Homilía en la Misa del sábado de la I semana de Adviento, el 5 de diciembre de 2020.
Fecha: 05/12/2020
Los profetas en este tiempo de Adviento nos ponen ante los ojos como un paisaje seco, desolado, difícil, se convierte en un camino donde hay abundante agua para que beba el peregrino; donde, sobre todo, hay una voz que le guiará y le dirá “este es el camino, avanza por él. Te dará lluvia para la semilla, el grano en el campo será abundante y suculento, tus ganados pastarán en tus anchas praderas, los bueyes y los asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado. En toda colina elevada habrá canales y cauces de agua”.
Esta promesa resuena en aquellos a los que Jesús veía en el Evangelio como ovejas que no tienen pastor. No sé si habéis tenido alguna vez la ocasión de pasar algún día, o algunos días, acompañando a un pastor en su trabajo con las ovejas. Y las ovejas uno se da cuenta de que conocen su camino perfectamente, la ruta que tienen que hacer todo el día, desde la mañana a la noche, comen, se echan la siesta, buscan unos arbolitos donde ponerse a la sombra. Pero luego, ellas mismas sin que el pastor las llame se levantan, y el pastor está tranquilo y ellas están tranquilas. Uno ve que hay algo que si fuera el mundo humano, podríamos llamarlo “comunión”. No he visto yo nunca ovejas que no tienen pastor, pero me hago perfectamente a la idea de ovejas que no saben a dónde ir, que se meten en unos peñascos en los que es fácil hasta despeñarse, y desde luego perderse, o hasta meterse y no saber salir. Y nuestro mundo se parece en este sentido al mundo en que vivió Jesús.
Vivimos en un mundo en el que los seres humanos somos tantas veces, tantas veces, y aunque estemos bautizados, y aunque nos llamemos cristianos, pero vivimos la vida como ovejas que no tienen pastor. ¿Qué sucede? Pues que buscamos alimentos, y sosiego y paz en todas partes. Y vamos de escaparate en escaparate o de anuncio en anuncio, o esperando que esta música que nos gusta nos dé la paz, o esta obra de arte, y al que necesitamos es al Señor, porque en esa búsqueda dice “estaban abandonadas y extenuadas como ovejas que no tienen pastor”.
Pero el Señor viene. Viene en el Evangelio: les da a sus discípulos parte del Espíritu que Él posee para que puedan realizar su obra a donde él físicamente no llega. Y eso lo sigue haciendo. Las imágenes de “curad enfermos, resucitad muertos” tiene que ver con salir de esa situación de ovejas abandonadas mediante el perdón de los pecados, a una vida nueva, a una vida en la que uno puede dar gracias continuamente.
Ayer, en una pequeña reunión, yo oía una frase que había oído más veces, quizás no con la misma fuerza: “Yo soy porque Tú me amas”. Y esa es la conciencia de quien encuentra a Jesucristo: “Yo soy porque Tú me amas”. Puedo, afronto el día, afronto la vida, afronto mis torpezas, mis errores, pequeños o grandes, hasta el mal que, sin querer, puedo hacer a los demás y lo afronto con la certeza de que Tu amor es quien me hace constantemente, en este mismo momento que os hablo. No es que me hayas amado, me creaste, y me has echado al mundo, sino que en este mismo momento, en este mismo instante es Tu amor el que me permite ser, el que me llama al Ser. Y me llamas al Ser en un gesto precioso de amor que me da la vida.
Yo sé que tenemos pendiente el seguir con las partes de la Eucaristía y nos tocaría empezar con la plegaria eucarística, con la parte de después, la liturgia del perdón. Después de la liturgia de la Palabra, después del ofertorio, comienza la Plegaria eucarística. Y las primeras palabras de la Plegaria eucarística son: “El Señor esté con vosotros”. Lo del “esté” es una traducción castellana que en el latín no estaba el Verbo. En latín lo que dice es “Dominus vobiscum” y podría traducirse como “el Señor esté con vosotros” como un deseo de que esté, de que venga, pero también, por lo menos cuando se dice al final de la Misa, es “el Señor está con vosotros”. Es decir, que podáis reposar. O sea la frase que a mí me conmovía ayer es una frase que es verdad, siempre, y nosotros los cristianos lo sabemos: el Señor está con nosotros. No solo está con nosotros, sino que si soy, si existo, si vivo, si respiro, si puedo reír y dar gracias, también si puedo llorar, es porque Tú en este mismo momento me amas.
Pues eso: que el Señor esté con todos nosotros y ojalá nosotros como discípulos que han recibido esa parte del Espíritu del Señor podamos hacerles descubrir a otros que está con cada uno.
Que no hay nadie que esté solo, porque el Señor está con todos y desea que todos seamos conscientes de ello.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
5 de diciembre de 2020
Iglesia parroquial Sagrario Catedral