Nueva entrada en el blog "Ciudad de Dios y de los hombres", en www.arzobispodegranada.es/blog. Texto introductorio y dos capítulos de esta obra de Chesterton.
Fecha: 22/07/2016. Publicado en: Blog "Ciudad de Dios y de los hombres", en www.arzobispodegranada.es/blog
G. K. Chesterton, The Outline of
Sanity [“Esbozo de una sociedad sana”]. El texto que se reproduce aquí en
versión española está tomado de G. K. Chesterton, Collected Works, Ignatius Press, San Francisco, vol. V, 1987, pp.
35-209. De momento, reproducimos sólo el Índice de contenido y la Introducción,
pp. 41-53. [Todas las notas al pie de página son del traductor.]
Chesterton es considerado un
autor “de derechas”, y para muchos sería claramente un conservador. Su defensa
del matrimonio y de la familia, su oposición al divorcio, muchos de sus ensayos
y libros publicados parecerían justificar esa apreciación. Recuerdo, sin
embargo, que en el año 2004, en una cena en la Universidad de Nottingham, tras
haber asistido a un simposio sobre “Fenomenología y Trascendencia”, organizado
por el Center for Theology and Philosophy que John Milbank dirige en esa Universidad, estaba yo sentado frente a la
esposa de John, Alison Milbank. Yo le había preguntado por las preocupaciones
que dirigían sus trabajos, y ella explicó cómo ella y su marido vivían
consagrados a la tarea de la difusión del cristianismo y del socialismo. Yo
estaba por aquel entonces ya promoviendo la traducción y el trabajo sobre esa
obra fundamental que es Teología y Teoría Social, e incluso habíamos hecho ya
un primer borrador de su versión española, sin idea de que poco después
aparecería publicada en español en la editorial Herder. Pero fuera de esa obra,
por aquel entonces, yo no conocía la restante obra de Milbank ni había oído
hablar de la Radical Orthodoxy. En todo caso, viniendo de España, y tras la
experiencia de lo que habían supuesto (y de lo que me imaginaba que iban a
suponer) los atentados del 11 M y el golpe de estado que culminó la elección de
Zapatero, esa asociación entre cristianismo y socialismo no podía dejar de
chocarme. Así que le expuse mi dificultad a Alison con toda claridad, y le
pregunté que entendían ella y su marido por socialismo, y cómo lo articulaban
con la vida de la Iglesia. Con la misma naturalidad, ella me dijo: “Ah, pues ya
sabe, el pensamiento de Chesterton, de Belloc y de otros como ellos”.
De momento me quedé de
piedra. Luego he sabido, no sólo que Alison es una excelente conocedora de
Chesterton y de su teología,[1] sino también, y en gran parte
gracias a Milbank y a los círculos del entorno de Milbank, otras muchas cosas
acerca del socialismo y de su historia, y que no puede ni podrá haber nunca un
verdadero socialismo a menos que sea cristiano. Esta afirmación tiene un
significado muy distinto del que tenía el pensamiento que dominó hace décadas
en otros círculos cristianos, que a veces se identificaban a sí mismos como
“cristianos para el socialismo”. En esos ambientes se pensaba que no se podía
ser buen cristiano a menos que uno fuera socialista (o comunista),
identificando luego ese socialismo con el de quienes tienen patentado o secuestrado
el nombre a favor suyo en forma de partido o de sindicato. Pasa aquí algo
parecido a lo que comentábamos más arriba con la diferencia entre “teología
política” y “política teológica”: en efecto, en los “cristianos para el
socialismo”, el cristianismo termina casi siempre siendo instrumental a una
determinada política secular, en este caso la del socialismo secular marxista o
post-marxista. Es bastante parecido a lo que ha pasado y pasa hoy con muchas
formas de cristianismo, incluso en medios más o menos “oficiales” de la
Iglesia, que —aunque no tengan un nombre tan claro y honesto en el fondo como
los “cristianos para el socialismo”—, su fe está en el fondo subordinada a
políticas y a concepciones económicas que dependen de la ideología liberal o neo-liberal.
En cambio, en el “socialismo” de Chesterton, o en el de Milbank y en el de
otros politólogos o economistas cristianos de los siglos diecibueve y veinte
(como Péguy o Schumacher, por poner sólo dos ejemplos), lo que importa es el
acontecimiento salvador de Cristo, el único acontecimiento salvador. Y por eso
importa lo humano, todo lo humano y todo lo que sirva a la verdad de lo humano.
