Homilía en la Eucaristía de acción de gracias en la bienvenida y acogida en Granada de tres dominicas Hijas de Ntra. Sra. de Nazaret, de Colombia, para atender la Residencia de ancianas “El Refugio”, obra de la Hdad. y Hospital de la Caridad y el Refugio.
Fecha: 11/02/2015
Queridísima
Iglesia del Señor,
muy querido don Alfonso,
queridas hermanas,
queridos miembros de la Hermandad del Refugio,
queridas residentes, familiares, amigos todos:
Hoy es, al menos para mí (lo digo
con toda sencillez pero con mucho gozo), un día especial de gratitud al Señor y
una gratitud muy grande. No hace tantos meses que estuvisteis vosotros a
contarme la preocupación de qué podría pasar si algo que había marcado desde el
principio de esta venerable y secular institución la vida de la residencia, que
era la presencia de una comunidad religiosa, pudiera desaparecer. Sabiendo que
las Hijas de la Caridad han sido un tesoro en esta Casa por las que nunca
daremos gracias suficientes; pero es verdad que en este momento ellas no podían
continuar.
Y yo no las tenía todas conmigo, lo
confieso, porque los momentos no son fáciles, y en la vida de un obispo, como dice
el título de un libro que acabamos de publicar en la editorial del Arzobispado,
“El frente está en todas partes”, realmente uno tiene que atender a tantas tareas,
tantas necesidades, urgencias, preocupaciones, disgustos, gozos, a tantas cosas
por un lado y por otro, que uno dice: ‘Dios mío, ¿y cómo lo vamos a hacer? ¿Cómo
vas a concedernos una comunidad religiosa?’.
Hace muchos años (no muchos) pero quizá
en torno a ocho o así, yo recuerdo que había pasado yo por la residencia con
motivo del funeral de un sacerdote que había sido uno de mis maestros en la
residencia de San Bernardo, en Madrid, y hablé con una de las hermanas, y le pregunté:
‘¿De qué congregación sois?’. Me lo dijo (yo ya no me acordaba este verano de
cuál era la congregación), pero les dije: ‘Pero no estáis en Granada’. Y me
dijo: ‘No’. Dije: ‘Bueno, pues sería cuestión de pensarlo’. Y dijo: ‘Bueno,
pues habrá que hablar con la Madre Provincial’. Y dije: ‘Pues ya está’.
Eso quedó archivado en un rincón del
disco duro como ahí presente y el hecho de que era una comunidad que llevaba
una residencia de personas mayores, fundamentalmente sacerdotes, esa de San
Bernardo, y que es una residencia conocida para todas las diócesis de España, para
mí también era una garantía. Luego, son las mismas hermanas que llevan el
Colegio Español de Roma, lo cual era otra garantía.
Y en un ataque de sensatez y de
coraje al mismo tiempo, llamé por teléfono a San Bernardo y se puso la hermana
María Luisa, y le dije: ‘Verá usted, que si pueden venir a Granada, ¿con quién
tengo que hablar?’. Me dijo: ‘Soy la ecónoma provincial’. Y fuimos a explicarle.
Les llevamos unas poquitas fotos del sitio, y fuimos a los dos o tres días a
dejar aquéllo allí. Y vinieron luego ellas por aquí. Y se ve que la Virgen ha
ido allanando el camino, como ha allanado tantos otros, en mi historia por lo
menos, y sencillamente aquí estamos.
Entonces, con mucha sencillez ha
decidido eso el Señor, de vuestra venida y de lo que representa vuestra presencia
aquí. Los hermanos (ndr. cofrades) me
lo dijeron con toda claridad: ‘Nosotros queremos de una presencia nítida y
claramente de vida consagrada, de vida religiosa porque eso da un tono
diferente a la residencia’. El tono que está expresado en la gratuidad de
vuestro don al Señor, y gratuidad del don al Señor luego se traduce en la
gratuidad del afecto, del cariño, a las personas, a todo ser humano.
Yo siempre recordaré (es como uno de
los “leitmotiv” de mi vida) cuando San Juan Pablo II escribió muy al principio
de su ministerio: “El profundo estupor ante la dignidad de toda persona humana
se llama Evangelio, se llama también cristianismo”. Es decir, es como una denominación
de origen de lo cristiano: un afecto, un cariño, un cariño lleno de gratuidad, de
respeto, de veneración, pero de cariño realmente a todo ser humano, sea cual
sea su historia, sea cual sea su situación; todos estamos necesitados de
misericordia, y ése es el motivo de la alegría de esta tarde. Estáis aquí, y casi
yo me pellizco y digo: ¿Pero es verdad o no es verdad? Sí, sí que es verdad. Estáis
aquí. Y bendito sea Dios. (…)
+ Mons. Javier Martínez
Arzobispo de Granada
11 de
febrero de 2015
Residencia de ancianas “El Refugio”, Granada