X Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Fecha: 02/06/2005. Publicado en: Semanario Alfa y Omega 453 y en el semanario diocesano de Granada y Guadix, Fiesta 640
Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
-«Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió.
Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
-«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores? »
Jesús lo oyó y dijo:
-«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Hay dos imágenes de lo que es la Iglesia, y en consecuencia, de lo que es un mundo cristiano, y en consecuencia, de lo que significa la misión.
En la primera de esas imágenes, un concepto fundamental es la justicia de Dios, imaginada como una proyección de la justicia humana. Según esa imagen, en la parábola de los obreros enviados a la viña, los de la primera hora cobrarían de acuerdo a las horas que habían trabajado, y el de la última hora, también (es decir, apenas nada). Es lo justo. En la parábola del hijo pródigo, según esa misma imagen, la justicia estaba del lado del hermano mayor: «Yo, toda la vida contigo, y ni un cabrito para festejar a mis amigos. Pero a este hijo tuyo que se ha ido de casa, que ha dilapidado tu fortuna con prostitutas, a éste sí, a éste le matas el ternero cebado, y corres a abrazarle, y llamas a los músicos y organizas una fiesta». No se puede estar más cargado de razón. Cualquier otra cosa sería una intolerable arbitrariedad.
En esa imagen, el pastor jamás dejaría noventa y nueve ovejas en el desierto para irse a buscar una que se había descarriado..., y, además, seguro que por su culpa, por no haber hecho caso a las indicaciones del pastor. Seguro. Ningún pastor haría semejante cosa. Si el pastor se va a buscar la oveja perdida, a su vuelta podría haber perdido más, y no es seguro que encontrase a la que falta, o incluso, que, si la encuentra, ella quisiese venir con él.
Algunas de las gentes que piensan en estas claves suelen estar muy preocupadas con afirmar insistentemente la existencia del infierno, como parte inequívoca de la fe católica. Y parecen suponer que el infierno va a estar lleno de todos los que no les hicieron caso. Por supuesto, el infierno existe, puesto que desde Cristo sabemos que existe el cielo, y que somos libres, y puesto que Dostoiewski pudo escribir La Leyenda del Gran Inquisidor. El problema de estas gentes que juegan irresponsablemente a hacer el papel de Dios no es el infierno. El problema es que no tienen experiencia ni del cielo ni de la libertad. Es que no conocen a Cristo, ni su amor, ni el poder de su salvación. Es que no conocen a Dios. La lógica con la que piensan es la de los fariseos. Y son tan necios que no caen en la cuenta de que, si esa lógica fuera el secreto último de la realidad, lo que estará vacío será el cielo. No saben que al cielo, como a la Iglesia, sólo se entra por gracia. ¡A lo mejor hasta se piensan que es que ellos lo merecen!
La otra imagen es la del cristianismo: el Pastor dejó las noventa y nueve en el desierto, y el hijo pródigo tiene su fiesta y el abrazo del Padre, y el pobre desgraciado que no se había enterado de lo que se cocía en la plaza hasta última hora de la tarde recibirá todo el salario del día. La lógica del Evangelio siempre ha sido escandalosa para los cálculos humanos. Porque Dios es Dios.
† Javier Martínez
Arzobispo de Granada