E importan los diseños económicos o políticos que se sitúan dentro de ese
horizonte y están abiertos a cualquier aportación o corrección que los
enriquezca, venga de donde venga. De pasada, es quizás útil añadir aquí —y
habrá que repetirlo muchas veces—, que desde el momento en que se adopta como
marco último de comprensión de lo real eso que hemos llamado en la Introducción
“la herencia de Suárez”, esto es, el dualismo “natural-sobrenatural”, esa
subordinación de la fe y de la vida cristiana a una ideología, ya sea marxista,
liberal, nacionalista, o cualquier otra, es sencillamente inevitable.
Chesterton, de hecho, se
sorprendería de ver descrita su posición como “socialista”. Sus críticas al
socialismo son igual de acerbas que lo son sus críticas al capitalismo. Y
tampoco se trata de una “via media”, digamos, al estilo de la
social-democracia. En realidad, la gran intuición de las páginas que siguen es
que ponen de manifiesto cómo capitalismo y socialismo son el mismo perro con
distintos collares. Por eso algunas personas pasan de uno a otro con tanta
facilidad, y sin haber tenido que cambiar básicamente ninguna posición
fundamental, salvo las palabras que ocupan el centro de la retórica. Los
regímenes comunistas pasaron a ser capitalistas y liberales sin más trabajo que
abrir las fronteras, y en general los amos siguieron siendo los amos.
El mismo Chesterton, y algunas
otras personas de su entorno y del grupo que nació en ese entorno, llamaron al
movimiento económico y político que ellos promovían, “distributismo”. El nombre
no era ni bueno ni feliz, y ellos mismos, o algunos de ellos, tuvieron una
conciencia bastante clara de ello. A pesar de terminar en “-ismo”, el
distributismo no es un sistema ni una ideología. Podría decirse que es la
búsqueda de una sociedad sana que tenga en cuenta todos los aspectos (o los más
posibles) que se incluyen en la salud social, en el contexto, eso sí, de las
confrontaciones ideológicas de comienzos del siglo veinte, y en el ámbito
anglo-sajón, en algunos aspectos, tan diferente del nuestro (en otros, tan
influyente en nosotros, sin que seamos demasiado conscientes de ello, tanto en
el pasado como en el presente). Pero también por ello más capaz de aportarnos
luces nuevas, y más interesante. En todo caso, el pensamiento político y social
de los autores “distributistas”, y especialmente el de Chesterton y de Belloc,
marginado tanto por los socialistas como por los liberales “seculares” del
siglo veinte, está experimentando un renacimiento en el mundo anglo-sajón,
empachado tanto del vacío cultural del liberalismo en todas sus formas, como
del secuestro del socialismo por el ateísmo, y del secuestro de ambos por el
capitalismo y por la racionalidad utilitarista, lo que les lleva a coincidir en
lo fundamental. Algunos de los autores implicados en el renacimiento del
“distributismo”, sobre todo en Estados Unidos, lo llaman “pensamiento descentralizador”.[2] Pero habría que matizar. Los
nacionalismos en España, por ejemplo, hablan mucho de descentralización. Pero
lo que entienden por eso es sólo la fragmentación territorial del espacio sobre
el que el estado moderno, y siempre tendente al totalitarismo, ejerce el
monopolio de la coerción, y por lo tanto, su capacidad de control. La
“descentralizaión”, en ese marco de pensamiento, sólo significa la
fragmentación del Leviatán, en orden a un control más cercano y omnipresente, y
el horizonte sigue siendo, a igual que en el estado central, el reparto de
beneficios entre las oligarquías que rigen los partidos políticos. El resultado
es siempre una dictadura más cercana al ciudadano. Mientras que cuando los
autores distributistas o sus discípulos actuales hablan de “descentralización”
lo que tienen en mente es la aplicación a toda la vida social del principio de
subsidiaridad, lo que significa precisamente una valoración de la pequeña
propiedad, del mundo rural, de la pequeña empresa, y una resistencia a todo
factor que disminuya la libertad o dificulte la proliferación de esas pequeñas
comunidades y su libre unión en tejidos sociales dotados de espesor y de
profundidad. Justo lo contrario de las aspiraciones de los estados modernos y
de sus más o menos indignados oponentes y futuros beneficiarios.
