Homilía en la Eucaristía del día 16, con motivo de la celebración del Día del Seminario y II Domingo de Cuaresma, en la S.I. Catedral, donde nuestro Arzobispo impuso el Ministerio de Acólito y Lector a seis seminaristas de nuestra Diócesis.
Fecha: 16/03/2014
Querida Iglesia del Señor, Esposa de Jesucristo, queridos sacerdotes concelebrantes, queridos seminaristas:
Os saludo a vosotros, que vais a dar un paso hacia vuestra ordenación como presbíteros: como diáconos primero y luego como presbíteros, lo más importante. La Iglesia reconoce como un paso formal, visible a los ojos de la Iglesia, en vuestro camino hacia el sacramento del Orden.
Os saludo a vosotros de nuevo, a todos los Pueri Cantores, y a los miembros de la Coral, los nuevos amigos de San Fernando, de Cádiz, y a toda la comunidad cristiana, y a otros amigos, porque también en la Eucaristía de los domingos en esta Catedral con frecuencia suelen haber personas que no pertenecen a la Iglesia Católica, que son de otras denominaciones cristianas e incluso personas que no pertenecen para nada a la Iglesia, pero que vienen por curiosidad o por deseo de ver lo que nosotros celebramos y de tratar de comprenderlo, de acercarse a ello por nostalgia de algo que uno siente, que ha tenido y ha dejado atrás o que ha perdido.
Bienvenidos todos a esta casa del Señor, que es la casa del pueblo cristiano, que es la casa de la familia de los hijos de Dios, que se reúne aquí en Granada.
Vuestra recepción de los Ministerios hoy es un signo para toda la Iglesia, y al mismo tiempo expresa muy bien lo que la Iglesia de alguna manera vive en Cuaresma, porque es verdad que los Ministerios -lo que antes se llamaban las Órdenes Menores- en su tiempo llegaron a ser hasta siete, siete pasos que la Iglesia iba dando, siete oficios que tenían relación con el ministerio de la vida la Iglesia: estaba el de ostiario, que abría la puerta, o estaba de turiferario, que perfumaba al altar y las ofrendas de los fieles y al pueblo de Dios, y hoy han quedado, después del Concilio, reducidos a estos dos aspectos esenciales que son extraordinariamente bellos: la escucha de la Palabra de Dios y la cercanía al misterio de la Eucaristía. Lo primero está expresado en el Lectorado; lo segundo está expresado en el Acolitado. Digo que son dos pasos pedagógicos para explicar los dos centros que constituyen la vida del sacerdote y de alguna manera también la vida del pueblo cristiano.
Si queréis ser buenos sacerdotes, alimentad vuestra vida con la Palabra de Dios. El estudio de la teología -incluso el estudio de las culturas o del pensamiento y del mundo contemporáneo y de la historia del pensamiento, que es a lo que abre la filosofía- no tiene más que una razón de ser, y es justamente comprender el significado de esa Palabra, tal y como nos lo han pasado a nosotros nuestros padres en la fe para poder transmitírselo a la próxima generación, (...) en medio de un mundo lleno de heridas, Dios mío, cada vez más heridas.
Cada vez comprende uno más lo expresiva que es esa imagen que usaba hace poco el Papa Francisco, que ha usado ya varias veces: “La Iglesia es en medio de este mundo como un hospital de campaña”. Pues, en medio de este mundo, poder mostrar un camino, un camino de verdad, de vida a los hombres y poder comprender que la historia y el testimonio que se contiene en esos libros que llamamos la Biblia, los Libros, nos abre a una historia a la que estamos llamados a participar y en la que estamos llamados a poner nuestras propias vidas para que esa historia siga siendo una historia viva, que transmite esperanza y alegría a los propios hombres.
Hoy se celebra el Día del Seminario y el lema de hoy es el mismo que el título de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco: “El gozo de evangelizar”, “La alegría de evangelizar”. Hay una alegría, el Evangelio es una buena noticia. Por eso, le he pedido yo hoy a Mariano que lo cantara porque el Evangelio es una buena noticia. En realidad, habría que cantarlo todos los domingos porque es un grito, es una proclamación del amor de Dios por los hombres. Ésa es la buena noticia de que nuestras vidas no están echadas a este mundo, tiradas a este mundo, a la existencia así… ¡hala!, y tenemos que apañárnoslas en nuestra vida para salir adelante y buscar como podamos un poco de felicidad, un poco de alegría.
Nuestras vidas están previamente abrazadas en Cristo por la Encarnación del Hijo de Dios, que nos ha abrazado a todos en la cruz, que nos ha comunicado a todos su vida de hijo en Pentecostés, en el don del Espíritu Santo, que alimenta y cuida esa vida mediante los sacramentos. Y a la luz de eso entendemos que toda la historia del Antiguo Testamento es como una preparación, como una educación del ser humano llena de paciencia. (…)
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
S.I. Catedral
16 de marzo de 2014