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Jacob lucha con Dios

I Domingo de Adviento. Ciclo B

Fecha: 30/11/1969. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 565, 6

Tu, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es nuestro redentor". Señor, por qué nos extravías de tus caminos y endurecen nuestro corazón para que no tema?
Vuélvete por amor a tus siervos y a la tribus de tu heredad .
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!
Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en Él.
Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos . Estabas airado y nosotros fracasamos : aparta nuestras culpas y seremos salvos.
Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa.
Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos obra de tu mano .
No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo.
Isaías 63, 16b-17 ; 64, I, 3b-8.



JACOB LUCHA CON DIOS

Hay en el libro del Génesis un antiguo relato popular que presenta a Jacob luchando con Dios (Gen . 32, 23ss.). De alguna manera, todo el Antiguo Testamento es la historia de esta lucha de Dios con el pueblo de Israel: eligió a Israel para realizar con él su plan de salvar a todos los hombres . Sólo era necesario que Israel confiara en el Señor, y se dejara conducir por Él. Pero Israel es "pueblo de dura cerviz", que paga con la infidelidad las hazañas de Dios en favor suyo. Y la historia de bendiciones que pudo haber sido su historia se convierte en una lucha, en un forcejeo entre el Dios fiel a su palabra y la ceguera de Israel .
El texto de este domingo está tomado de los últimos capítulos del libro de Isaías. Otro día veremos qué misión cumplieron los profetas en la historia de Israel. El autor de nuestro texto predica en los años inmediatos a la repatriación de los deportados a Babilonia, es decir, a finales de siglo VI. La situación es difícil ; el pueblo vive miserablemente, y ante sus ojos está Jerusalén en ruinas, y el templo, profanado y destruido. Cunde la desconfianza y el desaliento : ¿no será -se oye decir-, que es el brazo de Dios muy corto para salvar? Aquí, el profeta no se enfrenta con el orgullo de un pueblo satisfecho de sí, sino con su falta de fe. Su tarea es consolar a Israel, recordarle sus pecados, conducirle de nuevo a la confianza en Dios . Sólo así El actuará de nuevo, reconstruirá Jerusalén y se dejará ver de sus hijos.
En el texto de hoy -un salmo de súplica que el profeta hace decir al pueblo-, Israel ha reconocido sus pecados ; ellos son los que le apartaron de Dios, y no puede invocar ningún titulo en su favor ; pero es posible implorar la salvación, porque Dios ha empeñado su Nombre en la lucha, y no puede abandonar a quien le suplica humildemente sin poner en compromiso su omnipotencia y su bondad. "Tú, Señor, eres nuestro Padre, tu nombre es de siempre Nuestro Redentor." "Mira que somos tu pueblo." En la lucha de Dios con Jacob, como en la parábola evangélica del hijo pródigo, como en la Iglesia que sigue hoy esperando la venida salvadora del Señor, son la paciencia y el amor del Padre los que triunfan.

F. J. Martínez.

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