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¡Ojalá todo el Pueblo del Señor fuera profeta!

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Fecha: 27/09/1970. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 603, 6



LECTURA del libro de los Números:

    En aquellos días el Señor bajó de la nube, habló a Moisés  y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos; al posarse sobre ellos el espíritu se pusieron en seguida a profetizar.
    Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad; aunque estaban en la lista no habían acudido a la tienda, pero el espíritu se posó sobre ellos y se pusieron a profetizar en el campamento.
    Un muchacho corrió a contárselo a Moisés:
    - Eldad y Medad están profetizando en el campamento.
    Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino:
    - Moisés, señor mío, prohíbeselo.
    Moisés respondió:
    -¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!
    (11, 25-29)



    En la lectura evangélica de hoy, Juan se acerca a Jesús y le dice: “Maestro hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.” Jesús le responde: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre, no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está con nosotros.” De forma semejante, en el relato del libro de los Números, cuando los setenta ancianos se ponen a profetizar, Josué interviene: “Señor mío, Moisés, prohíbeselo.” Y Moisés le responde. “¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta!”

    Fijándonos ahora sólo en nuestro pasaje de los Números - libro que se llama así porque en los primeros capítulos contiene un censo de Israel-, encontramos en lo que se podría llamar una “aprobación oficial” de los movimientos proféticos. Los primeros grupos de extáticos -es decir , de hombres que entraban en trance en virtud de un impulso religioso-, aparecen en Israel después de su  instalación en Palestina; y según el antiguo relato de 1 Sam.10,5ss. debieron causar bastante extrañeza entre el pueblo. La pregunta de si esas manifestaciones exaltadas que ciertamente tenían su origen en las religiones paganas circundantes, eran compatibles con la fe tradicional de Israel, debió hacerse más acuciante a media que los movimientos proféticos crecieron en importancia. Y es a esa pregunta a la que responde nuestro pasaje de hoy. “Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta!”

    Esta respuesta de Moisés parece anunciar lo que dirá más claramente Joel, y se cumplirá en la mañana de Pentecostés; todos los cristianos han recibido el don del Espíritu; hombres de toda lengua, de toda raza, de todos los pueblos “expulsan los demonios en nombre de Jesús”. El cristianismo, que ha roto las barreras que separaban al hombre de Dios, ha roto al mismo tiempo las barreras que separaban a los hombres. Eso, a pesar del exceso de celo y del espíritu de clan, que en muchas ocasiones nosotros, como a Josué y a Juan, nos hace poner cortapisas a los planes de Dios.


F. Javier Martínez

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