de la pandemia del coronavirus, −hacemos a la inglesa, que ponemos el virus después del nombre, pero bueno, es como se llama así–, pero, al mismo tiempo, estamos viviendo ahora mismo viviendo unos días en parte para muchos, como que percibimos una cierta libertad en el horizonte de movimientos, que da mucha alegría a muchas personas y que nos da alegría a todos que se pueda -diríamos- recuperar. Pero yo creo que todos somos muy conscientes de que recuperar eso no significa mas que el comienzo de un problema, no digo que igual de grande que el del coronavirus, pero, ciertamente, muy grande. Muy grande para muchas personas y nos vamos a encontrar, obviamente, en un mundo donde personas que viven de su salario, personas que no tienen modo de que ese salario pueda seguir funcionando en estos tiempos; por lo tanto, nos vamos a encontrar en un mundo de mucha necesidad, de muchas carencias, de mucha pobreza y de muchas vidas y familias por debajo del límite de la pobreza. Entonces, yo creo que es un momento de llamada, para que los cristianos descubramos todos que el corazón de la vida cristiana es vivir para Cristo, vivir de Cristo, es amar al mundo como Cristo. El mandamiento del Señor, antes justo de Su Pasión, fue éste: “Que os améis los unos a los otros como Yo os he amado”. Por lo tanto, “como Yo os he amado” nos abre un horizonte sin límite, igual que en el amor de los esposos el Señor pone un amor sin límite. Siempre puede crecer. A veces no podemos resolver los problemas de las otras personas, pero siempre podemos quererlas más o quererlas mejor. A veces, un matrimonio no puede resolver sus dificultades de temperamento distinto, pero siempre podrán quererse mejor y siempre podrán quererse más. Y es ese camino del más y del mejor el que el Señor va haciendo posible en nuestra vida.
“Amaos unos a otros como Yo os he amado”. Yo creo que tenemos que estar preparados para un periodo -y no un periodo de unos meses o así, sino un periodo largo, que no sabemos cuánto de largo- de mucha necesidad. De mucha necesidad de muchas personas. Y el Señor dijo: “En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis y en que sois uno y os amáis como Yo os he amado”. Y en eso conoció el mundo a la antigua cristiandad. Yo creo que recordaba un día en que el emperador Juliano el apóstata, ya a comienzos del siglo IV, les escribía a los sacerdotes paganos de Gallaecia y les decía: “Mirad, y aprended de los cristianos, no sólo no hay pobres entre ellos, sino que -él hablaba a los sacerdotes paganos- nos ayudan a nosotros, paganos, con su caridad, y nosotros no somos capaces ni de ayudar a nuestros pobres”.
Yo Le pido al Señor que todos podamos crecer en la caridad, que estemos atentos. Y a mí me parece que tiene que ser un signo, en el tiempo que viene, sumamente visible de la Iglesia. Claro que yo doy gracias a Dios que las iglesias puedan estar abiertas, que podamos participar más de los Sacramentos, evidentemente. Pero, si el tiempo que viene es como yo creo, porque me parece evidente que nos espera un tiempo de muchas dificultades en el mundo laboral y social, el signo de los cristianos tiene que ser la caridad. Cada uno de nosotros veremos cómo la ejercitamos, cómo la hacemos. Está Cáritas y soy consciente de que muchas personas se unen a esta Eucaristía por la televisión. Y Cáritas debe funcionar especialmente, y sobre todo, en las parroquias, que es donde se conoce el barrio y se conoce a la gente, y quién tiene necesidad. Pero yo creo, aquí estamos en un lugar y dejadme decirlo, luego lo haremos de una manera muy sencilla… pero estamos en un lugar, es la Catedral, es la Capilla Real, es la parroquia del Sagrario, es el centro de la Iglesia en Granada, sin duda, es la casa del obispo, es la Curia arzobispal, el edificio del Arzobispado. Esto tiene que ser no sólo un lugar de culto y procesiones, sino un lugar de caridad. Lo pensaremos de una forma que sea realista, que sea sencilla, como los cristianos debemos hacer las cosas, y sin meter ruido. Pero tiene que ser reconocido, no sólo porque aquí adoramos al Señor, venimos a recibir la Eucaristía, sino porque esa Eucaristía cambia nuestros corazones y nos abre a las necesidades de todos aquellos que se puedan encontrar con nosotros.
