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Y su Reino no tendrá fin

Cristo Rey

Fecha: 22/11/1970. Publicado en: Semanario Diocesano Luz y Vida 611, 6



LECTURA del profeta Daniel:

    Yo vi, en una visión nocturna, venir uno como hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el Anciano venerable y llegó hasta su presencia.
    A él le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
    Su poder es eterno, no cesará. Su reino no acabará.
    (7,13-14)



    La segunda parte del libro de Daniel -ya lo vimos el último domingo-, la forman una serie de visiones escritas en un lenguaje lleno de símbolos. Con ello, el libro de Daniel inaugura un género que tendrá gran difusión en los últimos años que precedieron a la era cristiana: los apocalipsis. Estos libros, que son como una prolongación de la antigua profecía en un tiempo en que la profecía ya no existe, se presentan como revelaciones de acontecimientos futuros en lo que concierne al destino del pueblo de Dios y a la venida del fin de los tiempos. Todo en ellos tiene carácter simbólico: las catástrofes, los personajes, los números. Por medio de esos símbolos, y enmarcada en las visiones -pues suelen estar compuestos en forma de visiones, que frecuentemente un ángel interpreta después-, una verdad se destaca sobre todas: El Señorío de Dios sobre los tiempos, y la venida triunfante del Reino de Dios al fin de las persecuciones. Después de los judíos, los cristianos también se servirán de este género, bien a base de retocar Apocalipsis judíos ya existentes, bien componiendo otros nuevos que sea acomodarán a la nueva situación. Entre éstos, el Apocalipsis de San Juan ha sido incluido entre los escritos de Nuevo Testamento.
   
    En el Evangelio de hoy, Jesús reconocer ante Pilatos lo que había querido admitir de las multitudes, porque ahora -a pocos pasos de su muerte- ya no puede ser desfigurado: El es Rey, con un Reino que no es de este mundo, pero Rey. Igualmente, la visión de Daniel describe la investidura real del Mesías, “el Hijo del Hombre”. Su poder será eterno y su reino -que no es de este mundo, sino que viene de arriba- no tendrá fin.

    Hoy termina el año litúrgico. Después de haber vivido durante un año paso a paso los misterios de Cristo, conducidos por esa magnífica preparación a Cristo que son los escritos del Antiguo Testamento, no está de más celebrar la realeza del Señor, que rige y gobierna los tiempos, y cuyo triunfo hace posible siempre la esperanza de una vida más plena, hasta que El, que es el Principio y el Fin, nos conduzca a la plenitud de la verdad, y sea todo en todas las cosas


F. Javier Martínez

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