Confirmaciones en la S.I Catedral
Fecha: 29/05/2014
Homilía de Mons. Javier Martínez en la celebración del Sacramento de la Confirmación el 29 de mayo en la Santa Iglesia Catedral de Granada, de los colegios Monaita y Mulhacén, de la Asociación Cultural Alayos y de la parroquia del Sagrario.
Queridos hijos -y me refiero de una
manera especial a quienes vais a recibir la Confirmación- y lo digo con toda
conciencia.
Para todos los demás, la
Confirmación es una ocasión de renovar las razones por las que merece la pena
ser cristiano, y eso es lo que quiero deciros. En realidad, habéis recibido
unas catequesis, sabéis lo que significa el Sacramento de la Confirmación, y yo
sólo quiero hacer énfasis en algún punto.
Y me sirve para el primer punto la Primera
Lectura, que cuenta un trozo de la historia de San Pablo, y forma parte del
Nuevo Testamento, es decir, de la Revelación definitiva de Dios.
Y es precioso que en esa Revelación,
que tiene que ver con Jesucristo, que es Jesucristo, la Palabra de Dios, que
nos abre el camino de la vida eterna y del cielo, forme parte el comienzo de la
historia de la Iglesia, donde hay cosas tan poco importantes como que Pablo era
tejedor de lona y cuando llegó a la ciudad -como algunas de las familias que
estaban allí y que creyeron en Jesús eran tejedores de lonas- se pusieron a
trabajar, hasta que luego la predicación no le daba tiempo y se dedicó por
entero a la predicación.
Y diréis: ‘¿Y eso que tiene que ver
con nuestras vidas?’. Pues tiene que ver con nuestras vidas en algo muy
precioso, que es lo primero que yo quiero subrayaros: y es que hubo una
historia, que empezó en el seno de la Virgen y se manifestó al mundo (eso es lo
que significa la palabra Epifanía, que es la palabra que se usa para Navidad en
Oriente y que usaban los antiguos cristianos) en Belén, cuando el Hijo de Dios
nace, y que, en realidad, ha comenzado para nosotros en una mañana de Pascua, y
esa historia ya no se detendrá nunca, no se detendrá jamás. Es una historia viva,
la historia que empezó en aquella mañana de Pascua, o si queréis, que empezó en
Nazaret el día de la Encarnación, esa historia por la que Dios se ha unido, el
Hijo de Dios se ha unido a nuestra carne de una manera indisoluble. En
realidad, cuando decimos que los matrimonios son indisolubles, lo decimos por
referencia a la unión esponsal más grande y más fiel y más verdadera que
conocemos, que es la unión del Hijo de Dios con la naturaleza humana. Ése es el
desponsorio, ése es el único desponsorio donde en realidad es verdad aquello de
que serán los dos una sola carne.
Y por eso los cristianos han
aprendido siempre de la Encarnación y de su representación misteriosa,
sacramental en la Eucaristía, lo que significa el matrimonio y lo que significa
la familia. Porque es ahí donde se aprende lo que significa el amor y un amor
sin límites. Esa historia de ese amor sin límites que empezó en Nazaret, en la
habitación donde estaba la Virgen, que continuó en la Pasión y en la muerte bajo
Poncio Pilato en un momento preciso de la historia, en un rincón del Imperio
Romano, esa historia sigue viva. Sigue viva y no para de crecer.
(…)
Fruto de la celebración de hoy, yo
le pido al Señor que nunca tengáis miedo de manifestaros como cristianos, por
lo que yo os decía antes: No hay nada tan bello en la historia como la Iglesia,
nada. Y sé mejor que vosotros los defectos, las miserias, los pecados de muchos
de los que componemos la Iglesia, pero, al mismo tiempo, también sé que la
Iglesia es un pueblo de santos.
Tan es un pueblo de santos que nos
hemos acostumbrado a ver como normales cosas que son absolutamente heroicas. (…)
+ Mons. Javier Martínez
Arzobispo de Granada
29 de mayo de 2014
Santa Iglesia Catedral de Granada