Homilía en la Misa del sábado de la Octava de Navidad, el 26 de diciembre de 2020.
Fecha: 26/12/2020
Esta mañana salía yo del comedor de casa con la prisa de que venía tarde, no a la Misa, sino a un rato de oración que solemos hacer y con el que empieza la mañana. Entonces, he dicho según bajaba: “Hoy vamos a ser cuatro gatos”, porque estaba la ciudad tan silenciosa, tan callada; y he añadido: “Bueno, no importan las personas, lo que importa es el Señor”. Y lo que he dicho, aparte de ser una equivocación porque estamos los de siempre, incluso algunos más, es una estupidez. Porque sí que las personas importan. Importan porque está el Señor y si el Señor es interesante e importante para nosotros, no es sólo porque aplicamos el concepto de Dios, sino porque, realmente, nos es necesario para respirar y es para lo que Cristo ha venido
Estamos en la Octava de la Navidad que, junto con la Pascua, son dos fiestas que necesitan una semana para asomarse a ellas, para entender un poquito lo que significan, y año tras año dejar que eso produzca su fruto en nuestras vidas. Pero nuestra experiencia humana pone de manifiesto que lo que hace la vida interesante es el amor que recibimos. Nuestra dignidad está ahí, recibamos o no recibamos amor. Incluso, como dice el Evangelio de hoy, aunque nos persigan, porque contamos siempre con el amor infinito de Dios.
Dios es interesante, o sea, uno puede interesarse por Dios porque es una fuente de vida para mi vida. Y es una estupidez también lo que he dicho porque, aunque hubiera una sola persona, el Señor se habría encarnado y habría nacido por uno solo de nosotros, por cualquiera de nosotros, por mí, por cualquiera, ¡por uno solo! Uno solo tiene para el Señor un valor infinito. Nuestras vidas, cada una, tienen un valor infinito.
Sólo quiero subrayar, además de esto, que no es una cuestión de número, es lo que yo trataba de decir. Contraponer las personas a Dios… Santo Tomás decía que contraponer a la criatura con Dios es erróneo, porque Dios está en la criatura y porque la criatura es siempre un signo de Dios. No sólo nosotros, ¡toda la Creación!
Lo que quería decir es que San Esteban colocado al día siguiente de la Navidad no es una casualidad ni está puesto al tuntún, ni es simplemente porque San Esteban sea el más grande de los mártires. Es porque fue el primero. Es el primer fruto de la Navidad. Y celebrar a un mártir, al primer mártir, al día siguiente de celebrar la Navidad, significa que la Navidad es un acontecimiento contemporáneo, que es para nosotros, para nuestras vidas: Cristo ha venido para que nosotros podamos vivir. Cuando uno ha encontrado a Jesucristo, cuando uno ha conocido a Jesucristo, aunque sea un poquito, Jesucristo se convierte en lo más querido. Es lo más querido. De nuevo, eso no se contrapone al cariño de las personas. Porque querer a Jesucristo, amar a Dios sobre todas las cosas, es lo que permite amar a las personas de manera adecuada, querer a los prójimos de manera adecuada. Y al revés, amando a las personas, es como se ama a Dios, y no se cae en esa otra trampa que reflejaba también la bobada que yo he dicho esta mañana por ir demasiado deprisa y no pensar, de esos que se creen que aman a Dios porque no aman a nadie. ¡Dios mío, no!
Si uno ama a Dios de verdad, el corazón se aproxima al corazón de Dios y deseas amar. Desearía uno amar al mundo, pero en nuestro corazón no cabe el mundo entero. En la vida nos relacionamos con unos pocos cientos de personas, en el mejor de los casos, pero uno desearía amar al mundo entero. Y algún día cuando estemos en el Cielo, el Señor hará posible que quepa el mundo entero en nuestro corazón, unido plenamente al corazón de Dios.
Subrayo tan sólo para terminar que es curioso cómo se parece la pasión de San Esteban a la Pasión de Jesús, en el perdón a los enemigos, en su fortaleza. Uno siente que no es que le quitan la vida, que es Él quien la da porque quiere.
Que el Señor nos conceda vivir la Navidad de tal manera que Cristo sea lo más querido en nuestro corazón.
Que así sea para cada uno de nosotros y quiera Dios que para toda la Iglesia.
+ Javier Martínez
Arzobispado de Granada
26 de diciembre de 2020
Iglesia parroquial Sagrario Catedral (Granada)