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Las sentencias de un sabio de Israel

Domingo de la Sagrada Familia

Fecha: 28/12/1969. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 569, 6



Lectura del Libro del Eclesiástico: Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre la prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos, y cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor le escucha; no le abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia; no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados; el día del peligro se acordará de ti y deshará tus pecados como el calor la escarcha. (3, 3.7, 14-17)



Ya los griegos admiraron la vetusta sabiduría del Oriente, que desde entonces ha tenido siempre un no sé qué de legendario . Y es verdad que en todo el Antiguo Oriente abundó la literatura que podemos llamar "sapiencial". Su origen está en la clase de los escribas, funcionarios de las cortes y los santuarios, donde consignaban los anales reales y las tradiciones sagradas, al mismo tiempo que se ocupaban de la educación de los príncipes; su situación, dado lo complicado que era entonces el sistema de escritura, los convertía en hombres cultos, artistas del buen decir, pero también en finos moralistas, atentos a cuanto les rodeaba, y sobre todo al comportamiento humano. Su saber brotaba de la vida misma, y sus máximas, fruto de la observación y la experiencia, se transmitían en las escuelas de escribas como un legado precioso.

Cuando David y Salomón construyeron su corte según el modelo de los reinos vecinos, también en Israel cuajó el oficio de los escribas. Por eso en el Antiguo Testamento la Sabiduría se atribuye en bloque a Salomón, lo mismo que la ley a Moisés . Son estos "sabios" de Israel los que han puesto por escrito no pocas de las tradiciones históricas del Antiguo Testamento, además de dejarnos, en los escritos que el uso cristiano ha llamado "sapienciales", un acerbo de sabrosa experiencia humana y religiosa.

El Eclesiástico es uno de estos escritos, colección de sentencias y parábolas de un sabio del siglo II. Escrito cuando la influencia triunfante de la civilización griega ponía en peligro la religión de Israel, su autor sabe unir un sano optimismo -él ama la música y la buena mesa- con las recias exigencias morales de su fe. En el pasaje que leemos hoy se repite de varias formas el deber, inculcado muchas veces en la Sagrada Escritura, de respetar a los padres. "Honra a tu padre y a tu madre", dice el Decálogo . Este amor a los padres contrapesará nuestros pecados, los deshará "como el calor la escarcha" . Jesús mismo, que no vino a abolir la Ley, sino a perfeccionarla y ahondarla, recordará la urgencia de este mandamiento frente a las menudencias en que los judíos hacían consistir la perfección moral. ¿No seguirá esto siendo verdad para nosotros?

F. J. MARTINEZ

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