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La Conferencia de El Cairo

Precisiones sobre la posición de la Santa Sede

Fecha: 28/08/1994. Publicado en: Diario La Información de Madrid (28-VIII-94), 26



1.  Se ha venido hablando mucho, en los últimos meses, sobre la Conferencia que la ONU celebrará en El Cairo sobre Población y Desarrollo en los primeros días de septiembre. La Santa Sede está presente en las Naciones Unidas con caracter de observador, pero participa en estas Conferencias Internacionales como miembro de pleno derecho, pues están abiertas a los paises miembros de la ONU y de las organizaciones especializadas dentro del sistema de las Naciones Unidas, y la Santa Sede es miembro de alguna de ellas.

Como se sabe, el Santo Padre ha expresado repetidas veces su inquietud por la orientación del Documento base de la Conferencia del Cairo, llegando incluso a escribir el pasado mes de marzo a todos los Jefes de Estado, para expresar la "dolorosa sorpresa" causada por la lectura del proyecto de documento, y para "llamar su atención sobre los grandes retos que han de afrontar los participantes de la Conferencia del Cairo". En esa carta, el Papa señalaba que "no se puede por menos de tener funestas consecuencias morales". Y en su llamamiento del 17 de abril, refiriéndose al mismo tema, Juan Pablo II decía: "me dirijo a cuantos saben resistir a los modelos tan difundidos de una fatua libertad y de un falso progreso, que, analizados a fondo, constituyen en cambio formas de exclavitud y de involución, porque debilitan al hombre, el carácter sagrado de la vida y la capacidad de amor verdadero. Lo que viola la norma moral no es nunca una victoria, sino  una  derrota para el hombre , que lo convierte en víctima de sí mismo".

La Santa Sede, es cierto, participará en la Conferencia como un estado miembro más de los ciento ochenta que toman parte en ella. Si el documento final no respeta principios morales fundamentales para la Iglesia Católica, igual que para muchas otras tradiciones religiosas, es obvio que la Delegación de la Santa Sede no podrá sumarse al consenso final, sea cual sea la amplitud de ese consenso. Pero es también evidente que el Papa, al igual que otros líderes religiosos, tiene el derecho y el deber de llamar la atención sobre los problemas morales inherentes a la temática de la Conferencia. Los gobiernos de los respectivos paises no deben tomar sus posiciones, en nombre de intereses económicos o políticos de los paises más poderosos, sin tener en cuenta derechos humanos cuya atendibilidad no depende de un determinado orden legal, nacional o internacional. Esos derechos están recogidos en tradiciones religiosas  y morales profundamente arraigadas en la mayoria de los pueblos de la tierra.

También los seis cardenales de los Estados Unidos, en la carta que dirigieron el 28 de mayo al Presidente Clinton, "han expresado -ha dicho el  Cardenal Hickey, de Washington- la preocupación de que nuestro pais, con su fuerte apoyo al documento de el Cairo, se esté comprometiendo a obligar a otras naciones a adoptar el aborto, la esterilización y la contracepción artificial como condición para recibir ayudas internacionales". El Cardenal Hickey ha llegado a hablar de "neocolonialismo" con respecto  a esta presión sobre otras naciones para imponerles una redefinición de la familia y  prácticas inmorales contrarias a sus tradiciones.

2. Se ha hablado de un consenso de la ONU, que el Santo Padre estaría amenazando con sus intervenciones. Nada más falso. Es curioso que la recomendación 18e de la anterior Conferencia, celebrada en Méjico en 1984, decía que "en ningún caso se debe promover el aborto como método de planificación familiar", y apremiaba a los gobiernos a "tomar las medidas necesarias para ayudar a las mujeres a evitar el aborto ... y, donde sea posible procurar un tratamiento humano y asesoramiento a las mujeres que han recurrido al aborto".  ¿Cómo es posible que un consenso de hace sólo diez años se haya transformado ahora en un consenso de signo contrario? ¿Qué ha sucedido? No diría mucho a favor de la solidez de las convicciones morales de la ONU, ni de los argumentos supuestamente "científicos" con que se nos quiere vender la nueva posición, si un cambio tan radical debiera atribuirse tan sólo al cambio de la política estadounidense  con el paso de la administración Reagan a la administración Clinton. Pero es un pensamiento difícil de evitar.

En todo caso, el consenso no existe. Son numerosos los paises, de todas las latitudes, que han expresado su convergencia con las preocupaciones del Santo Padre.  Por limitarnos sólo al ámbito europeo, por ejemplo, el embajador italiano en la Santa Sede ha declarado categoricamente: "Hay propuestas  que no deben ser aceptadas en el Cairo, según la opinión de una mayoría que se va reforzando, como la proposición aberrante de considerar el aborto entre los métodos de control del crecimiento demográfico". Y lo mismo el embajador alemán: "La Constitución alemana garantiza el derecho a la vida al ser humano apenas concebido; el matrimonio y la familia gozan de una particular protección del Estado (...) La Santa Sede no se quedará sola en sus posiciones".

