Fecha: 16/04/2006. Publicado en: Periódico El Ideal de Granada
¿Tendría sentido la Semana Santa sin la resurrección desde el punto de vista de la Fe Cristiana?
No, en absoluto. Sin la resurrección, todos los pasos de la pasión no serían más que el relato de un horrible fracaso humano. Uno más, como ha habido y hay millones en la Historia. No habría entonces nada que celebrar, y no sólo en la pasión de Jesús, sino en nuestra propia vida. Porque al final, si la última palabra la tiene la muerte, todas las historias humanas, incluida la mía, son siempre un fracaso. Y la conciencia de ello es tanto más insoportable cuanto más bella haya sido la vida. Por eso, sin la resurrección de Cristo, todo sería igual de chato. Nada tendría ningún valor. La vida no valdría, en realidad, nada. Ni el amor, que es la realidad más hermosa de la vida, tendría valor alguno. Todo estaría huero, vacío.
¿Cuál es la simbología de la resurrección en la Semana Santa para el cristiano?
La resurrección es, ante todo, un acontecimiento, un hecho. Es verdad que es un hecho único, como el origen del mundo, o el de mi existencia. En ese sentido, como algo que sucede en cierto modo en el borde de la Historia, es un hecho del que yo no puedo ser nunca espectador. Tampoco tengo con qué compararlo, porque no se puede repetir en el laboratorio. Exactamente igual que los otros hechos a que acabo de referirme. Pero eso no quiere decir que no tengamos elementos que permiten verificar el testimonio de los Apóstoles. También igual que en los otros hechos que he mencionado. Por una parte, el nacimiento mismo del cristianismo –y mil detalles de ese nacimiento–, sería absolutamente inexplicable, un absoluto misterio histórico, sin el hecho de la resurrección de Jesús. Pero no todos los hombres tienen por qué ser historiadores, o tener los elementos de juicio para darse cuenta de ello. Por eso, la verificación más importante de la verdad del anuncio de la Iglesia (pues el anuncio de la Iglesia consiste, en su núcleo más íntimo, en proclamar que Jesús ha resucitado) se da en la propia vida. Cuando ese anuncio se acoge con sencillez de corazón, la vida crece, mi humanidad crece, vivir se hace algo nuevo, de arriba abajo. Algo nuevo y bueno. Y eso pasa una vez, y otra, y mil veces a lo largo de la vida. Eso no sucede sobre una mentira, como todos sabemos por experiencia. Y lo mismo, cuando uno mira la historia de veinte siglos de cristianismo. Sobre la fe cristiana, verdadera y sencillamente acogida en la comunión de la Iglesia, florecen existencias llenas de belleza, esplendorosas, en hombres y mujeres de todas las edades, de todas las clases sociales. No sé si he respondido a tu pregunta. ¿Simbología de la resurrección? Sus consecuencias. Que la plenitud es posible, y ya en esta vida. Que la vida humana tiene un valor sagrado, casi infinito.
¿Cómo se debe celebrar la Pascua de resurrección?
La Pascua es la alegría porque el amor ha triunfado sobre la muerte y el pecado. Sobre la muerte y el pecado del mundo, y sobre mi muerte y mi pecado. Ese triunfo, la certeza de ese triunfo, es una fuente inagotable de gratitud y de alegría. Lo que pasa es que la alegría no es nunca un deber, es un dato. Se está alegre o no se está. Y en realidad, todos quisiéramos estarlo, y siempre. Pero no hay una fórmula, en el sentido de una fórmula que nosotros pudiéramos manejar a nuestro antojo. Ahí es donde la certeza del triunfo de Cristo abre en la existencia humana una fuente inagotable de gozo y de gratitud. Pero no como algo programado, sino como un amor que nace, como algo que uno se encuentra, como una amistad verdadera o una bella mañana.
¿Qué le parece el enfoque granadino hacia la Semana Santa en general, y el Domingo de resurrección en particular, ya que hay provincias españolas en las que esta semana acaba en la crucifixión de Cristo?
Doy gracias a Dios porque la Semana Santa granadina termine en la Resurrección. Igual que doy gracias por la Eucaristía de Pascua con los “facundillos”. La resurrección es la desembocadura de la pasión y, sin ella, a la Semana Santa le falta como la clave para entenderla. Si no fuera por la resurrección, ¿que sentido tendrían unos tronos dorados para llevar la imagen de un hombre condenado, torturado y ajusticiado? ¿O esos bellísimos palios para custodiar el dolor de una mujer que ha perdido a su hijo, y de ese modo? No, sin resurrección no habría belleza alguna en esa historia.
Desde el punto de vista de la Iglesia a la que usted representa, ¿cómo se ve la afición de los granadinos a esta Semana Mayor?
Vivimos un momento, social y cultural, en que hay una insatisfacción muy grande con la vida, con todas las cosas. Y en el que, sin embargo, parece que tenemos de todo. Esto abre la conciencia a la intuición de que, aunque el progreso científico y tecnológico pudiera continuar al paso que ha tenido en el último siglo (lo cual no es seguro en absoluto), podríamos perfectamente no ser más felices. Incluso podríamos serlo menos, mucho menos. El precio que pudiéramos tener que pagar por ese “progreso” podría ser carísimo. ¿Qué nos falta? Nuestra humanidad, un sentido a las cosas y a la vida, un sentido a todo que no sea el poder. En clave cristiana, nos falta sencillamente Dios, nos falta la redención de Cristo, nos falta el amparo y la misericordia y la ternura de una madre que pueda conducirnos hasta la plenitud que anhelamos. Sin esta hambre, sin esta sed, la Semana Santa de Granada, su belleza, su humanidad conmovedora y rebelde a la destrucción, no serían en absoluto comprensibles. No existirían, sencillamente.
¿Algo que quiera añadir?
Sí. Feliz Pascua de resurrección para todos los granadinos. ¡Cristo ha resucitado!