En defensa de la familia
Fecha: 14/06/2005
« «NOTA DE PRENSA DEL ARZOBISPADO DE GRANADA
El Arzobispo de Granada asistirá a la manifestación convocada por la organización civil “Foro Español de la Familia” para el próximo dieciocho de junio, ante la legislación sobre parejas homosexuales que se prepara en este momento, acompañando a los muchos fieles cristianos y a los otros Obispos que van a asistir a la misma. Igualmente, el Arzobispado de Granada, para facilitar la participación de quienes quieran tomar parte en este gesto y no dispongan de otro medio de transporte, o no hayan previsto de otro modo su participación, pondrá a disposición de los fieles 22 autobuses, que saldrán de Granada el mismo sábado 18 a las 9 de la mañana, y regresarán después de la manifestación. El punto de encuentro y de salida es enfrente del Palacio de Deportes, en el bulevar entre Carretera de la Zubia y Camino Bajo de Huetor. A lo largo del viaje, se pedirá a quienes se adhieran a este gesto, una colaboración voluntaria para hacer frente al coste del alquiler de los autobuses.
Ante el hecho de la manifestación del 18 J el Arzobispo ha hecho la declaración siguiente:
“Diversas instancias del Magisterio de la Iglesia, y yo mismo, hemos manifestado reiteradamente nuestro juicio decididamente negativo ante este inicuo y burlón proyecto de ley, que discrimina a los matrimonios verdaderos, destruye un bien social sagrado, y ofende a la inteligencia. El proyecto legislativo ignora, en efecto, el bien precioso que es el matrimonio para cualquier sociedad, un bien que han protegido a su modo todas las civilizaciones y culturas de las que tenemos memoria histórica. Su eventual puesta en práctica causará un daño inmenso y será una fuente de destrucción y de sufrimientos sin fin en la sociedad española”.
“La causa que da lugar a la iniciativa de la manifestación es, pues, no solo justa, sino de una gravedad extrema. En este asunto están en juego derechos y verdades fundamentales sobre el hombre y sobre la vida, que conocen también muchas personas de otras tradiciones religiosas o que no son miembros de la Iglesia. Precisamente por la seriedad de los bienes que están en juego, la Iglesia anima a sus fieles a participar en la manifestación, legítima expresión de la libertad en la sociedad en que vivimos. Al mismo tiempo, es importante recordar que la Iglesia no se identifica con ningún partido, ni con organización alguna. No lucha contra nadie, y quiere el bien de todos, también el de las personas homosexuales. Como Cristo hizo, y como nos enseña a hacer día a día en la Eucaristía, ofrece constantemente su vida por la vida del mundo”.
“La Iglesia sabe también que lo que hace posible que se pueda proponer una legislación de este tipo son valoraciones de la vida humana que tienen raíces muy hondas en la cultura secular moderna, y de las que todos somos probablemente responsables o cómplices. Esas raíces tienen mucho que ver con una aceptación de la primacía de los intereses económicos y políticos sobre las cuestiones del significado de la vida y del bien moral, aceptación que ya desde hace mucho tiempo viene destruyendo la dignidad de la mujer y del matrimonio, y daña irremediablemente la vida familiar, laboral y social. Y sin embargo, esa primacía está asumida y aceptada como algo obvio y evidente por muchos, incluso por muchos cristianos. La marginación para las realidades de la vida cotidiana de la comunión de la Iglesia, y en ella, de la experiencia cristiana de Dios y de la vida, que viven y sostienen también muchos cristianos de formas diversas, es otra de las causas indiscutibles de la situación en que hoy se encuentra el mundo”.
“Por último, la Iglesia sabe que el modo más inteligente y eficaz de defender la dignidad de la persona humana, y el matrimonio y la familia, es vivir en plenitud la comunión de la Iglesia y proponer la fe en Jesucristo , porque Jesucristo es el único Redentor del hombre. Por eso, la destrucción de la persona humana en el mundo en que vivimos es para los cristianos, ante todo, una llamada a la conversión, de la que tenemos todos una urgente necesidad. Volvernos a Dios, que ama al hombre, hasta entregar a su propio Hijo por la vida del mundo; volvernos a Cristo y a la comunión de la Iglesia, como el lugar donde me aguarda siempre la paternidad misericordiosa de Dios; reconstruir el tejido eclesial, el cuerpo de Cristo roto por nosotros de tantas formas; anunciar el Evangelio, esto es, que hay un lugar en la tierra donde alegría y plenitud son posibles, y que ese lugar se llama Iglesia; éstas son las tareas más urgentes – y las únicas eficaces a la larga –, para aquellos a quienes les importa la familia, la sociedad, y la educación de niños y jóvenes en la verdad y en la libertad. Esta necesidad y esta tarea permanecen intactas al día siguiente de la manifestación. Y son nuestra misión cotidiana como cristianos”.