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La consolación de Israel

II Domingo de Adviento. Ciclo B

Fecha: 07/12/1969. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 566, 6

Consolad, consolad a mi pueblo -dice vuestro Dios-, hablad al corazón de Jerusalén. Gritadle: se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.
Una voz grita : En el desierto preparadle un camino al Señor ; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos ha hablado la boca del Señor.
Súbete a lo alto de un monte, heraldo de Sión; alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá; Aquí está vuestro Dios.
Mirad: Dios, el Señor, llega con fuerza, su brazo domina. Mirad: le acompaña el salario, la recompensa le precede . Como un pastor apacienta el rebaño, su mano nos reúne. Lleva en brazos los corderos, cuida de las madres.


LA CONSOLACIÓN DE ISRAEL

Las palabras con que empieza la primera lectura  de la misa de hoy -"Consolad, consolad a mi pueblo- son el comienzo de la sección del libro de Isaías, que se suele llamar ”El Libro de la Consolación” (caps. 40-55), precisamente porque contiene una serie de oráculos de consolación dirigidos al grupo israelita deportado en Babilonia. El exilio fue una dura prueba para la esperanza de Israel ; Jerusalén arrasada y el pueblo disperso, eso era algo más que una adversidad política: parecía el signo del abandono de Dios, puesto que era Dios quien les había liberado de Egipto y  les había entregado la tierra de Canaán, ese “don de la tierra” es toda su razón de ser. Y si ahora Palestina está en manos de extranjeros, podía pensarse que Dios había retirado el favor de su pueblo.

Pero es que, además, en el momento en que el profeta se dirige a sus compatriotas deportados, el Oriente va a cambiar de aspecto. Ciro ha reunido bajo su cetro a los medos y a los persas (549 a. de JC.). Victorioso en Asia Menor, marcha ahora sobre Babilonia. Por eso el mensaje del profeta es una explosión de gozo, una palabra de consuelo y esperanza al corazón de Jerusalén: su crimen ya está pagado y el rey Ciro será el instrumento de Dios para liberar a su pueblo y restaurar Jerusalén.

“Aquí está vuestro Dios ”. El profeta, “heraldo de Sión”, se sirve de la situación histórica para anunciar un acontecimiento religioso, del que la caída de Babilonia es sólo un signo: Dios va a manifestar su gloria y la verán todos los hombres juntos. Es Dios mismo quien viene a liberar a su pueblo, y esta liberación será como cuando Israel marchaba por el desierto, camino de la Tierra de Promisión . El Señor,     que guía a su pueblo a través de la historia como un pastor a su rebaño, hace arder así la esperanza de Israel. Y cuando aparezca Jesús de Nazaret, entonces la profecía se habrá cumplido. No en vano los evangelistas dirán de Juan el Bautistas que él es “la voz del desierto” de nuestro pasaje, que  prepara la venida del Señor. Y en la medida en que los cristianos esperamos aún su manifestación definitiva, las palabras del profeta siguen siendo un consuelo para nuestro exilio.

F.J. Martínez

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