Carta con motivo del Domund
Fecha: 30/10/2002. Publicado en: Boletín Oficial de la Diócesis de Córdoba, X-XII de 2002. Pág. 217
CRISTO NOS LLAMA AL RELEVO MISIONERO
Con el lema :«Jesucristo te llama al relevo misionero», la jornada del Domund llama a toda la Iglesia a que salgamos de la ambigüedad y demos profundidad y riesgo a nuestro compromiso misionero de trasformar con Cristo la historia y construir la civilización del amor. «¡Rema mar adentro!» Esa llamada del Papa al comienzo del tercer milenio cristiano, a sacudir el temor y a confiar en Cristo, resuena con una fuerza especial esta campaña misionera.
La ambigüedad se da la mano con la tibieza y la mediocridad. Salir de la ambigüedad es dejar totalmente aquello a lo que se ha renunciado, y vivir plenamente lo que se ha aceptado.
La profundidad es darle calado y seriedad a la respuesta a Cristo. «Ha llegado el momento de dedicarle todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad gentes… nadie debe eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos» (Redemptoris missio 3).
El riesgo es dejarlo todo y seguir a Cristo, no tener ni buscar seguridades, caminar sobre el agua en medio de la tormenta y el vendaval…y todo ello sin miedo, sin titubeos, sin mirar atrás, sabiendo de quién nos hemos fiado. Nos hemos fiado de Jesucristo, el hijo de Dios hecho hombre y presente en la Iglesia, vencedor del pecado y de la muerte, cuya promesa no defrauda.
Especial interés tiene para nosotros el Mensaje que el Papa ha enviado para esta Jornada Misionera, pues perfila la definición, validez, naturaleza y método de la misión. Coincide, además, con el comienzo de la andadura de nuestras Orientaciones Pastorales para darle a la vida de nuestra Diócesis «un nuevo impulso misionero» y cuando hemos visto conveniente adoptar como segundo gran objetivo diocesano el «recuperar el gozo de la evangelización en un mundo secularizado como la única misión de la Iglesia». Dice así el Santo Padre:
- La misión evangelizadora de la Iglesia es esencialmente el anuncio del amor, de la misericordia y del perdón de Dios, revelados a los hombres mediante la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. Es la proclamación de la gozosa noticia de que Dios nos ama y quiere que estemos todos unidos en su amor misericordioso, perdonándonos y pidiéndonos que perdonemos a los demás, incluso las ofensas más graves. (Mensaje n. 1).
- La urgencia de la misión se justifica por el crecimiento numérico de los que aún no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia, porque es un deber cristiano, y porque sólo el amor de Dios tiene capacidad para reconciliar la pluralidad de razas y culturas, las dolorosas divisiones, los contrastes ideológicos, las desigualdades económicas y los violentos atropellos que aún oprimen a la humanidad; por las horribles guerras, revoluciones y conflictos que siguen afligiendo al mundo; y por el anhelo de tantas personas que experimentan una gran sed de Dios y de su amor misericordioso (cf Mensaje n.2).
- La naturaleza de la misión de la Iglesia, el corazón del mensaje cristiano, es el anuncio del misterio pascual de Cristo crucificado y resucitado.
La Cruz, en la que resplandece ya el rostro glorioso del Resucitado, nos introduce en la plenitud de la vida cristiana y en la perfección del amor, porque revela la voluntad de Dios de compartir con los hombres su vida, su amor y su santidad.
Desde la Cruz Jesús indica con qué condiciones es posible practicar el perdón. Al odio con que sus perseguidores lo habían clavado en la Cruz responde rogando por ellos. No sólo los ha perdonado, sino que continúa amándolos, queriendo su bien y, para esto, intercede por ellos. Su muerte se convierte en verdadera y propia realización del Amor ( Mensaje n. 3).
Ante el gran misterio de la Cruz no podemos sino postrarnos en adoración…
Con el perdón absoluto de Cristo, otorgado también a sus perseguidores, comienza para todos la nueva justicia del reino de Dios (Mensaje n. 4). La Iglesia nunca debe olvidar que Jesús, durante la Última Cena, le puso esta manera de amar como norma y distintivo (Jn 13, 34-35).
Cristo resucitado dona a sus discípulos la paz. La Iglesia, fiel al mandato de su Señor, vive para ello sigue proclamando y difundiendo la paz. Mediante la evangelización, los creyentes ayudan a los hombres a reconocerse hermanos y a reconocerse como peregrinos, todos encaminados hacia la patria común que Dios no cesa de señalarnos a través de caminos conocidos sólo por Él (Mensaje n. 5).
- Especialmente importante es que establece el diálogo como método de la misión, el camino real de la misión. El diálogo lleva a hablar con el otro con estima y comprensión, afirmando los principios en que se cree y anunciando con amor las verdades más profundas de la fe, que son alegría, esperanza y sentido de la existencia. Este diálogo está vinculado a la voluntad de perdón, porque quien perdona abre el corazón a los demás y se hace capaz de amar, de comprender al hermano y de entrar en sintonía con él. Por otra parte, la practica del perdón, según el ejemplo de Jesús, desafía y abre los corazones, cura las heridas del pecado y de la división, y crea una verdadera comunión (Mensaje n.5).
Que María, reina de la evangelización –con palabras del Papa– nos acompañe en nuestro camino de descubrimiento, de anuncio y de testimonio del Amor de Dos, que perdona y dona la paz al hombre.
Os bendigo de todo corazón
† Javier Martínez
Obispo de Córdoba