De San Efrén el Sirio, Carmina Nisibena, 35-42.
Fecha: 28/03/2016. Publicado en: Colección "Perlas", Editorial nuevo Inicio
El grupo de seis himnos que publicamos aquí forma parte de un grupo de ocho himnos, los Carmina Nisibena 35-42. Todo el conjunto son una obra extraordinariamente original. Sus rasgos más dignos de destacar son, a mi juicio, su fuerte sentido dramático y su irresistible sentido de la victoria de Cristo sobre sus enemigos. Menos interés para nosotros, en el marco de esta publicación, tiene lo que podríamos llamar su “Sitz im Leben”, la celebración litúrgica que sirve de ocasión a su composición.
Su sentido dramático es evidente. El texto casi podría representarse. Sin llegar a ser como los poemas dialogados o sogyâta (en los que por lo general intervienen dos personajes, uno en cada estrofa), es obvio que el texto hace intervenir a varios personajes, los enemigos verdaderos de Jesús, Satán y la Muerte (personificada), y otros servidores suyos, y que el texto consiste sobre todo en sus intervenciones. Tenemos aquí sin duda una de las fuentes más primitivas del antiguo teatro litúrgico cristiano.
El sentido de la victoria de Cristo es tan fuerte y tan marcado que Satán y la Muerte vienen a ser objeto de burla. Esto contrasta muy fuertemente con la sensibilidad moderna, y con nuestra conciencia de una Iglesia parapetada tras los bastiones, amenazada por el mundo. Y contrasta también con la actitud moderna ante la muerte, que hasta en los ambientes más cristianos, contaminados del nihilismo reinante, la muerte parece el más terrible de los males (y desde luego, se le teme a la muerte bastante más que al pecado, a pesar de que el pecado es un mal mucho mayor).
La circunstancia de los himnos sólo se revela en el último del grupo, el himno 42. Se trata de una celebración litúrgica con motivo del traslado de las reliquias del Apóstol Santo Tomás a la “Iglesia grande” de Edesa. En él, San Efrén pone de manifiesto el terror de Satán: no sólo Cristo ha vencido a la muerte, sino que hasta los huesos de sus discípulos le hacen temblar. Es verdad, sin embargo, que ese tema sólo aflora en el himno 42, lo que pudiera hacer pensar que ése es el himno compuesto para la ocasión, y que el resto formaba un conjunto independiente. En esa hipótesis, y como en los otros himnos se alude a una fiesta grande, pudiera ser que el conjunto, sin el himno 42, haya sido compuesto para la Pascua de resurrección o para las celebraciones de alguno de los días precedentes, el Viernes o el Sábado Santo.
En esta publicación, destinada a dar lugar a que los fieles de lengua española en el siglo veintiuno puedan saborear lo más posible de la belleza y de la experiencia de fe contenida en estos himnos, las notas críticas se reducen a lo indispensable. Se omiten pequeños detalles, como la indicación melódica, por falta de espacio. Y se omiten también dos himnos: el 39, que es una larga lista de las hazañas de la muerte en los episodios o los personajes del Antiguo Testamento, y el himno 42, el último de la serie, que pone de manifiesto, como se ha dicho, la ocasión de toda la serie. Ese himno, que es muy bello y muy interesante, pero que trata del tema particular del valor de las reliquias de los santos, será publicado en otro folleto de la colección Perlas dedicado expresamente al culto de las reliquias.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada