Con motivo del cincuenta a niversario de la Coronación Canónica de María Santísima de Araceli
Fecha: 25/03/1998. Publicado en: Boletín Oficial de la Diócesis de Córdoba, I-VI de 1998. Pág. 311
25 de marzo de 1998, fiesta de la Encarnación del Señor.
Al acercarse ya la fiesta de nuestra queridísima Patrona, en este año en que celebramos el cinquentenario de su Coronación Canónica, quiero dirigiros una palabra de exhortación. María Santísima, la Madre del Señor, es el comienzo de la humanidad redimida. Su figura nos pone ante los ojos la dicha que va unida a la fe. “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Ella, que precede a la Iglesia en su peregrinar por la historia, nos muestra a todos el camino: en acoger el designio bueno de Dios para nuestra vida -en acoger a Cristo, que está en medio de nosotros por el don de su Espíritu Santo- se hallan el gozo y la plenitud que todo hombre desea. Ahí radica también el secreto de una humanidad verdadera, de una sociedad justa y fraterna.
Yo pido al Señor, por la intercesión maternal de María Santísima de Araceli, que la celebración de este cincuentenario sirva a todos los lucentinos para recobrar la vitalidad de la fe y de la esperanza cristianas, los bienes más indispensables, los que todos más necesitamos -niños y ancianos, jóvenes y adultos, sanos y enfermos. Pido especialmente que fortalezca el amor de los matrimonios y la vida de la familia, tan duramente golpeada por los ídolos del mundo moderno: el dinero y el poder. ¡Virgen de Araceli, condúcenos a tu Hijo, “el Camino, la Verdad y la Vida”!
Os bendigo de corazón a todos.
† Javier Martínez
Obispo de Córdoba