Con motivo de la llegada de la Cruz y el Icono de la JMJ en la Diócesis de Granada
Fecha: 06/05/2011
CARTA PASTORAL DEL ARZOBISPO DE GRANADA
SOBRE LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
4 de mayo del 2011
A LOS SACERDOTES, RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS Y A TODOS LOS FIELES CRISTIANOS DE LA DIÓCESIS DE GRANADA.
Todo el mundo sabe ya que la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) tendrá lugar en Madrid desde el 16 al 21 del próximo mes de agosto y que contará con la presencia del Santo Padre. En la Diócesis, las Delegaciones de Pastoral de Juventud y de Pastoral Universitaria llevan trabajando más de un año cuidadosamente en su preparación. Por otra parte, también sabe ya todo el mundo en Granada que la Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Despojado de sus Vestiduras, María Santísima del Dulce Nombre y San Juan Evangelista, aportará al Vía Crucis que tendrá lugar en el Paseo de la Castellana de Madrid, en el marco de la Jornada, el paso con la imagen de su titular, Jesús despojado de sus vestiduras.
La Jornada Mundial de la Juventud es un gran acontecimiento de gracia, en primer lugar para los mismos jóvenes que participan, pero también para todos los que, de un modo u otro, participan o colaboran en ella, y en general para las Iglesias que la viven, ya sea acogiéndola, como nosotros este año, o participando en ella cuando tiene lugar en otros países.
Es un acontecimiento de gracia por muchos motivos, pero entre ellos quiero señalar dos que me parecen especialmente significativos. El primero es que permite a los jóvenes —y a los que no lo somos tanto— visibilizar la Iglesia como pueblo de Dios y cuerpo de Cristo. Un pueblo hecho de “toda lengua, pueblo y nación” (Apo 5, 9), en el que uno se encuentra con el Señor que nos salva y nos conduce a la plenitud de la vida. Es la presencia viva del Señor, reconocida en ese pueblo, y en la vida y en las prácticas de ese pueblo, lo que hace posible vivir la vida con alegría y agradecimiento. La presencia del Papa hace posible esta asamblea de paz, esta fiesta de la fraternidad y de la vida que han sido siempre las Jornadas Mundiales de la Juventud.
El segundo motivo por el que la JMJ es una gracia es porque en ella, y precisamente por lo anterior, se pone de manifiesto que Jesucristo es el mayor cómplice que tenemos en nuestro anhelo de felicidad. No es un “enemigo”, en efecto, alguien que vendría como desde fuera a hacer la vida más difícil o más complicada. Al revés, la vida se vuelve difícil y complicada precisamente cuando uno no ha encontrado a Jesucristo, y ni siquiera sabe identificar lo que le falta. Y entonces lo normal es no saber qué hacer con la propia vida (y con la de los demás), cómo usarla bien, qué sentido tiene todo, lo bueno y lo malo, la vida, la libertad, el amor y la muerte. En la vida de la Iglesia, que se palpa en la JMJ con una vitalidad particular, uno comprende que Jesucristo, lejos de ser un obstáculo a la libertad y al amor, a lo bello de la vida, es precisamente la condición de posibilidad de una alegría razonable, de poder gozar de las cosas, de nuestra propia humanidad recuperada. Es Cristo quien nos devuelve a nosotros mismos, quien cura nuestras heridas, quien cumple los anhelos más hondos de nuestro corazón —anhelos de bien y de belleza, de verdad y de amor—, y quien nos da así el sentido del valor de las cosas, de las personas y de la vida, de toda la realidad.
El lema de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, como explica el Santo Padre Benedicto XVI en su Mensaje a los jóvenes, es “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”. No voy a repetir lo que el Papa ha dicho en su Mensaje, pero quiero sólo recordar que la razón profunda por la que tenemos necesidad de Cristo, de construir nuestras vidas sobre Cristo, la dio el Beato Juan Pablo II, el que inició también esta peregrinación con los jóvenes por el mundo que son las JMJ. En su primer texto dirigido a toda la Iglesia, en su primera carta encíclica, escribió: “El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor ‘revela plenamente el hombre al mismo hombre’ (Concilio Vat. II, Const. Pastoral Gaudium et Spes, 22). Tal es, si se puede expresar así, la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión, el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad, y el valor propio de su humanidad (…) El profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama evangelio, es decir, Buena Noticia. Se llama también cristianismo” (Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis, 10).
¿Y por qué Cristo es la respuesta a mi necesidad de amar y de ser amado? Porque Él es la revelación y el cumplimiento del amor infinito del Padre, y por eso responde a la necesidad que el hombre tiene de un amor sin límite. Por eso también el Señor dijo: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida” (Jn 14, 16). Y la Iglesia, y especialmente sus santos, que nunca dejan de darse en ella, a pesar de los defectos y de los pecados de tantos de los que formamos parte de ella, testimonia y muestra en todo momento que esas palabras son verdaderas, porque la experiencia entera de la vida cambia para quien se ha encontrado con Cristo y lo acoge en su corazón, en su mente, en su vida. Cambia la experiencia de la vida, cambia la mirada sobre el mundo y sobre todo. Y cambia a mejor, a mucho mejor. Por eso también Juan Pablo II dijo, en su primera intervención pública, después de ser elegido Papa: “¡Abrid las puertas a Cristo!”