Por último, es llamativo y
significativo que las obras “políticas” o “político-económicas” de Chesterton
(y de Belloc) no hayan sido apenas traducidas al español, a pesar de que, al
menos Chesterton, es un autor apreciado en amplios círculos católicos. La
edición en cuatro volúmenes de las Obras completas de G. K. Chesterton hecha en
España en los años cincuenta del siglo XX por Plaza & Janés, Barcelona por
supuesto, no contenía ninguna de ellas, aunque sí que estaban Lo que está mal
en el mundo y La superstición del divorcio, las dos relativas al matrimonio y
la familia. No se era consciente —ése es un rasgo de la mayor parte de nuestro
catolicismo, del español, al menos— que
las posiciones de Chesterton sobre el matrimonio y la familia sólo adquieren
todo su sentido en el contexto de una economía y de una política, digamos para
entendernos, distributista. Se entiende que en los años sesenta, en España, ese
aspecto “anti-capitalista” del pensamiento de Chesterton no fuese digerible.
Tampoco lo sería hoy mucho. Y no sólo en España. La edición norteamericana de
las Obras Completas de Chesterton, publicadas por Ignatius Press, que esta vez
si que pretende que sean completas, en su volumen V, que contiene una buena
parte de los ensayos directamente políticos de Chesterton, ha sido curiosamente
precedida de una Introducción de Michael Novak, un exsocialista convertido al
neo-liberalismo que piensa más o menos que la democracia liberal americana es
lo más próximo al Reino de Dios que el hombre pueda construir aquí en la
tierra.[3] Lo cierto es que una obra importante, como Utopia of Usurers and Other
Essays (1917), sólo ha sido publicada en
español en el 2013 por Ediciones Palabra, y con el título un poco dulcificado de
La utopía del capitalismo y otros ensayos, lo que le quita al título la
connotación moral netamente negativa que en el cristianismo tienen la palabra
“usura” o el adjetivo “usurero”. De la también numerosísima producción de
Belloc hay bastante menos traducido que de Chesterton, y obras como The Party
System, o Economics for Helen significarían un poco de aire limpio en el
asfixiante y monótono pensamiento político y económico español. También aquí,
su obra más importante, El Estado servil, que algunos consideran una de las
obras de pensamiento político más importantes del siglo veinte, sólo ha sido
publicada en el 2010, por la editorial El Buey Mudo, Madrid.[4] Al distributismo, en general, como al
principio de subsidiariedad, se le ha prestado bastante poca atención en
España.[5] Es obvio que una aplicación a la
España actual de las reflexiones que él hace necesita un cierto trabajo de
“traducción”, porque la destrucción causada por el capitalismo de la pequeña
propiedad, sobre todo en el mundo rural, pero también en el mundo urbano, está mucho
más avanzada hoy que cuando él escribía. Pero no es menos verdad que
exactamente en la misma proporción ha avanzado la deshumanización de nuestra
sociedad.
+ Javier
Martínez
Arzobispo de Granada
Leer
documento completo pinchando aquí (Blog “Ciudad de Dios y de los hombres”,
en www.arzobispodegranada.es/blog)
[1] Véase Alison Milbank, Chesterton and Tolkien as Theologians. The
Phantasy of the Real, T & T Clark (Theology), London, 2007.
[2] Véase Allan Carlson, The New Agrarian Mind. The Movement Toward
Decentralist Thought in Twentieth-Century America, Transaction Publishers,
New Brunswick/London, 2000. Acaso el pensador reciente más luminoso y
provocador en esta dirección es el poeta, novelista y ensayista Wendell Berry.
[3] Para una apreciación teológica del pensamiento de Michael Novak, una
de las cabezas del movimiento llamado “neo-con” en el mundo americano, que de
nuevo, subordina la teología a una visión económico-política secular, en este
caso, al neo-liberalismo americano, véase D. Stephen Long, Divina Economía. La teología y el mercado, Nuevo Inicio, Granada,
2007, especialmente los caps. 3 y 4: “Una antropología de la libertad
constreñida por el pecado original. La teología como analogía libertatis”, pp. 75-91, y “La subordinación de la
cristología y de la eclesiología a la doctrina de la creación”, pp. 93-136.
[4] Otra obra importante para
el pensamiento social y político de Belloc es La prensa libre, Nuevo Inicio, Granada, 2008.
[5]
Para una introducción al pensamiento distributista pueden verse las antologías
publicadas bajo el título Distributist
Perspectives. Essays on the Economics of Justice and charity (2 vols.), HIS
Press, Norfolk, Virginia, 2004 y 2008.