Homilía en la Eucaristía en la S.I Catedral, en el Domingo de Ramos. Previamente, tuvo lugar la bendición y procesión de las palmas y ramos por los alrededores del templo catedralicio.
Fecha: 20/03/2016
Queridísima
Iglesia del Señor, Pueblo santo de Dios, Esposa de Jesucristo;
queridos amigos todos:
Da vergüenza siempre tratar de
hablar después del texto de la Pasión. Es un texto tan esencial, tan grave, tan
intenso que cualquier palabra tiene uno la sensación de que lo estropea.
Alguien, estudioso de los Evangelios
durante toda su vida, escribía al final de su vida que los Evangelios eran un
relato de la Pasión con un prólogo largo. Y es verdad. Para las generaciones
inmediatas después del Misterio Pascual, después de la muerte y la Resurrección
de Jesús, lo que había que explicar era por qué Jesús había sido condenado a
muerte. Era eso lo que, como el mismo San Pablo, que era fariseo y refleja en muchas
maneras de hablar los sentimientos o las maneras de pensar de los hombres de su
tiempo, decía que la Pasión, la muerte de Jesús, era locura para los gentiles y
escándalo para los judíos.
Locura para los gentiles, ¿por qué? Porque
los gentiles no podían oír hablar de un Dios que estuviese entregado a la
muerte por amor a los hombres. Fuera de la experiencia cristiana, cuando los
hombres pensamos en Dios, proyectamos inevitablemente algunas ideas que
nosotros tenemos sobre la grandeza, sobre la nobleza, sobre el poder, sobre la
dignidad, sobre la belleza incluso, y no nos podemos representar, el ser humano
no puede representarse que Dios sea Dios, un Dios azotado, un Dios arrastrado
por el suelo, un Dios muerto con una de las muertes más espantosas que los
hombres han ideado a lo largo de la historia, lleno de llagas, herido, y eso es
una locura; y que eso lo haya hecho por amor al hombre, cuando cualquier ser
humano con un poco de inteligencia se da cuenta de que nuestra vida es apenas
un soplo en el curso de las generaciones, eso como que no nos cabe en la
cabeza, nos explotaría la cabeza si solo tuviéramos la cabeza para pensar.
Y escándalo para los judíos. ¿Por
qué escándalo? Escándalo significa “piedra de tropiezo”, es decir, que uno va
por un camino, se distrae mirando el paisaje, hay un pedrusco en mitad del
camino, tropieza uno y se cae. Eso es lo que significa etimológicamente la
palabra escándalo: es una piedra en el camino, que te hace tropezar. ¿Por qué
tropezaban los judíos con la Pasión de Jesús? Evidentemente, porque Jesús había
sido condenado a muerte por el Sanedrín, y el Sanedrín era la suprema autoridad
del judaísmo del tiempo de Jesús, la suprema autoridad religiosa. Y aunque es
verdad que ellos no podían dar muerte a nadie, y para que fuese condenado a
muerte tenían que presentárselo al Procurador romano, para que el Procurador
romano les diese autorización, porque si no (y eso era una ley romana), en las
provincias un poco díscolas y un poco levantiscas como era la provincia de
Judea, los judíos tratarían de matar a todos los que eran más amigos de los
romanos y por lo tanto, usar su derecho a matar, su derecho de ejecutar una
muerte por motivos políticos; el caso es que los judíos así presentaron la
causa de Jesús, pero la razón por la que fue condenado es por blasfemia porque perdonaba
los pecados, y entraba en casa de los pecadores, cosa que estaba prohibida por
la Ley, y curaba en sábado, cosa que estaba prohibido hacer por la Ley, y actuaba,
decía, en nombre de Dios, y decía que el Padre y Él “somos Uno”, y se
presentaba como el Esposo del pueblo de Israel, el Esposo del que habían
hablado los profetas cuando Dios hablaba a Israel como un Esposo enamorado y traicionado
por su Esposa, y todo eso era hacerse Dios y aunque no le podían pillar en una
palabra concreta, pero una y otra vez era evidente que Él se presentaba con la
autoridad de quien afirma de sí mismo que tiene el poder y la autoridad de
Dios.
No podían los judíos con eso. No
podían. Y sencillamente era necesario explicarlo. Y eso es lo que la tradición
evangélica en sus orígenes hizo, contada de boca en boca, como se transmitían
las tradiciones orales, como los rabinos transmitieron durante siglos los
dichos de los maestros y de los sabios. Así se transmitió el Evangelio. ¿Por
qué os digo esto? Leemos este año el Evangelio de San Lucas, a lo largo de todo
el año, y la Pasión que hemos leído hoy es la Pasión de San Lucas. Y los
estudiosos, también, de los Evangelios, cuando estudian la relación que hay
entre los cuatro Evangelios, suelen decir que el relato de la Pasión de San
Lucas, como otras cosas, también el relato de la infancia, que está llena de
frases… , que, aunque están escritos en griego (San Lucas sabía escribir muy
bien en griego, muy bien, con un estilazo), por ejemplo, el prólogo, pero en
cambio, empieza el Evangelio de la infancia y aquello está lleno de faltas de
gramática por todos lados; pero es por lo que él dice: yo he querido verificar con
los que fueron testigos de los acontecimientos y ministros de la palabra la
tradición que hemos recibido. De tal manera, que la versión de la Pasión que
tenemos de San Lucas es la más cercana también que tenemos a los
acontecimientos; aunque él no fuera el primero de los evangelistas, la más
cercana. Esto puede parecer que es un conocimiento para el trivial, pero no, es
un conocimiento que nos ayuda a mirarla con un cariño especial, con un respeto especial.
