Homilía de Mons. Javier Martínez en el V Domingo del T. O y Campaña contra el hambre de Manos Unidas, en la Catedral, con la participación de la Schola Pueri Cantores de la Catedral de Granada y el coro del Colegio Sto. Tomás de Villanueva.
Fecha: 08/02/2015
Queridísima
Iglesia del Señor, pueblo santo de Dios y Esposa amada de Nuestro Señor
Jesucristo,
muy queridos sacerdotes concelebrantes,
amigos todos:
Ay de mí si no anuncio el Evangelio.
Esa frase de San Pablo, cada vez que la oigo, se me clava en mi carne, como una
llamada a decir ‘ahí hay una urgencia de llevar al mundo el Evangelio de
Jesucristo, la Buena Noticia de Jesucristo’.
Y de eso es de lo que nos hablan las
lecturas de la Eucaristía de hoy, de una manera muy sencilla, muy concreta, pero
muy esencial. El libro de Job describe la condición humana, como un jornalero
que espera su paga, pero, además, con una cierta descripción: “Mis días pasan
en vano, se deshacen”. Una cierta expresión de dolor profundo, que marca la
vida humana si de alguna manera pudiéramos prescindir de la Redención de
Cristo.
Uno puede decir que la experiencia
humana más común, la más extendida -independientemente de la cultura en la que
estemos-, en la nuestra si algo la caracteriza, es el tratar de evadirnos de
ese sentimiento. Pero cuando uno se pone a pensar en qué es nuestra vida, lo
cierto es que las avenidas que conducen al escepticismo, al descorazonamiento,
a una cierta amargura, son verdaderas autopistas. Y sin embargo, el camino de
la alegría -que es y todos intuimos que es para lo que estamos hechos, que es
lo que nuestro corazón anhela- es un camino que muchas veces se presenta como
fugaz, pasajero, que no podemos retener esos momentos de gozo, de alegría
verdadera, de amor verdadero que hay en nuestra vida, y quisiéramos detenerlos
pero no se puede, como no se puede detener la belleza de una música; no se
puede atrapar porque en el momento en que uno la atrapa, la destruye.
Y eso forma parte de la experiencia
humana. Repito, probablemente más allá de las distancias culturales. Y la
prueba es que en aquellas culturas donde se ha ahondado más en el significado o
en el misterio de la vida humana, lo que aparece en el fondo es la tragedia,
como en la cultura griega por ejemplo, o en la cultura japonesa.
Aquellos textos que más se aproximan
o aquellas obras de arte que más se aproximan a afrontar el misterio de la vida
humana, aparece la tragedia. Job se nos ha descrito siempre como un modelo de
paciencia. Y la paciencia nosotros la entendemos en la clave de resignación, y
si no, leed el libro de Job, que no es un libro fácil. Es un libro
probablemente en torno al siglo V, igual que el “Cantar de los cantares”. Es un
periodo de la poesía del pueblo de Israel, y de la literatura del pueblo de
Israel particularmente barroco y muy al estilo de Góngora, muy conceptual, y
por tanto es un libro no inmediato, ni fácil a primera vista. Uno descubre que
paciencia, paciencia, en el sentido de resignación, Job no es lo que tenía.
En el texto de Job, como el que
acabamos de leer, hay textos muy fuertes, de desgarro o de gritos de la
humanidad. Job llega a decir en algún momento: ‘Maldito el día en el que fui
concebido’. Eso no es exactamente lo que nosotros identificamos con la paciencia.
Es la existencia humana hecha grito ante el misterio insondable de Dios y del
sufrimiento humano, y ante un reconocimiento de la Sabiduría de Dios que se
detiene ahí porque Job no podía llegar más.
En ese sentido, frente a ese trasfondo
de la existencia humana, es como hay que entender lo que significa el cristianismo,
lo que significa la fe cristiana, lo que significa el Evangelio, y su condición
y su carácter de Buena Noticia. Lo que hace Jesús es acercar la cercanía del Reino,
anunciar la Buena Noticia del Reino. Y sólo cuando uno se da cuenta de cómo es,
incluso en el mejor de los casos, la vida sin Cristo, uno percibe la Buena Noticia,
que es lo que el Señor anuncia, que podría traducirse en un lenguaje muy nuestro
y muy sencillo, como la tradujo en una ocasión Juan Pablo II, o en muchas
ocasiones: “Dios te ama, seas quien seas, estés donde estés. Dios te quiere y
te quiere con un amor infinito”. (…)
+ Mons. Javier Martínez
Arzobispo de
Granada
8 de
febrero de 2015
Santa Iglesia Catedral de Granada
V Domingo del Tiempo Ordinario