Carta a los sacerdotes y fieles de la Diócesis, sobre este Proyecto de ayuda y acompañamiento a las mujeres que sufren el drama y las heridas del aborto.
Fecha: 16/09/2016
CARTA
SOBRE LA PUESTA EN
MARCHA EN LA DIÓCESIS DEL PROYECTO RAQUEL
FRANCISCO JAVIER
MARTÍNEZ FERNÁNDEZ,
POR LA GRACIA DE DIOS
Y DE LA SEDE APOTÓLICA
ARZOBISPO DE GRANADA
Muy queridos sacerdotes y fieles de la diócesis:
1. El próximo día 26 de este mes de septiembre, al día siguiente de la solemne celebración en Granada de la Santísima Virgen de las Angustias, se pondrá formalmente en marcha en la diócesis de Granada, y a través de la Delegación episcopal de Familia y Vida, el proyecto RAQUEL.
Se trata de una iniciativa eclesial católica, que nace y se desarrolla en USA, y que ahora acogemos en la diócesis, que trata de responder al drama que sufre de diversas formas la mujer, en las secuelas que se conocen como “síndrome post-aborto”. Tanto en el aborto mismo como en esas secuelas inciden con frecuencia razones económicas, de inestabilidad laboral, y de falta de una comunidad de apoyo en su entorno.
Los objetivos del proyecto son acompañar a estas personas heridas, que con mucha frecuencia caminan solas con ese peso, para indicarles y facilitarles caminos de sanación y de reconciliación consigo mismas, con el hijo o la hija perdidos, y con Dios, mediante el perdón y la reconciliación. Desde la comprensión y la misericordia, de lo que se trata es de ayudar a estas personas a reconstruir sus vidas, mediante un equipo de personas coordinadas y preparadas que la Iglesia, por medio del proyecto Raquel, pone a su disposición.
2. En el designio divinos sabemos que la vida es un don y vivir es un bien. Los seres humanos somos creados por amor, un amor que se dirige de forma única a cada uno de nosotros, y que tiene su cumplimento y su plenitud en la vida eterna, que el Hijo de Dios ha obtenido para nosotros mediante su sangre preciosa. Cada uno de nosotros somos amados por nosotros mismos. La vida se nos da por amor y para que halle su plenitud en el amor. Pero como nosotros somos torpes, y como el amor de Dios es infinito y eterno, y Dios nunca se cansa de amarnos ni de perdonarnos, el camino de la vida es en realidad un aprendizaje de la misericordia divina. Esa certeza de la misericordia infinita –el nombre de Dios es “misericordia”, como ha escrito el Papa Francisco-, nos da, no sólo la certeza del perdón, sino las razones más sólidas y verdaderas para amar la vida, la nuestra y la de los demás, en cualquier circunstancia. Apartarnos de ese camino de aprendizaje es adentrarnos en una vía de oscuridad en la que al final todo pierde su sentido.
La interrupción de una vida humana, en cualquier momento de su existencia, siempre supone una negación de acogida al “otro”, y es oponerse al precioso designio divino para esa vida concreta. Cada niño o niña que nace nos trae la sonrisa de Dios y nos invita a reconocer que la vida es un don suyo, un don para acogerlo con amor y para conservar y cuidar con todo esmero. Y sin embargo, el amor de Dios y su misericordia no se dejan nunca vencer por el mal.
Acompañar y ayudar a las mujeres que se encuentren en dificultades para acoger una nueva vida es algo que debiera implicar a toda la sociedad, tanto a las instituciones como a las personas individuales. Pero es obvio que ese amor a la vida incumbe de manera especial a quienes, por gracia de Dios, hemos conocido que Dios es Amor, que nuestro destino es la vida eterna, y que por ello podemos siempre acoger la vida con gratitud. Por esos mismos motivos, nosotros tenemos razones muy hondas para acompañar y proporcionar las ayudas necesarias a las personas que ya han recurrido al aborto y viven luego un profundo drama moral.
San Juan Pablo II, en la Encíclica Evangelium vitae, del 25 de marzo de 1995, dedica estas palabras preciosas a las mujeres que viven en esas circunstancias. Les dice: “La Iglesia conoce cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión dolorosa e incluso dramática. Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad… Con la ayuda del consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis estar con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida” (n. 999).
3. Siempre Dios, Padre de toda misericordia, tiene sus brazos abiertos para quien acude a Él. Desde la Encarnación del Verbo, Dios no puede mirar a un ser humano sin ver en él la imagen de su Hijo, la Pasión y la muerte de su Hijo. Rezamos en el Credo: Que “por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre, y por nuestra causa fue crucificado…”. Ese Amor, siempre disponible y accesible a todos, no puede nunca ser vencido por el mal. El mal, por muy potente que parezca o que sea, en nuestras vidas o en el mundo, no tiene poder alguno frente a la omnipotencia del amor divino. “Dios no ha enviado a su Hijo al mundo –decía el Señor- para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3, 17).
El proyecto Raquel, que mediante esta carta se inaugura formalmente en la diócesis, con la colaboración de sacerdotes, consagrados y fieles diocesanos, significará para muchas hermanas y hermanos nuestros que lo necesitan, un encuentro con el rostro misericordioso del Señor, que se traduce también en un sincero apoyo espiritual y psicológico para su recuperación humana completa en todos los órdenes. Su puesta en marcha es un motivo grande de esperanza.
La ocasión de la fiesta de la Virgen de las Angustias, que es una fecha tan significativa para la diócesis, es también un día precioso para poner formalmente en marcha en la diócesis este proyecto. En este día celebramos, en efecto, los dolores de la Madre de Jesús, a quien dio muerte la miseria humana, y en esos dolores están representados los de todas las madres que han perdido un hijo (también los de quienes han abortado), y en realidad los dolores y los sufrimientos de todos los hombres, todos nuestros dolores. Pero los cristianos no celebramos el dolor. Celebramos sobre todo cómo, por esa misteriosa paradoja del amor de Dios al mundo, esos dolores del Hijo de Dios (y de su madre, siempre unida a Él), se han convertido en una fuente inagotable de vida y de esperanza, de perdón y de alegría, de amor sin límites a todos los hombres y mujeres que habitamos esta tierra.
Ruego, finalmente, a los sacerdotes, que den a conocer a sus fieles el proyecto Raquel con sus objetivos y fines, siendo los primeros en ofrecer en cada caso, en la medida de sus posibilidades y si lo estiman prudente, estas ayudas, por medio de la Delegación Episcopal de Familia y Vida, en la siguiente dirección de internet: www.proyecto-raquel.com ; en el correo electrónico: proyectoraquelgranada@gmail.com; o llamando a este número de teléfono: 618-532-998.
Os expreso una vez más mi afecto grande en el Señor, y os bendigo a todos de corazón. Pedid vosotros también por mí.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada