Homilía de Mons. Javier Martínez en la celebración de la Eucaristía del Corpus Christi el jueves en la Santa Iglesia Catedral. Posteriormente, tuvo lugar la procesión por las calles de Granada.
Fecha: 19/06/2014
Queridísima Iglesia de Dios,
Esposa de Nuestro Señor Jesucristo,
pueblo santo amado del Señor,
muy queridos sacerdotes concelebrantes,
religiosos, religiosas,
muy queridos niños de Primera Comunión, que este año habéis recibido por
primera vez al Señor acercándoos al banquete que anticipa el banquete del Reino
de los Cielos y que nos permite, porque el Señor se une a nosotros, empezar a
vivir, a gustar un poquito lo que es el Cielo aquí en la tierra, que no se
parece al cielo nada más que en las cosas más bonitas, más bonitas de todas.
Queridos representantes
de las autoridades civiles, militares,
queridos todos:
Saludo también a aquellos que se unen a nosotros y que no pertenecen a nuestra
comunidad habitual. Según entraba he saludado a un grupo de muchachas,
probablemente estudiantes, de los Estados Unidos, de distintos sitios. ¡Bienvenidos!
La casa de Dios es grande y todos somos hijos de Dios. Y veo por ahí también
algunos rostros que me parecen venidos del sur de la India, de Kerala, ¿no? ¿Right?
Welcome, all of you.
La fiesta
del Corpus es una fiesta preciosa siempre; preciosa porque es como un resumen,
ya fuera del ciclo anual de las celebraciones del misterio de Cristo. Justo un
resumen de todo ese misterio: la Encarnación, el ministerio público, las
enseñanzas de Jesús, su Pasión, su beber el cáliz de nuestra humanidad hasta la
muerte más traidora, (…), hasta la soledad absoluta del Sepulcro (Él “bajó a
los infiernos”, que decimos en el Credo), su Resurrección gloriosa, su triunfo sobre
la muerte y el pecado, la introducción de nuestra carne en la vida de Dios, en
el Reino de los Cielos, y la comunicación del Espíritu Santo. Todo eso que a lo
largo del año vamos mirando, como se mira una obra de arte o como se escucha
una pieza musical que hay que escucharla desde el principio al final, o como se
contempla una estatua que hay que contemplarla dando vueltas a la estatua por
fuera, o un edificio, que hay que contemplarlo dando vueltas por dentro para
ver todas sus perspectivas, todos sus aspectos: todo eso aparece como reunido,
recogido, en esta fiesta del Corpus.
Y aunque
sea una fiesta relativamente tardía, celebramos los 750 años de la Bula en la
que el Papa instituyó esta fiesta justo en un momento en el siglo XIII en que
se apuntaban los primeros indicios de una revolución (…), en el mundo de la
teología, una revolución que todavía no ha terminado, y de la que la Iglesia
necesita todavía recuperarse. Y el Concilio Vaticano II ha sido un esfuerzo de
esa recuperación. Y la vida y el magisterio de los Papas después del Concilio
(…), en la dirección del Concilio, nos lleva justamente hacia esa recuperación
de nuestras fuentes.
La fiesta
del Corpus se instituye en el siglo XIII donde empiezan a vislumbrarse los primeros
signos del capitalismo, justo en el siglo XIII, en Italia. Empiezan a
vislumbrarse los primeros signos de ese voluntarismo moralista que reducía lo
sacramental y la fe a los márgenes de la realidad. Empezaba a apuntarse los
primeros escritos que justifican el totalitarismo (“El príncipe”, de Maquiavelo,
está escrito poco tiempo después de eso). Es decir, empiezan a verse los
síntomas más virulentos de lo que nos traería por ejemplo el siglo XX, las
guerras mundiales, esa especie de fiebre de violencia que reduce las relaciones
humanas a las relaciones de poder y que deja fuera la gracia de Cristo, la
misericordia infinita hecha carne en nuestra carne y la vida sacramental,
porque en esa mentalidad los Sacramentos quedan reducidos a ritos donde se nos
enseñan más o menos o se nos dan motivos para ser buenos, pero no se celebra la
Presencia de Cristo en nuestro mundo, la siembra de la vida divina en nuestra
carne, la humanidad transfigurada por el amor infinito de Dios.
Esa fiesta,
el pueblo cristiano ha intuido inmediatamente que tenía un valor especial, que
tenía un signo especial y vuestra presencia aquí esta mañana no hace más que
poner de relieve y de manifiesto toda la profundidad intuitivamente, porque no
hace falta saber gran teología: es el sentido de la fe del pueblo el que dice
aquí está el Señor y eso es lo que celebramos. (…)
+ Mons. Javier Martínez
Arzobispo de Granada
Eucaristía
del Corpus Christi
19 de junio de 2014
Santa Iglesia Catedral de Granada