XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
Fecha: 15/11/1970. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 610, 6
LECTURA del profeta Daniel:
En el tiempo aquel se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: Serán tiempo difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora.
Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro.
La multitud de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua.
Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
(12, 1-3)
El libro de Daniel es uno de los últimos escritos del Antiguo Testamento. El contenido del libro se divide claramente en dos partes: una narrativa (los seis primeros capítulos), donde se relatan las peripecias de Daniel “y sus compañeros” en Babilonia, durante los reinados de Nabucodonosor, Baltasar, Dario el Medo y Ciro. En todos los relatos, la conclusión es la misma: Daniel y sus compañeros, fieles a la ley, salen triunfantes con la ayuda de Dios de las dificultades de un ambiente pagano, y los perseguidores han tenido que reconocer el poder del verdadero Dios. La segunda parte del libro contiene una serie de visiones de las que fue beneficiario Daniel, fechadas en los reinos de Baltasar, Dario de Medo y Ciro; la última de ellas describe, en el lenguaje simbólico, los sucesos que van desde el hundimiento del imperio persa hasta la persecución de Antíoco IV Epífanes y los días del fin.
Como toda la segunda parte está redactada en forma autográfica, judíos y cristianos han pensado que el propio Daniel sería el redactor del libro que lleva su nombre. Pero las inexactitudes en lo que se refiere a la historia babilónica y persa, así como el lujo de detalles con que se describe el reinado de Antíoco Epífanes, la lengua y otros detalles, han hecho a los estudiosos situar en fecha más tardía la composición del libro; éste provendría del tiempo de Antíoco, es decir, entre los años 167 y 163 antes de Jesucristo, y estaría compuesto a base de tradiciones populares sobre la fidelidad de un piadoso israelita desterrado en Babilonia, de nombre Daniel. El hecho de que en la Biblia hebrea no se le incluya en el canon de los profetas, sino en el de los “otros escritos”, que es de formación posterior, no hace sino confirmar la suposición.
La intención del autor es clara, y aparece tanto en los relatos como en las visiones. El fin de la obra es sostener la fe de los judíos perseguidos por Antíoco Epífanes, mediante el ejemplo de Daniel, que se vio sometido a las mismas pruebas y con la ayuda de Dios salió triunfante: al mismo tiempo, consolar con la esperanza de una justa intervención de Dios cuando los imperios hayan pasado. “Entonces se salvará el pueblo, y los sabios” - los que han sabido permanecer fieles en la persecución, “brillaran con el fulgor del firmamento, por toda la eternidad.”
F. Javier Martínez