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Un tesoro en el cielo

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Fecha: 11/10/1970. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 605, 6



LECTURA del libro de la Sabiduría:

    Supliqué y se me concedió la prudencia, invoque y vino a mí un espíritu de sabiduría.
    La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza.
    No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el otro a su lado era un poco de arena, y junto a ella la plata vale lo que el barro.
    La preferí a la salud y a la belleza, me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso.
    Todos los bienes juntos me vinieron con ella, había en sus manos riquezas contables.
(7, 7-11)



    Jesús había mirado al joven rico con ternura. Aquel joven quería “heredar la vida eterna”. Había cumplido desde pequeño los mandamientos de la ley. Tal vez estaba satisfecho de sí. O tal vez no, y su corazón buscaba con sinceridad. Jesús de dijo: “Vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, luego ven y sígueme.” Y el joven, apenado, se había dado media vuelta y se había ido, “porque tenía muchos bienes”.

    Quizá el joven se consoló pensando que había sido astuto, que al fin y al cabo sus bines eran algo seguro y que la invitación de Jesús tenía todos los visos de ser un mal negocio. Y, sin embargo, lo que Jesús le había propuesto era, estrictamente hablando, una magnífica inversión: un tesoro en el cielo. El mismo Jesús había dicho en una ocasión: “ No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre, y ladrones que socavan  y roban.  Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.”

    También nuestra lectura del libro de la Sabiduría contiene un pensamiento semejante, repetido muchas veces en la literatura sapiencial: la Sabiduría -que es Dios mismo- vale más que todas las riquezas y que todos los bienes de este mundo, hasta el punto que “todo el oro a su lado es un poco de arena”. El hombre que sabe esto, tal vez parezca “tonto” a los ojos del mundo, pero es a ése al que la Escritura llama “sabio”. Y pese a lo que pudiera creerse, ese hombre vive lleno de gozo, porque la Sabiduría “tiene en sus manos riquezas incontrolables.”

    Jesús es la Sabiduría ofrecida y entregada a los hombres. Por El -por entrar en su Reino, por vivir de su mano- merece la pena venderlo todo. A quien, como los discípulos, ha sido capaz de dejar casa, o hermanos o padres, o hijos, o tierras, por El y por el Evangelio, le espera el ciento por uno y la vida eterna. Como Jesús mismo dijo, en otro lugar. “el Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al contratarlo un hombre, lo vuelve a esconder y, por la alegría que le da, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo.” El joven rico encontró el tesoro. Pero, decididamente, se paso de astuto.

F. J. Martinez

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