Fecha: 19/07/2006
El Arzobispo de Granada expresa su plena comunión con las palabras del Papa en Ratisbona, y denuncia la instrumentalización que se ha hecho y se hace de ellas para justificar nuevas e inicuas explosiones de violencia, y para dar la impresión, absolutamente falsa, de que la Iglesia Católica o el Santo Padre fomentan la violencia. La polémica desatada, su tono y su hipocresía, son una confirmación de la oportunidad de la reflexión del Santo Padre, y de la necesidad de un debate intelectualmente riguroso sobre la relación entre razón, religión y violencia.
Precisamente el sentido de las palabras del Papa, evidente para cualquier persona que las lea sin prejuicio, es criticar la manipulación y el “uso” del nombre de Dios para justificar la violencia. La violencia en nombre de Dios es “irracional”, y difícilmente puede presentarse como verdadera “religión”. Con ello el Papa da un criterio esencial para distinguir lo que es “religión” de lo que es un uso de la religión para otros fines, por ejemplo, para intereses ideológicos o políticos, o para satisfacer pasiones humanas, como es la pasión por el poder. Ese criterio sería reconocido sin dificultad por muchos grandes maestros y filósofos musulmanes del pasado. Lo que el Papa ha dicho en Ratisbona no es diferente de lo que Juan Pablo II dijo en su visita a Kazakistán poco después del once de septiembre del 2001: que el Islam verdadero no es terrorista, ni quiere la violencia. Sería triste que la reacción del mundo musulmán ante unas palabras del Papa que reafirman algo tan obvio pudieran desautorizar esta convicción.
Por supuesto, el peligro del mal uso de la religión, y de su instrumentalización ideológica, acecha a todos. A lo largo de los siglos, también los cristianos hemos caído en él con frecuencia. Y también aquí, no por ser buenos cristianos, sino por no serlo suficientemente, o por no serlo de verdad, o por ceder a la seducción del poder. Por otra parte, las palabras del Papa sobre la irracionalidad de la violencia llamada “religiosa” no se dirigen tanto al Islam cuanto a una mentalidad muy difundida en Occidente, según la cual la religión por sí misma, toda religión, es fuente de violencia. Este pensamiento, curiosamente, es central a unas ideologías que, a lo largo del siglo XX, han sembrado el mundo de muerte, y que aun siendo de signo político muy distinto, coincidían en su odio al cristianismo y a toda religión.
Sería trágico, para el propio Islam y para el mundo, que esas mismas ideologías, o sus versiones más actuales, desde fuera o desde dentro del mundo musulmán, manipularan la buena fe de tantos buenos musulmanes que adoran sinceramente al Dios Compasivo y Misericordioso, haciéndoles creer que la Iglesia o el Papa son sus adversarios.