Homilía en la Misa del sábado de la IV semana del Tiempo Ordinario, el 6 de febrero de 2021.
Fecha: 06/02/2021
A lo mejor somos nosotros los que recibimos la invitación del Señor de decir “venid vosotros conmigo” y vamos un poco a solas a estar con Él. Porque necesitamos Su Presencia, necesitamos experimentar su pastoreo, necesitamos experimentar que nuestras vidas no están dejadas simplemente a las leyes de la física, la química, sino que lo que hacemos, lo que sufrimos, hasta nuestras miserias y nuestros pecados, tienen una acogida por parte del pastor bueno, que nos acompaña todos los días de nuestra vida.
Pedimos por el alma de Santiago que, como tantos otros, ha fallecido en estas circunstancias tan dolorosas y tan extrañas, que terminan fácilmente sin querer y, aunque no lo deseemos, haciendo mella en nuestro corazón. Le pedimos, Señor, que no la hagan.
Que Tú nos descubras, una vez más, que el horizonte de nuestra vida es el horizonte del Cielo, de la vida eterna. Que eres Tú quien nos aguarda con los brazos abiertos, del otro lado de la muerte, y que eres Tú el que llena de sentido todas las cosas, incluso cuando éstas se hacen misteriosas y no las entendemos, como no entendemos el misterio que somos, ni entendemos o no estamos hechos para pensar en nuestra fragilidad, en nuestras propias heridas, en nuestro propio mal. Te pedimos, sencillamente, que nos acojas y que podamos decir todos los días “Tu Bondad y Tu Misericordia me acompañan todos los días de mi vida” y con certeza “habitaré en la casa del Señor, por años sin término”.
Confiamos en la Misericordia infinita del Señor para Santiago. Pero también para todos nosotros, que necesitamos esa certeza, de la que tenemos, por otra parte, muchos motivos para vivir en ella, porque tenemos la experiencia de la Misericordia del Señor. Tenemos la experiencia de una historia de amor, de elección, de preferencia que el Señor ha hecho con nosotros y cómo nos ha acompañado, y nos acompaña hasta en los momentos de más fragilidad y más dificultad. Justo porque somos tan frágiles y porque el Enemigo está siempre al acecho, Te pedimos, Señor, que acojas a Santiago, que nos acojas a nosotros, que acojas a su familia, que acojas nuestras súplicas y nuestro dolor. Que nos acojas tal como somos, con nuestra fragilidad y con nuestros pecados.
Ten piedad, Señor. Y ten piedad, sobre todo, de aquellos que puedan vivir estas circunstancias con una fragilidad mayor, que no tengan el horizonte que Tú nos das a nosotros de la esperanza a la vida eterna, de la certeza de la vocación a la vida eterna.
En cada Eucaristía, el Señor viene a nosotros y se renueva el Misterio de la Encarnación, todo el Misterio de Cristo, hasta el don del Espíritu Santo. Acogemos ese don. Los que lo podemos acoger físicamente, lo acogemos, con el corazón también; y los que no lo podemos acoger físicamente, lo hacemos preparando, pidiéndoLe al Señor que Él multiplique en nosotros los signos de Su Gracia, de Su Bondad y de Su Presencia. Y que hasta, en el medio del dolor, nos pueda dar la alegría de ser hijos de Dios y la alegría de saber que nuestras vidas están cuidadas, mimadas, aseguradas por el Señor, cuando nada ni nadie en este mundo tiene el poder de asegurarnos. Pero el amor de Dios sí que está asegurado, y un amor infinito.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
6 de febrero de 2021
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral (Granada)