Fecha: 19/03/2016
Hablar de Semana Santa parece hablar de un espacio de tiempo en el que el tiempo de alguna manera se detiene. Y parece que es una semana en que todo es igual, cada uno de esos días tiene el mismo valor.
Yo quiero subrayar que la luz de la Semana Santa, lo sagrado que acontece, que celebramos en estos días, es justo el acontecimiento de la Resurrección de Jesús. Es ese acontecimiento el que ilumina no sólo la Semana Santa, sino la vida entera de cualquier hombre y de cualquier mujer que quiera abrir su corazón a lo que ese acontecimiento contiene. ¿Qué es lo que contiene? El Papa Francisco lo ha dicho de una manera muy sencilla en el título de un libro, recogiendo una frase que era de Benedicto XVI: “El nombre de Dios es misericordia”.
La vida humana parece llena de fatigas, llena de oscuridades, de perplejidades, de misterio, de inquietudes de todo tipo, por el paso del tiempo, por el daño que nos hacemos los seres humanos unos a otros, por la mentira a veces en la que vivimos, por el vacío que hay en nuestro corazón. Todo eso lo ilumina ese acontecimiento único en la Historia que la Iglesia no tiene otra metáfora, otra manera de expresarlo que compararlo con el Big Bang, con el momento de la Creación. ¿Por qué? Porque, en el siglo I, como hoy, si algo tenemos cierto los hombres es que nadie vuelve de la muerte. Que Cristo haya vencido a la muerte eso abraza la Historia, el cosmos, es capaz de abrazar todas las miserias de nuestra vida humana, es capaz de abrazar la pobreza de nuestro corazón, el cansancio de nuestra vida, las mentiras y los pecados de todos los hombres, porque el amor de Dios es infinito. Ese amor infinito es lo que celebramos en estos días y eso es lo que cambia de tono una cosa que es el ajusticiamiento de un hombre, una cosa tan horrible como algunas de las imágenes más horribles que hayamos podido ver en las noticas en televisión. Un acontecimiento así de horrible nosotros lo rodeamos de música, y de oro, y de un gesto humano precioso que es la compañía en las estaciones de penitencia, los hombres, las mujeres, los niños, que acuden sencillamente para alegrarse al paso de una Dolorosa o de un Crucificado, de un nazareno.
Es la mañana de Pascua la que llena de luz la Pasión de Cristo. Y en la Pasión de Cristo están incluidas todas nuestras pasiones, es decir, todos nuestros males, todos nuestros dolores, todos nuestros sufrimientos. Son parte del Hijo de Dios que nos ha abrazado desde el Gólgota. Y eso es lo que se nos da la posibilidad de vivir estos días. El nombre de Dios es misericordia. Acercaos a ese nombre; acerquémonos todos a ese nombre, que es donde podemos encontrar sosiego para nuestro corazón, esperanza para nuestra vida, motivos para seguir amando, para seguir luchando por el bien, construyendo un mundo de hermanos.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
Mensaje de Semana Santa 2016