Es la tradición más antigua que tenemos sobre la Pasión, sobre la condena y la
sobre la muerte de Jesús, que luego los otros evangelistas completan en cosas.
San Juan por ejemplo, que es el último, él es consciente, él ha leído los otros
evangelios, él los conoce, y pone cosas y luego pone su manera de contar, que
es muy distinta de la de los demás, pero pone cosas, dando por supuesto que la
gente conoce la tradición sobre Jesús. Por ejemplo, es solo San Juan el que
dirá “nosotros tenemos una ley, y según esta ley tiene que morir porque se ha
hecho Hijo de Dios”, o es el único que dirá “nosotros no podemos dar muerte a
nadie”, y eso se verifica en la legislación romana de la época y en las fuentes
judías, pero el relato más antiguo de la Pasión, el que tiene más cercanía a
los acontecimientos es justamente el relato de San Lucas. Diréis: pero con esto
no podemos rezar, con esto que nos está diciendo.
Dios mío, yo lo que pido es que
entremos en la Semana Santa como el Señor ha entrado en nuestra vida. Al entrar
en esta iglesia, hoy yo he tenido el impulso de tirarme al suelo y besarlo,
como quien entra en un mundo bendecido por Dios, como quien entra, y eso es a
lo que nos invita, estamos en el Año de la Misericordia, la idea de la Puerta Santa,
del mismo Jubileo.
Vivimos en un mundo regido por unas categorías,
regido por unas categorías muchas veces de intereses, de búsqueda inmediata del
placer, de búsqueda de una cierta tranquilidad, de la infinitud de problemas
que rodean nuestra vidas cotidianas, del cansancio y de la fatiga de esa
ansiedad, que se ha logrado generar en el mundo actual. También con mucho
desasosiego, porque es imposible casi ver un telediario sin llenarse de
inquietud y de preocupación y de desasosiego por la situación del mundo, por la
situación de nuestras sociedades. Dices: ‘Señor, hay un mundo diferente a éste,
y quisiéramos que la belleza de esta Iglesia, que la belleza del lugar
expresase eso’. ¿Qué es lo que hace bella la vida? El perdón, el amor, la
misericordia, y ese es el mundo posible, por el amor infinito de Dios, ese amor
que no le ha hecho al Señor detenerse ante la muerte para que nosotros
entendiéramos que su amor por nosotros, por ti, seas quien seas, sea cual sea
tu historia, por mí, que no lo merezco en absoluto, ese amor por cada uno de
nosotros es un amor infinito. Y eso, mis queridos hermanos, cambia el corazón. Pone
belleza donde no la había, pone orden donde había caos, pone un bálsamo donde
todo son heridas y picazones y cicatrices mal curadas e infecciones y pus, pone
el Señor su amor y su misericordia y renace una humanidad nueva. Esto tendría
que ser nuestra Semana Santa.
Hay quien llama al Evangelio de San
Lucas el Evangelio de la Misericordia. Solo dos pasajes de la Pasión que solo
están en San Lucas, una frase de Jesús, que podría resumir todo el Evangelio: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Le estaban matando y le estaban
matando con una muerte espantosa. No ha habido pecado en la historia, no hay
pecado en la historia más grande que la Pasión y la condena a muerte del Hijo
de Dios, y la reacción de Dios es esa: interceder por nosotros, ponerse Él, por
así decir, para recibir todos los dardos, de la justicia y de la ira y de la
venganza para proteger a quienes le estaban matando. Ese es Dios. Eso es lo que
hace creíble el Dios cristiano, el único Dios verdadero porque es el único del
que se puede decir Dios es amor. Y el secreto de la vida humana es amor, porque
Dios es amor y nosotros somos su imagen.
Y la otra, el malhechor crucificado
a su lado tenía que ser una especie de terrorista. El delito que se pagaba con
la cruz en el mundo romano era el delito de sedición, de querer, por así decir,
revelarse contra la autoridad y contra el poder romano, y encima con muerte, lo
que hoy llamaríamos un terrorista, perfectamente. Y aquel hombre, que había
crecido en un mundo de odio, y que estaba condenado a muerte, él dice que, justamente,
le dice: “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino. Kyrie Eleison”. No
dice más que eso. “Señor, ten piedad”. Le bastó eso.
¿Y qué responde Jesús? Si uno puede
representarse lo que es la tortura de la cruz, en medio de aquella tortura: “Hoy
estarás conmigo en el Paraíso”. Señor, te basta que uno de nosotros te pueda
decir “Señor, ten piedad”, y Tú puedas prometerle tenerle junto a Ti para toda
la eternidad. De nuevo, ese es nuestro Dios. Ese es el único Dios verdadero. Es
el Dios que ama al hombre por encima de todo. Es el Dios que es amor. Ese es su
poder. Su poder no está en hacer el Big-Bang, ni las galaxias. Su poder está en
que es capaz de despojarse de Sí mismo para comunicar su vida a su pobre
criatura, a nosotros, a mí. No hay palabras en la vida para tanta gratitud, ni
años en la vida para tanta gratitud.
+ Mons. Javier Martínez
Arzobispo de Granada
20 de marzo
de 2016
Domingo de Ramos
Santa Iglesia Catedral