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Funeral por los tres jóvenes fallecidos en accidente en Huétor Santillán

Huetor Santillán

Fecha: 04/07/2008. Publicado en: Boletín Oficial del Arzobispado de Granada. Nº 95 p. 105



Queridos hermanos sacerdotes,
queridas autoridades,
muy queridos padres y familiares de Iván, Christopher e Iván,
queridos hermanos y amigos,

Hace apenas tres semanas, yo confirmaba aquí a un grupo de personas. Y al enterarme ayer por la mañana de la noticia de la muerte de vuestros hijos, no puedo decir que vuestro dolor sea semejante al vuestro, porque sé que vuestro dolor no tiene comparación con ningún otro dolor humano. Pero, si yo puedo, diría que lo he sentido como lo pueden haber sentido sus amigos, y por eso quería estar al lado vuestro.

No es momento de discursos. Es momento de abrazaros, de daros la mano, de estar a vuestro lado. Pero hay una cosa que quiero decir, y quisiera gritarla fuerte, y es que la muerte no tiene la última palabra sobre vuestros hijos. Todos, a través de nuestros padres, hemos sido llamados a la vida por un Dios que nos ama. Y su Amor es más fuerte que la muerte.

No es momento de discursos. Y podríamos fácilmente hacer una reflexión sobre hasta qué punto, entre todos, les ofrecemos a los jóvenes un horizonte y unos ideales que llenen de sentido sus vidas, y que les permitan vivir con alegría. Y seguramente esa reflexión tendría su valor, pero su lugar no es hoy.

Hoy sólo hay lugar para decir que vuestros hijos son amados por un Amor infinito, mayor que el vuestro, por Alguien que os los ha dado a vosotros, y que ya ha derramado su Sangre por ellos, y ese Amor no lo destruye la muerte, ni nuestras pequeñeces o nuestras torpezas. Que tengáis la certeza de que Jesucristo los ha acogido, y de que no los habéis perdido para siempre.

Yo sé que no hay nada en este mundo que pueda aliviar en estos momentos, sobre todo a las madres, vuestro dolor de madres. Y sé que pasarán los años y ese dolor seguirá ahí, como su fuera esta misma mañana o ayer por la mañana cuando recibisteis la noticia. Pero hay dolores que destruyen, y hay dolores que no tienen el poder de destruirnos.

La certeza que yo quisiera testimoniaros, que yo quisiera transmitiros, y transmitir a todos, y gritar a todos, es la certeza de que hay un Amor más grande que no corresponde a lo que nosotros hagamos, ni siquiera a lo que nosotros podamos hacer por Dios, sino que es gratuito, es previo, nos es dado a todos de una manera inagotable e infinita. Ese Amor se ha derramado, estad seguros, sobre vuestros hijos, y a vuestros hijos no les ha vencido la muerte.

Vivimos una separación, y la vida es muy corta, pero no los habéis perdido para siempre, os lo prometo, os lo juro. El Señor, al que conocemos quienes tenemos fe porque Le  hemos visto actuar tantas veces en la vida de los hombres, les ama con un Amor infinitamente más grande que aquél con el que vosotros les amáis. Estoy seguro. No hace mucho estaba yo con una madre que había perdido a su hijo recientemente, también de un pueblo de aquí de Granada. Su hijo había fallecido como consecuencia de una sobredosis de droga. Y le pregunté: “¿Qué habrías hecho tú para evitar la muerte de tu hijo?” Y me respondió sin dudarlo un segundo: “Dar mi vida”. Y yo le dije: “Estate segura de que, Quien ha puesto ese amor en tu corazón, le ama más que tú y lo ha abrazado inmediatamente”.

Estad seguros de que vuestros hijos no están perdidos. Y no tenemos que contentarnos con el recuerdo. Están vivos. Están acogidos por la misericordia infinita de Dios, como esperamos ser acogidos cada uno de nosotros. Y algún día los reencontraréis sin lágrimas, sin luto, sin dolor, en ese cielo nuevo y esa tierra nueva que el Señor ha preparado para aquellos a quienes Él ama. Y Él nos ama a todos con un amor infinito.

Repito, hoy no es día de palabras. Es día de rezar juntos, de saber que no estáis solos. Y mi pobre oración, y estoy seguro de que la oración de sus amigos, la oración de vuestros amigos, de las personas que os quieren, de vuestras familias, os va a acompañar también mucho tiempo, toda la vida.

Estad seguros de que el Amor de Jesucristo, y la intercesión de una mujer que conoció el mismo dolor que conocéis vosotras (con el añadido de que su Hijo fue ajusticiado injustamente y condenado a una muerte horrible), y que entiende lo que pasa en vuestro corazón de madres, no os va a abandonar jamás. Apoyaos en Ella, porque no tendréis otro consuelo. Apoyaos en Ella. Y compartid con Ella vuestro dolor, vuestro sentimiento.

Junto a vosotros está Jesucristo, está la Iglesia, sabiendo que no hay nada en este mundo que pueda quitaros ese dolor, pero esa compañía puede hacer que ese dolor no os destruya, porque no hay ninguna razón para que os destruya.

Vuestros hijos están en paz, estad seguros. Vuestros hijos son amados, y han sido acogidos por un Amor que tiene la misma calidad que vuestro amor de padres, y que es infinitamente más grande, porque es Quien os ha dado ese amor que vosotros tenéis. Confiad en ese Amor, apoyaos en ese Amor. Y no temáis al futuro que el Señor os envíe. Contad con la oración de todos.

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