3. ¿Cuáles son esas posiciones de la Santa Sede? Habría que decir, que, en primer lugar, se trata de un criterio, compartido por casi todas las tradiciones religiosas de la humanidad: todo tema humano -y temas humanos son el desarrollo y la demografía- debe ser abordado teniendo en cuenta un "parámetro interior", la norma moral inscrita en el corazón de todo hombre. No tener en cuenta esta dimensión moral es siempre desastroso para el hombre, como lo muestran las consecuencias gravísimas que la permisividad moral y el hedonismo están teniendo ya en las sociedades desarrolladas. Supeditar esa dimensión moral a intereses económicos, políticos o ideológicos es un desprecio a los derechos del hombre, de incalculables consecuencias. La responsabilidad es mayor cuando se trata de un foro como la Conferencia del Cairo, que puede influir en las políticas de los gobiernos y en los hábitos de vida de miles de millones de personas. Lo que está en juego es el futuro mismo de la humanidad.

El valor moral que la Iglesia infatigablemente sostiene y salvaguarda, frente a todas las amenazas y ataques de que es objeto en el mundo contemporáneo, es la dignidad inviolable de la persona humana, independientemente de la edad, del sexo, de la religión, de la nacionalidad o de la raza; y, en consecuencia, el carácter sagrado de la vida humana, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Al bien de la persona humana pertenece constitutivamente esa institución insustituible que es la familia, "santuario del amor y de la vida". Por ello, ha dicho el Papa, "lo que amenaza a la familia, en realidad, amenaza al hombre". La misma Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma sin equívocos que la familia "es el núcleo natural y fundamental de la sociedad". ¡Pero en el borrador del documento de El Cairo la familia aprece tratada como una institución a redefinir y a superar!

4. Los reparos concretos de la Santa Sede ante este documento provienen todos de esta posición fundamental de la enseñanza social cristiana. Veámoslos uno por uno. El primero concierne a la familia. "La concepción de la sexualidad que subyace en este texto -ha escrito el Papa- es totalmente individualista, en la medida en que el matrimonio aparece como algo superado. Ahora bien, una institución natural tan fundamental y universal como la familia no puede ser manipulada por nadie". La familia "está incluso antes que el estado, el cual debe reconocerla y ha de defenderla sobre la base de evidencias ético-sociales fácilmente comprensibles y que nunca se han de descuidar".

Un segundo reparo está en la consideración del aborto como un derecho y como un método apropiado de control del crecimiento demográfico:  "Resultan aún más graves -escribía el Papa a los jefes de estado- las numerosas propuestas de un reconocimiento generalizado, a escala mundial, del derecho al aborto sin ninguna restricción, lo cual va mucho más allá de lo que, por desgracia, ya consienten algunas legislaciones nacionales". El aborto está considerado en el borrador como un componente esencial del concepto de "salud reproductiva" (un concepto análogo al de "salud sexual", que son usados en el borrador de El Cairo más de cien veces). Por muchos que se disimulen y se retuerzan los conceptos, no es posible considerar un crimen como una dimensión esencial de las políticas de salud, y menos aún, de las políticas de desarrollo.

La Santa Sede no se limita a poner reparos al borrador del documento. Ha subrayado también que el tema del desarrollo, que está incluído en el orden del día de la Conferencia, recibe muy poca atención si se compara con la que se da a las políticas antinatalistas. En lugar de recurrir a la solución más fácil y menos solidaria, que es limitar el crecimiento de la población en los paises menos desarrollados, mediante el recurso a métodos inmorales como el aborto o la esterilización, lo que se debe y se puede hacer, si hubiera voluntad para ello, es estimular el desarrollo de los pueblos, o facilitar una educación que permita a los paises más pobres una mejor gestión de los recursos naturales disponibles, inmensamente mayores de lo que se dice. Si el documento del Cairo fuese aprobado, el porcentaje de los fondos internacionales destinados al desarrollo que se emplearía en actividades de control de la natalidad pasaría de un 1'4 % al 4%. Traducido en cifras, eso significa que en el año 2000 se invertirían en actividades de control de la población al menos 13 mil millones de dólares, en lugar de los 5 mil que ya se emplean hoy.

El proyecto del documento del Cairo y sus defensores tratan de hacer aceptables sus propuestas introduciendo neologismos ambiguos como "salud reproductiva", "derechos de reproducción", o "regulación de la fertilidad". Estos términos son simplemente eufemismos con los que se quiere encubrir una realidad mucho más terrible:  la dramática insolidaridad de los paises desarrollados para con los más pobres, y la falta de respeto de unos pocos para con la dignidad, las tradiciones y la conciencia moral de la mayoría.

† Francisco Javier Martínez
Obispo Auxiliar de Madrid

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