Ahora os cuento un sueño mío, que lleva ya un tiempo. Implicar a jóvenes. Sé que en el centro no viven muchos jóvenes. Vosotros sabéis que hace un par de años que yo anuncié que quería hacer una cofradía para jóvenes con la Virgen de la Antigua. La copia de la Virgen de la Antigua ya está hecha, y ahora no la podemos sacar ni vamos a poder procesionar, pero sí que se puede convocar a los jóvenes para esa especie de foco de centro de caridad que tiene que haber aquí entre nosotros. Vincular las dos cosas. La caridad que podemos hacer, pero los jóvenes necesitan adultos que les acompañemos, por lo tanto también entre nosotros. Y si no podemos hacer nada, sí que podemos rezarle al Señor para que eso fructifique bien. Pero que haya un grupo de jóvenes granadinos que sostienen esa hermandad o esa cofradía de Nuestra Señora de la Antigua, y que al mismo tiempo ese sea el centro de caridad en este espacio. Repito, se trata de hacer las cosas muy sencillas, no se trata de que saquemos una bandera… cada uno debe hacer la caridad en su parroquia y debe cooperar con la Cáritas de su parroquia, y luego dejarle al Señor que suscite toda clase de iniciativas.
Yo conozco una panda de chicos y chicas en Madrid, jovencillos, universitarios, que llevan, hará 10 años o así, y algunos ya han dejado de ser universitarios y son profesionales y lo siguen haciendo, pero que se iban a la Puerta del Sol todos los sábados por la noche, a engancharse con los drogadictos que hay por allí y hablar con ellos, y a llevarles bocadillos, y en sus casas preparaban bocadillos y les llevaban bocadillos a esos de la Puerta del Sol. Conozco a otro grupo de chico que llevaban a un barrio de chabolas lo mismo y terminaron creando una asociación que se llama “Bocatas”. En un barrio de chabolas, muy de chabolas, que hay a la salida de Madrid en la carretera de Andalucía.
Pues, que el Señor suscite todas las iniciativas de caridad que quiera. Que pueda identificarse al pueblo cristiano como un pueblo que no se desentiende del destino de las personas: creyentes y no creyentes. También hay que estar atentos. Yo ya sé que esas cosas también se prestan a picaresca, hay que evitarla. Pero hay que responder a la necesidad. No que, por el riesgo de la picaresca, dejemos de ejercer lo que es nuestra primera vocación, que es un amor al mundo que, cuando el mundo pasa necesidad, nosotros no hemos podido estar en la primera fila de los hospitales, pero sí que podemos estar en la primera fila de ayudar a alguien a que pueda encontrar trabajo si puede, de escuchar, de sostener. Y yo creo que vamos a tener que sostener con cosas básicas, con la comida, porque va a haber gente que no va a tener que comer. Yo os lo encomiendo desde hoy para que recemos y el Señor nos ayude. Pero que este rincón −que no es un rincón, que es el centro de la Iglesia de Granada, y suena la campana grande− que sea, ante todo, un lugar de caridad, de amor a las personas, de acogida a las personas, de las formas que el Señor nos ayude a hacerlo. Y yo ya sé que no tengo los cuarenta ni los cincuenta años, y que estoy en esa edad en la que ya dicen que uno es persona vulnerable y no sé qué. Monsergas fritas. Yo quiero estar ahí en primera línea con los que quieran. Y el Señor nos ayudará, porque no nos ha dejado nunca y no nos va a dejar. Y buscaremos, y encontraremos. También lo dijo San Pablo, citando una frase del Señor: “Si es que hay mucho más gozo en dar que en recibir”.
Que el Señor nos ayude a que nuestras vidas sean un don para nuestros hermanos. Medios tendremos lo que tengamos, pero lo importante es que nosotros seamos un don, que nosotros seamos una gracia como Cristo lo ha sido para nosotros. Lo es, lo sigue siendo y lo seguirá siendo para siempre.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
30 de abril de 2020
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral (Granada)