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Comunicado del Arzobispado de Granada

En relación con los acontecimientos sucedidos con motivo del traslado del párroco de Albuñol

Fecha: 15/08/2007



En relación con los hechos que han venido provocando en Albuñol un grupo de personas con motivo del traslado del sacerdote, el Arzobispo y su consejo Episcopal deploran unas actitudes que no se corresponden a los procedimientos y modos propios de cristianos, y que no pueden sino dañar la vida cristiana de los fieles de Albuñol, especialmente la de los jóvenes y los niños. También dañan a la comunión entre las personas y las familias del pueblo, y a todas las personas implicadas. Esos acontecimientos son luego instrumentalizados por intereses totalmente ajenos al bien del pueblo cristiano.

A la autoridad de la Iglesia le da alegría, como es natural, que los fieles quieran al sacerdote que les ha sido enviado. Y quiere todo el bien del mundo a la comunidad cristiana y al pueblo de Albuñol, como a todas las demás parroquias de la diócesis. Pero como bien saben todos los cristianos, los sacerdotes somos colaboradores del ministerio apostólico del obispo, al que hemos prometido solemnente obediencia, y hemos de estar siempre disponibles para ir a donde nos reclame el obispo, o quienes tienen, juntamente con él, la responsabilidad de regir y de tratar de proveer a las necesidades del conjunto de la diócesis. El sacerdote de Albuñol ha sido trasladado de acuerdo con la disciplina de la Iglesia, de un modo absolutamente normal, sin nada que ver con ningún asunto interno del pueblo. Y esa decisión, tomada por quienes tienen la responsabilidad de hacerlo, y teniendo en cuenta exclusivamente el bien general de la diócesis, es irrevocable. Si en algún momento hubiera podido no serlo, las circunstancias y los modos que han orquestado el traslado de este sacerdote habrían bastado por sí solas para hacerla irrevocable.

Los procedimientos de presión, con notoria falta de respeto al templo como lugar sagrado, al sacramento de la Eucaristía y a su celebración, y a las personas, no expresan precisamente el amor a la vida cristiana que se dice querer proteger. De continuarse, sólo podrán seguir dañando a la vida cristiana de los fieles del pueblo y al propio sacerdote, pues al arzobispado no le quedaría más remedio que no enviar a ningún sacerdote a que celebre la eucaristía y los sacramentos (incluidas bodas y entierros) en Albuñol, mientras no se den las condiciones que garanticen el que se puedan celebrar todos los actos de culto cristiano en paz y en libertad, una libertad expresamente protegida en el ordenamiento jurídico español. De continuar los procedimientos de presión, el Arzobispado se vería obligado también a prohibir expresamente al sacerdote que hasta hace poco ha sido párroco de Albuñol el ejercicio en el pueblo de todo acto del ministerio sacerdotal.

El arzobispo y sus órganos de gobierno lamentan una vez más que el grupo mencionado obstaculice el normal desarrollo de la vida cristiana de los fieles de Albuñol, y ruega a las autoridades del municipio que cooperen en la restauración del orden de modo que no se impida el normal ejercicio de la libertad religiosa de los fieles.

El Arzobispo y el Consejo Episcopal
de la Archidiócesis de Granada

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