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"Hagamos del mundo la tierra de todos"

Carta con motivo de la XLI Campaña de Manos Unidas, promovida por "Manos Unidas"

Fecha: 25/01/2000. Publicado en: Boletín Oficial de la Diócesis de Córdoba, I-VI de 2000. Pág. 299



A LOS SACERDOTES, RELIGIOSOS Y FIELES
DE LA DIOCESIS DE CORDOBA.


25 de enero del año 2000

Queridos hermanos:

Un año más, Manos Unidas nos invita a tomar conciencia de las necesidades de los hombres y mujeres a lo largo y ancho de nuestro mundo, partiendo de nuestra experiencia cristiana. En efecto, la fe nos hace sentir como propias las necesidades de todos. Esa ha sido a lo largo de los años la fuerza y la fecundidad de Manos Unidas, desde que aquel primer grupo de mujeres de la Acción Católica inició esta aventura que llega hasta nuestros días. Se trata de un eslabón más en una interminable cadena de caridad, que atraviesa la historia como signo elocuente de una novedad humana incontestable; la novedad que ha introducido en el mundo Jesucristo con su encarnación, muerte y resurrección, y que hoy sigue haciendo presente la Iglesia.

Manos Unidas ha ido desplegando a través de sus campañas anuales, la amplitud y profundidad de las necesidades de pueblos enteros: ha puesto ante nuestros ojos el flagelo del hambre, que mata cada año a millones de hombres, mujeres y niños; pero también nos ha recordado que existe un hambre de libertad, e indisolublemente ligada a ambas, un hambre de sentido para la propia vida. Por eso, cuando nos acercamos con la mirada del Evangelio a las necesidades de nuestros hermanos, no podemos detenernos a medio camino. Son necesarias acciones concretas de alivio, proyectos de desarrollo, cambios legislativos y nuevas políticas económicas. Pero todo ello sería inútil a la larga, si no fuera sostenido por personas y comunidades renovadas, capaces de asumir con alegría la responsabilidad de su propio destino. Esto sólo será posible si compartimos con ellos no sólo bienes, técnicas y saberes, sino la novedad de vida que hemos recibido de Jesús en la Iglesia. Por eso el fondo de la justicia se llama caridad, y bien podemos decir que la caridad es la verdadera matriz de una civilización que estamos en grave riesgo de perder.
Este año 2000, la Campaña de Manos Unidas se centra en la necesidad de un justo reparto de la tierra. Para millones de familias en Asia, Africa y América, disponer de un pedazo de tierra no es sólo la forma de asegurar el pan de cada día, sino la posibilidad de salvaguardar la propia identidad, las raíces culturales y religiosas que les permiten un verdadero desarrollo humano, y les protegen de la feroz uniformidad que impone la cultura de masas dominada por el materialismo. Siguiendo una línea iniciada por la Sagrada Escritura, continuada por los Padres de la Iglesia y confirmada por la enseñanza de los Papas, el Pontificio Consejo “Justicia y Paz” ha publicado recientemente un documento que denuncia las situaciones de pobreza y de injusticia dramáticas e intolerables, derivadas del injusto reparto de la tierra. También recuerda que en la Biblia, la justicia tiene un significado esencial de protección de los más débiles y de tutela de sus derechos en cuanto hijos de Dios. Manos Unidas se coloca en esta perspectiva y propone que este Año Santo Jubilar que estamos celebrando, sirva para restablecer la justicia a través de una reforma agraria que tenga en cuenta todos los factores implicados.

Pero junto a la denuncia de estas situaciones y la propuesta de soluciones políticas justas, Manos Unidas nos presenta de nuevo el amplio abanico de sus proyectos, protagonizados siempre por personas y comunidades con las que mantiene un vínculo vivo de fraternidad cristiana. Esta es la mejor garantía para obtener el fruto de unas mejores condiciones de vida de los pobres, y de un desarrollo integral que no deje fuera ninguna dimensión humana.

Queridos hermanos: que se ensanche vuestra generosidad al contemplar las necesidades de los más pobres a la luz de Cristo “que siendo rico se hizo pobre, para enriquecernos a todos”. Que vuestra oración, vuestra dedicación personal y vuestra aportación económicas, sirvan para sostener las obras que en nombre de toda nuestra comunidad diocesana lleva a cabo Manos Unidas.

Os bendigo a todos de corazón,

† Javier Martínez
Obispo de Córdoba

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