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“Signos de Ti, signos de tu afecto por el ser humano". Celebración San Juan de Ávila

Homilía con motivo de la celebración de San Juan de Ávila en la Archidiócesis, en la que se felicitaron a los sacerdotes diocesanos que cumplieron sus 50 y 25 años de ordenación.

Fecha: 05/05/2014

Que rotunda es esta respuesta de Jesús con la que el Evangelio de San Juan nos emboca hacia el discurso del pan de vida que vamos a estar leyendo en la liturgia de los próximos días. ¿Qué obras tenemos que hacer para hacer lo que Dios quiere? Pues esta es la obra que Dios quiere: que creáis en el que Él ha enviado.

Y en otra ocasión, en el mismo Evangelio más adelante, destaca la vida eterna: que te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y hombre enviado por Jesucristo.

El hecho de que Jesús identifique la fe con una experiencia ya aquí, en esta vida, en nuestra condición mortal con la vida eterna, pone de manifiesto que la fe no puede ser reducida ni a un sistema intelectualista ni a una abstracción, sino que es realmente la misma vida divina floreciendo nuestra carne, floreciendo nuestra humanidad. Y por lo tanto, no hay separación entre la fe y la vida de ninguna clase, no hay más que una experiencia de Dios, una experiencia de Cristo, de Cristo vivo. Y vivo porque obra, porque obra en nosotros, porque hace milagros en nuestras vidas, y hace posible lo imposible, lo que es imposible para los hombres, igual que en la vida.

Pues esa experiencia de Cristo nos descubre la paternidad de Dios, nos permite vivir en la libertad gloriosa de los hijos de Dios, y nos descubre también que las diferencias que a veces nosotros engrandecemos tanto entre unos y otros no pasan de ser nunca más de cien denarios, y que el Señor, que ha salvado la distancia infinita, los diez mil talentos que hay en su gloria y nuestra condición mortal, nuestra pobre humanidad, y que nos ha salvado tan gozosamente -nadie me quita la vida, yo la doy porque quiero- y se ha sembrado en nuestra carne y nuestra historia; si crece esa experiencia que se da en nosotros, producirá ese amor a los hermanos, esa alegría por la diferencia de los que son diferentes, en la unidad de la misma experiencia salvadora de Cristo y en la unidad del Espíritu Santo, y producirá esa atención por el hombre y por el más débil, por el pequeño, a lo que tanto nos llama, recientemente, tan insistentemente la voz de la Iglesia por medio del sucesor de Pedro, del Papa.

Señor, que nosotros, a la hora de construir tu cuerpo, a la hora de construir tu Iglesia, si es que la construimos nosotros, que simplemente a la hora de aportar nuestras vida en esa construcción, según tu designio, en el sacramento del Orden tan precioso y que te hace presente en medio de los hombres, no solo a través de los Sacramentos, sino a través de un entero modo de vida.

Señor, que podamos ser signos de Ti, signos de tu afecto por el ser humano, (…) de esa ternura por el ser humano, esté donde esté, sea quien sea. El Señor sólo se irritó ante los hipócritas, nunca ante los pecadores; a los pecadores los trató siempre casi con devoción. Sólo la hipocresía le hizo sacar la ira y una cierta violencia. La hipocresía, los cálculos humanos, las estrategias…

Señor, nosotros te pedimos que nos ocupemos de la obra que Tú quieres, que abramos nuestro corazón a Ti, que supliquemos que el don que hemos recibido en el sacramento, más y más, penetre, llegue a los rincones de nuestro corazón, de nuestra mente, de nuestras acciones, de nuestros deseos, de nuestra imaginación, para que lo que anhela nuestra imaginación sea, sencillamente, Tú, sea la vida eterna, que eres Tú; es participar de tu vida de hijos por tu gracia, por la gracia de tu don.

Y yo eso sería lo que pediría, lo que pido para mí, con mucha conciencia de mi indignidad, y (…) lo pido para vosotros, lo que seguramente podemos pedir juntos para todos nosotros. (…)

+ Mons. Javier Martínez
Arzobispo de Granada

5 de mayo de 2014
Capilla Virgen de las Angustias, Seminario Mayor

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