Los tiempos vuelan, y los acontecimientos vienen con extraordinaria rapidez. El primer acontecimiento es la venida a la Diócesis de Granada de la Cruz y el Icono de la Madre de Dios que han acompañado las Jornadas anteriores, y que han recorrido ya multitud de países. Este año, para preparar el encuentro en Madrid, viene recorriendo las diócesis de España, y también su paso por ellas está siendo un momento de gracia y de comunión para el pueblo cristiano. No lo desaprovechemos nosotros. El día 9 por la tarde llegarán en barco a Almuñécar, desde Málaga, y el día 15 por la tarde lo entregaremos a la Diócesis de Almería en Motril, aunque la entrega se hará oficialmente el mismo día 15 en la Eucaristía de la Catedral de la una de la tarde.
Los horarios precisos de su paso por los diversas zonas de la Diócesis están publicados en Fiesta, y se darán a conocer también a los medios de comunicación. La Cruz y el Icono estarán también en la Catedral expuestos a la veneración de los fieles el sábado 14 por la tarde, y a lo largo de toda la noche, con exposición del Santísimo, hasta el comienzo de las Eucaristías del domingo. Esa Eucaristía del domingo día 15 en la Catedral será también al mismo tiempo la Eucaristía de Acción de Gracias por la Beatificación de Juan Pablo II, que ha tenido lugar en Roma, como todos sabéis, el pasado día 1 de mayo. En la ciudad de Granada, la Cruz estará también el día 13 en la Iglesia de Fray Leopoldo y por la tarde en la Basílica de las Angustias, y el sábado 14 por la mañana en la Colegiata de los Santos Justo y Pastor. Además de la ciudad de Granada, y de Almuñécar y Motril, la Cruz y el Icono van a estar en Cádiar, Padul, Alhama, Loja, Cerrillo de Maracena, Iznalloz, Sante Fe y Chauchina. Al entrar en Granada, se detendrán en el Centro Penitenciario de Albolote.
Os invito a todos, jóvenes y mayores, a ir a venerar la Cruz y el Icono, y a orar por los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud, y por la juventud en general, cuando pasen por el lugar que esté más cerca de vosotros. Es ya un modo de abrir el corazón a Cristo, y de orar juntos por el mundo que los jóvenes han de hacer, y para que sepamos ayudarles como ellos necesitan, y para que ese mundo sea un mundo de justicia y de paz, un mundo más humano y mejor que el nuestro.
Luego, en los días previos a la celebración de la Jornada en Madrid, en la Diócesis recibiremos a varios miles de jóvenes de otros países. Es un verdadero reto a nuestro sentido de la hospitalidad y de acogida. Sea en casas, sea en colegios o residencias u otros locales en los que podáis recibirlos, os invito a realizar esta obra de comunión y caridad. A todos los que podáis, a las familias cristianas, a los grupos, movimientos y comunidades, a las Hermandades y Cofradías, a las comunidades parroquiales, a las Congregaciones y comunidades religiosas. Seréis vosotros los primeros enriquecidos con ella. A todos os digo de antemano que el Señor, que no deja que un vaso de agua dado en su nombre quede sin recompensa, sabrá recompensaros con creces vuestra generosidad. Y yo os agradezco ya también por adelantado vuestro esfuerzo. También os digo, y me dirijo ahora a las familias, que no os preocupe el pensamiento de que vuestras casas puedan ser más humildes que aquellas a las que puedan estar acostumbrados los jóvenes que vienen. Ni tampoco la dificultad de las lenguas. Os aseguro que el amor a Cristo hace maravillas a la hora de que las personas podamos entendernos.
A todos os pido que colaboréis y ayudéis lo que esté en vuestras manos, a la preparación de la Jornada, y a su realización, de forma que pueda ser el testimonio visible y público de Cristo vivo que está llamada a ser. A los sacerdotes y a los educadores, y a otros que trabajáis con jóvenes, os pido que animéis a los jóvenes a participar, y que los acompañéis si es posible, inscribiéndoos vosotros mismos en la Jornada, haciendo vuestra propia “peregrinación” al encuentro con el Papa en Madrid, o incorporando a vuestros jóvenes en alguno de los grupos y parroquias que ya tienen organizada su participación.
A los jóvenes que tal vez estáis dudando inscribiros, os digo: Haced un esfuerzo, no tengáis miedo. Os aseguro que la experiencia vale la pena. Incluso si podéis, inscribiros como voluntarios. Para todos, el sitio de inscribirse es www.madrid11.com y si vais con la Delegación Diocesana de Juventud, podéis acercaros a la C/ Casillas de Prats, junto a la Plaza de Gracia.
Una llamada especial quiero hacerla a los Monasterios de vida contemplativa, cuya oración nos sostiene a todos en la comunión de los Santos. Suplicad al Señor especialmente por los frutos de fe y de vida cristiana de la Jornada Mundial de la Juventud. La presencia del Santo Padre entre los jóvenes es una promesa de renovación de la vida de la Iglesia —de crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad— que todos necesitamos, para vivirla y transmitirla en los nuevos tiempos que vienen, a las nuevas generaciones. Para los frutos de esta Jornada confiamos especialmente en vuestra oración y en el regalo de vuestra ofrenda.
Que el Señor, y su Madre Santísima, nos concedan celebrar juntos esta fiesta de la fe y de la comunión, para nuestro bien y el de muchos otros, que buscan, que desean encontrar el sentido de su vida, pero que tal vez están lejos.
A todos os deseo una dichosa vivencia de este hermoso Tiempo Pascual y os bendigo de corazón.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada